Un minuto para triunfar (Karina & Marina 2)

Karina & Marina

Fragmento

cap-1

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—¡Maravilloso, Karina! —dice Jose, mi profesor de canto, aplaudiendo mientras yo hago una reverencia—. ¡Has estado genial!

«¡Como siempre!» Eso solo lo pienso, no lo digo en voz alta, que las divas tenemos que ser humildes. ¡Otro ensayo que he bordado! Las otras chicas de clase me miran de reojo, ¡menuda envidia me tienen! Ya les gustaría cantar como canto yo. También me miran unos señores de gafas oscuras y traje que hay de pie junto a la puerta. ¿Quiénes serán? ¿Los padres de alguna compañera?

La pobre a la que le toca ahora tiene que estar muertísima de vergüenza, ¡qué terrible tiene que ser cantar justo después de mí! ¡Nadie puede estar a la altura!

Bueno, vale, reconozco que ella también canta bastante bien. ¡Pero YO soy la favorita del profe de canto! Siempre se acerca a mí al terminar la clase...

—Karina —dice—. Tengo una buenísima noticia que darte. ¿Conoces la discográfica americana Stars Music Group?

—¡Claro! —salto yo—. ¿Cómo no iba a conocerla? ¡Tienen a todos mis artistas favoritos!

—Pues el director ejecutivo de Stars Music Group está aquí, haciendo un casting para elegir estrellas jóvenes, cantantes con potencial, para su próximo videoclip. ¡Y sus cazatalentos han estado aquí, en la escuela de canto, seleccionando a posibles candidatas!

Me tiemblan las manos. Me tiembla la voz. Me tiemblan hasta las pestañas postizas, y creo que se me van a despegar de los párpados. ¡Madre mía, madre mía! ¿Puede ser verdad esto?

—¿Y me han seleccionado a mí? —pregunto con una vocecilla que no parece la de una artista a punto de lograr fama mundial, ¿qué digo? universal.

¡Karina, por favor, no lo fastidies ahora!

—¡Sí! —Jose me coge de las manos, emocionadísimo, y a él también le están temblando—. ¡No sabes lo orgulloso que estoy de ti, Karina! Eres mi mejor alumna, y esta es una oportunidad única, ¡no puedes dejarla pasar!

—¡Claro que no! —digo—. ¡Claro! ¿Y cuándo es el casting? ¿Dónde tengo que ir? Ay, ay, tengo que prepararme, hacerme un tratamiento de spa casero un día antes y dedicar unas horas a cuidar mi voz, y ponerme esa noche los rulos EXTRAGRANDES con laca hidratante...

—Es esta tarde —contesta Jose, y se me abre la mandíbula sola, juro que no he sido yo.

—¿Esta tarde? —repito—. ¿Cómo que esta tarde? Pero ¡si no me da tiempo! ¿Y mi sesión de maquillaje? ¿Y qué outfit me pongo? ¿Y mi rizador de pelo? ¡Esto es un desastre!

—¡No te preocupes! Tú ve ahí y canta como solo tú sabes cantar. Seguro que les llamas la atención, vayas como vayas, cielo —me anima.

¿Cómo voy a ir al estudio de la discográfica sin llevar el vestuario perfecto? ¿Qué dirán de mis zapatos? ¿Me pongo las bailarinas con megapurpurina y corazones? ¿El highlighter con brillante o el que lleva microglitter iridiscente?

Nada más salir de la escuela de canto, llamo por teléfono a mi mejor amiga.

—¡Lucy, Lucy! —le grito—. ¡Tengo una emergencia! ¡Una emergencia urgentísima! ¡De vida o muerte!

—O sea, habla más despacio, porfa, que casi no entiendo lo que dices —me pide—. ¿Qué pasa, Karina? No puede ser peor que aquella vez que se te descosieron las lentejuelas en medio del centro comercial, ¿no?

—Mucho peor —digo—. O bueno, mucho mejor, ¡no sé! ¡No sé! ¡Lucy, me han invitado a un casting en la discográfica Stars Music! ¡Esta tarde!

—¡QUÉ FUERTÍA! —grita mi amiga—. ¡Tía, tía, tía! ¡Enhorabuena! ¡Qué pasada! ¿Y por qué dices que es malo?

—¡Porque no sé qué ponerme! Ay, Lucy, me tienes que acompañar, porfa, porfa, no puedo ir sola al estudio de grabación, ¡qué vergüenza! ¿Y si me pierdo? ¡Tienes que venir conmigo! Y ayudarme a elegir el estilismo, a peinarme... ¿Me dejarás tu perfume de Eau de Paris? ¡Porfa!

Lucy tarda unos momentos en responder y creo que el corazón se me va a hacer pedacitos cuando por fin dice:

—Ay... Tía, lo siento muchísimo, de verdad, pero hoy no puedo...

—¿Qué? ¿Por qué? ¡No me puedes hacer esto, Lucy! ¡Eres mi mejor amiga!

—En serio, tía, hoy imposible, ¡lo siento mogollón! Es que esta tarde iba a ver a mi abuelito al hospital, que le han operado y mi madre quiere que vaya con ella...

¡Ufff! Pero ¡qué mala suerte!

Vale, vale, no pasa nada, puedo pedirles a mis padres que me acompañen. Después de todo, ¡seguro que les hace muchísima ilusión tener una hija a punto de convertirse en una cantante famosa! ¡Y me pueden incluso acercar en coche, así podré ponerme mis bailarinas con megapurpurina y no me las ensucio de camino al estudio! ¡Sí, sí, eso es lo que haré!

—Hija, pero ¡esto es increíble! —Mis padres están más que asombrados cuando llego con la noticia y la tarjeta de visita de la discográfica a casa—. ¡Qué orgullo más grande!

—¿Y dices que es esta misma tarde? —Mi madre se rasca la cabeza—. Vaya, yo esta tarde tengo una reunión de trabajo. ¿La podrás acompañar tú, cariño?

Mi padre cruza los brazos.

—Pues yo tengo que ir a hacer la compra —dice—. Vaya, qué lástima, con lo que me habría gustado acompañarte a ese casting, hija.

—No puede ser —protesto—. ¡NO PUEDE SER! ¿Cómo que no podéis acompañarme ninguno de los dos? ¡Esto es injusto! ¡Es una tragedia!

—Pero, Karina, hija, tranquila —interviene mi madre—. Le puedes pedir a tu hermana que vaya contigo, ¿no? Hoy creo que no tenía nada que hacer, y llegará de su clase de baile enseguida.

¡Ni soñarlo! ¡Ni loca voy a un evento tan HIPERMEGAIMPORTANTE con la tonta de mi hermana! ¡Para que entre en el estudio de grabación sudando y despeinada, y le dé la mano al director del casting y se la llene de sudor! ¡Seguro que nos echan a patadas! ¡No, ni me lo quiero imaginar!

Mi madre se encoge de hombros y recoge su maletín de la mesa.

—Pues, hija, si no quieres ir sola, esa va a ser la única opción —dice—. Nosotros tenemos que irnos ya. Y tú también deberías empezar a prepararte, no vayas a llegar tarde...

¡No! ¡No quiero ir sola! ¡Me niego! ¡Me niego en redondo y en cuadrado y en triángulo y en todo lo que es negable! ¡Qué

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