Sabotaje en el parque acuático 14

Isaac Palmiola

Fragmento

cap-1

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Hacía tanto calor que llevaban todo el día vagueando dentro de casa. Perrock y Gatson, tumbados en la moqueta de la habitación, solo se movían para seguir el movimiento del ventilador. ¡Y eso que la brisa que salía del aparato era caliente! Cuando se cansaban de ir hacia la derecha y luego hacia la izquierda, se tumbaban agotados en el suelo con la lengua fuera. Cualquiera diría que se movían menos que un fiambre de perezoso... Diego también estaba en MODO ZOMBI VERANIEGO, tanto que llevaba más de una hora echado en la cama derritiéndose lentamente como un sándwich de queso en una sartén.

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De repente oyeron un aviso de la tableta y Diego salió escopeteado hacia el escritorio: había recibido un correo electrónico nuevo en su cuenta del Mystery Club.

—¡OH, NO, UN CASO NUEVO NO! —se lamentó el chico.

Había acabado el curso escolar y ahora solo quería pasear por casa en calzoncillos, leer libros de misterio y bañarse en la piscina. Abrió el correo electrónico, lo leyó en silencio y se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja en el rostro justo cuando entraba Julia en la habitación abanicándose enérgicamente con una revista.

—¡MENUDA SORPRESA TENGO PARA TI!

—No puede ser peor que verte en gayumbos... —Julia lo miró de arriba abajo con asco—. Un apocalipsis zombi, el inicio de la Tercera Guerra Mundial o la huida de prisión de Lord Monty me parecerían noticias agradables al lado de esta visión horrenda.

Diego estaba de demasiado buen humor como para sentirse insultado y leyó en voz alta el correo electrónico de forma casi literal:

Queridos Diego y (su medio hermana tonta del todo) Julia:

¡Muchísimas felicidades! Acaban de ganar un fin de semana en Tenerife con todos los gastos pagados para que disfruten de la isla: billetes de avión, alojamiento en el hotel Felicidad Tropical y entradas para el parque acuático Siam Park.

Esperamos que sea de su agrado.

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Por un momento a Julia se le olvidó que su hermano iba en calzoncillos.

—¡SIAM PARK! —exclamó—. ¡Dicen que es el mejor parque acuático del mundo!

—¡Y que las perras tinerfeñas son las más altas y preciosas del planeta! —añadió Perrock.

—¡Vaya panda de paletos los tres! —maulló Gatson—. ¿Es que no sabéis que todos estos correos y mensajes que regalan cosas son siempre timos?

Perrock se puso de pie y empezó a agitar la cola, burlón.

—Lo que te pasa es que no soportas el agua —ladró—. Y por eso no quieres ir a ningún parque acuático...

—Le gusta menos el agua que las verduras hervidas... —rio Julia.

—Si nos hubieran invitado a una degustación de anchoas ahora estaría pegando saltos de alegría... —se mofó Diego.

Gatson empezó a afilarse las uñas con la alfombra, mosqueado.

—Os digo que es una estafa —insistió—. Solo un tonto caería en una trampa tan evidente... Además, no os burléis de mi fobia acuática.

Julia sacó el teléfono móvil y tecleó unos instantes. Salió de la habitación y empezó a hablar con alguien. Tras unos minutos, colgó y volvió a entrar con una amplia sonrisa.

—Acabo de llamar al hotel Felicidad Tropical y me han confirmado que tenemos reservada una habitación doble con plaza para dos mascotas y entradas para el Siam Park —explicó—. Lo que no me han confirmado es que durante el fin de semana se celebre ningún concurso de comer gambas para gatos...

Todos volvieron a reírse a costa de Gatson.

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cap-2

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Desde el avión podía verse la silueta del Teide, el volcán que domina la isla de Tenerife. Julia y Diego estaban tan flipados que casi habían olvidado que se odiaban.

—SOLO ESPERO TENER PAZ Y TRANQUILIDAD —comentó Julia—. La última vez que fuimos de vacaciones surgió un lío que fue demasiado, creo que es el caso más complicado que hemos tenido en nuestra vida.

—BAH, NO SEAS DRAMA QUEEN. DESDE QUE LORD MONTY ESTÁ EN PRISIÓN TODO ESTÁ MÁS TRANQUILO —dijo Diego—. Es el karma. Nos pasan cosas buenas porque hemos hecho cosas buenas...

El avión aterrizó sin problemas y los dos hermanos fueron a buscar el equipaje y a sus dos mascotas. Los animales llevaban tal mareo encima que ni siquiera podían mantenerse en pie. ¡Parecían dos patos en una noria!

—No había servicio de catering —se quejó Gatson—. Ni mis tatarabuelos pasaron tanta hambre durante la guerra.

Había traído una maleta de mano con un traje de neopreno gatuno, gafas para bucear y un respirador, pese a que había prometido que solo saldría de la habitación para asistir al bufet libre del desayuno.

El gato estaba de un humor pésimo. Y Perrock, casi de color verde, había vomitado seis veces durante el trayecto.

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Todo normal, vamos.

Todo menos lo que ocurrió a continuación.

—¡SEÑORA FLETCHER! ¡MARLOWE! —exclamó Diego frotándose los ojos.

Era cierto. Los dos veteranos investigadores del Mystery Club se encontraban en el aeropuerto de Tenerife con una pinta de guiris tremenda. La señora Fletcher llevaba un vestido de flores y un sombrero de paja, mientras que Marlowe iba con pantalón corto y una camisa hawaiana abierta hasta medio pecho.

—EL MUNDO ES MÁS PEQUEÑO QUE UN PAÑUELO REPLETO DE MOCOS —exclamó Diego—. ¿SE PUEDE SABER QUÉ HACÉIS AQUÍ, EN TENERIFE?

—DE VACACIONES —contestó Fletcher—. Nos hemos encontrado en el avión por casualidad. Parece imposible, pero a los dos nos ha tocado un viaje a la isla con todos los gastos pagados.

Lo mismo que a Diego y Julia. PARA FLIPAR. Tenían más posibilidades de encontrar petróleo cavando en una playa de Barcelona que de coincidir con aquellos amigos en ese aeropuerto. Llegaron a la conclusión de que el Gobierno quería promocionar Tenerife como destino turístico.

Mientras Gatson remugaba que se trataba de un timo, decidieron compartir un taxi para ir al hotel. Todos dejaron las cosas en las habitaciones y bajaron a la piscina a darse un chapuzón. Allí se encontraron con otra sorpresa. Tumbado en una hamaca había un señor muy barrigudo zampándose un helado gigante de cuatro bolas. A Julia le costó un instante reconocerlo porque estaba acostumbrada a verlo vestido con el uniforme de la policía y comiendo rosquillas.

—¡AGENTE ZAMPARROSQUILLAS, qué casualidad! —exclamó ella.

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—¡TODOS DE VACACIONES! —se rio el policía—. ¿A voso

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