Sueños por cumplir (La diversión de Martina 10)

Martina D'Antiochia

Fragmento

cap-2

imagen

Nico: ¡YA! ¡YA SE VE! ¡YA LLEGAMOS!

imagen

Los gritos de Nico han debido de oírse en todo el avión, EN TODO. Y, si alguno de los pasajeros no le ha oído, no pasa nada porque Nico se ha puesto a saltar en su asiento, y a señalar una de esas ventanas redondas, pequeñas y supergruesas del avión.

Entonces Sofía lo ha sacado de su asiento para ponerse ella y poder mirar por la ventanilla.

Sofía: ¡Pero si no se ve nada! Solo un montón de casitas diminutas, y carreteras tan estrechas que parecen fideos...

Porque así se ven las cosas desde un avión: pequeñísimas, como si fueran de juguete.

Yo también me he inclinado un poco hacia la ventana. Como han dicho Nico y Sofía, sobrevolábamos casitas, carreteras estrechísimas, puentes, bosques y un mar azul, de un azul que hasta ahora no había visto jamás, tan claro, tan limpio. Se me ha hecho un nudo en la garganta. Un escalofrío me ha recorrido todo el cuerpo al darme cuenta de que ya estábamos llegando a Miami.

Un momento. Esto se merece que lo ponga en LETRAS BIEN GRANDES:

imagen

imagen

Es decir, MIAMI, la ciudad de Estados Unidos. Sí, la ciudad más grande de Florida, donde hay playas en las que el mar es de ese magnífico color azul turquesa, con palmeras, con los mejores parques de atracciones del mundo, y tiendas, y parques naturales, y... y...

imagen

Todavía me cuesta creer que nuestra escuela nos propusiera ir a Florida como viaje de fin de curso porque es..., bueno... ¡Serán unas vacaciones perfectas! En algunos lugares del mundo puedes encontrar playas maravillosas, o museos apasionantes, o tiendas exclusivas, pero ¿TODO A LA VEZ?

No he podido aguantarme más, le he dado un codazo a Hugo para que mirara él también.

Yo: ¡Hugo! ¡¿Lo ves?! ¿No es emocionante?

De repente, el avión ha dado una sacudida. Un par de filas de asientos atrás hemos oído un grito de miedo y me he imaginado que se trataba de Lucía (porque Lucía ODIA, ODIA, ODIA las alturas y, claro, ir en avión también). De hecho, el único a quien no parecía importarle ni la sacudida, ni que el avión girara hacia un lado para comenzar el aterrizaje, ni siquiera las VISTAS MARAVILLOSAS era a Hugo. Se ha limitado a girarse hacia mí y a decirme con voz supermonótona:

Hugo: Ya veo...

Tendría que haberme preocupado. Que Hugo me respondiera así de seco hubiera tenido que parecerme SUPER-SUPERRARO, pero...

FLORIDA, ¿VALE?

Además, había muchas razones por las que Hugo podía estar raro, como, por ejemplo, el MONTÓN DE HORAS que llevábamos dentro del avión o lo TEMPRANO QUE NOS HABÍAMOS LEVANTADO POR LA MAÑANA PARA IR AL AEROPUERTO.

En mi defensa diré también que, a los pocos segundos, Hugo parecía de vuelta a la normalidad. Se ha incorporado un poco en la butaca del avión y se ha inclinado hacia la ventana para ver el paisaje.

Hugo: Tienes razón, esto es genial...

Y luego me ha cogido de la mano. Y me ha dado un beso justo, JUSTO, en los nudillos, que me ha parecido un gesto SUPERCARIÑOSO, y puede que me haya dado un escalofrío y todo...

Es que ya, YA, desde unos pocos meses atrás, desde que viajamos a Madrid (y en menudo lío nos metimos en Madrid), sin ninguna duda, sin ni la más REMOTA, PEQUEÑA, INSIGNIFICANTE DUDA, Hugo y yo éramos novios.

No-vios.

Novios.

Novios.

Perdón. Ya paro. Pero es que suena tan bien: NOVIOS.

El avión, entonces, ha dado otra sacudida y ha comenzado el descenso, ahora sí, a bastante velocidad. Casi sin querer (porque NO tenía miedo) he sujetado a Hugo con más fuerza mientras el avión descendía, y las casas que parecían de juguete se volvían cada vez más de verdad, y las carreteras se hacían más grandes, y toda la ciudad de Miami se volvía una ciudad de verdad, y no una de juguete.

Y, por fin, hemos aterrizado.

Ha ocurrido lo que SIEMPRE ocurre al aterrizar un avión: que TODOS los pasajeros nos hemos puesto en pie, muertos de ganas de salir después de estar encerrados tantas horas. Se han levantado Nico y Sofía, y Lucía, que parecía todavía mareada, y los más de veinte compañeros de la escuela con los que viajábamos. Incluso los tres profes que nos acompañaban, Mr. Tom, Miss Judith y Mr. David, se han puesto en pie, pero ellos lo han hecho para decir:

Mr. Tom: ¡Chicos! ¡Chicas! Sentaos. ¡Tenemos que quedarnos sentados hasta que podamos salir!

Pero nadie podía estar sentado. Nadie podía, tampoco, dejar de cuchichear o de mirar a través de las ventanas gruesas del avión.

Porque, ya lo he dicho, acabábamos de aterrizar en Florida. ¿QUIÉN PODRÍA ESTAR SENTADO EN UN MOMENTO ASÍ?

Yo, desde luego, no.

Cuando el personal de cabina del avión ha abierto las puertas, el caos ha aumentado todavía más, porque todo el mundo quería recoger a la vez sus maletas de mano, y todo el mundo quería salir a la vez POR EL MISMO PASILLO (y es un pasillo bastante estrecho, así que ya veis dónde estaba el problema...). Aun así, yo he sujetado bien fuerte a Hugo y le he dicho:

Yo: Vamos, corre...

A toda prisa nos hemos escabullido entre la gente, hemos salido del avión y finalmente hemos llegado al edificio del aeropuerto. Allí, nos hemos quedado muy quietos los dos, todavía agarrados de la mano. A mí me faltaba el aliento, pero no por la carrera, sino porque en la sala del aeropuerto había un ventanal ENORME y a través de ese ventanal se veía todo Miami, con sus casas y rascacielos, ahora sí, lo bastante cerca como para que empezara a creerme que estábamos en esa ciudad maravillosa.

Yo: Es que ¿te lo puedes creer? ¿No estás emocionado?

Él ha sacudido la cabeza lentamente. Igual que antes, no parecía ni muy emocionado ni tampoco muy atento a lo que yo le estaba diciendo.

Pero, otra vez, he pensado que era todo culpa del cansancio del viaje. He pensado que solo necesitaba ir al hotel, dormir toda la noche de un tirón y que por la mañana Hugo sería el Hugo de siempre.

imagen

cap-3

imagen

Al principio no me he dado cuenta de que algo iba REALMENTE MAL, pero... ¿cómo iba a darme cuenta si no hemos parado de hacer COSAS?

Nuestro hotel se encontraba a las afueras de Miami. Puede parecer algo POCO GUAY (es decir, lo guay hubiera sido dormir en el centro d

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos