«Persuasión», Netflix y Jane Austen: todo lo que (no) aprendimos de la nueva Anne Elliot

«Persuasión» es (quizá) la mejor novela de Jane Austen, aunque esto es algo que difícilmente se aprecia en esta reciente adaptación de la obra.

29 julio,2022

Anne Eliot, la heroína de la última y mejor novela de Jane Austen, Persuasión, se nos describe como dotada «de un espíritu sensible y de un carácter dulce», lo que parece haberse olvidado en la nueva adaptación de Netflix. Esta Anne —interpretada por Dakota Johnson— tiende a ponerse en evidencia, es propensa a la bebida y se deleita ostentosamente por la caída de su ridícula familia. Al igual que en la novela, los espectadores se encuentran por primera vez con Anne cuando tiene veintisiete años: está imperdonablemente soltera, y aún enamorada con pasión del apuesto Frederick Wentworth, al que había rechazado ocho años antes, tras ser persuadida de ello. Cuando se entera de que Wentworth ha vuelto al país convertido en un rico capitán de la Armada, Anne cae en cama. Él «fue la única persona que de verdad me entendió jamás», dice sollozando. Así empieza la película Persuasión.

Esta Anne —interpretada por Dakota Johnson— tiende a ponerse en evidencia, es propensa a la bebida y se deleita ostentosamente por la caída de su ridícula familia.

¿Y quién no disfruta de una buena historia sobre unos amantes que luego son ex, luego amigos y luego amantes? Es fácil identificarse con ella, y se presta perfectamente a una adaptación a la que inyectarle las sensibilidades de la generación Z. De hecho, Netflix se ha esforzado mucho para asegurar que esta adaptación atraiga a los que pasan tanto tiempo en internet como leyendo a Austen. Es imposible ver a Anne como la interpreta Johnson sin acordarse de un comentario que hizo una persona: dijo que tenía cara «de saber lo que es un iPhone». Sin embargo, ese parece ser justamente el propósito de esta adaptación.

Anne ya no parece la hermana ignorada en el rincón, que juzga en silencio a los que considera por debajo de ella, sino un híbrido de Fleabag y Bridget Jones con arrebatos espontáneos y encontronazos incómodos. El lenguaje sigue ese modelo y busca su espacio a empujones entre las citas directas del material original y una jerga coloquial contemporánea que no desentonaría mucho en Love Island. Un personaje afirma que «si eres un cinco en Londres, eres un diez en Bath», y la hermana de Anne, Mary, habla de ser «empática» con alguien que necesita «autocuidado». Imaginemos el cuarteto de cuerda que interpreta versiones de canciones pop en Bridgerton, pero llevado a una película entera. Parece diseñada para que se viralice, y sin duda lo hará.

A la directora hay que reconocerle el mérito de que casi funcione. Esta Persuasión de Netflix es a menudo divertida, y es emocionante oír a algunos personajes normalmente estirados hacer bromas pícaras sobre las tarjetas de visita. Se propone algo, al menos. Todas las adaptaciones son producto de su tiempo; sin la modernización no tendríamos Fuera de onda (sería una gran pérdida), pero es imposible no sentir que se ha menospreciado la afiladísima prosa de Austen con este cambio. Pensemos, por ejemplo, la conmovedora descripción que hace Austen de la primera vez que se encuentran Anne y Wentworth:

No era posible que existieran dos corazones más abiertos, gustos más semejantes ni rostros en que el amor se manifestase más palpablemente. Pero ahora eran extraños el uno para el otro, y aun más que extraños, porque nunca volverían a conocerse. Se trataba de un alejamiento definitivo. 

En la película, Anne pronuncia estas líneas del guion mirando a la cámara. Nos dice: «Somos unos desconocidos. Peor que desconocidos. Somos ex». El fondo sigue siendo el mismo, pero la forma no surte el mismo efecto.

¿Y quién no disfruta de una buena historia sobre unos amantes que luego son ex, luego amigos y luego amantes? Es fácil identificarse con ella, y se presta perfectamente a una adaptación a la que inyectarle las sensibilidades de la generación Z.

Estas palabras, como muchas otras que intentan reflejar en pantalla el ingenioso tono de Austen, se le ceden a Anne con miradas a cámara, rompiendo la cuarta pared. Y, aunque este recurso no es nuevo en las adaptaciones de Austen, aquí se utiliza con tanta frecuencia que hace pensar que a los realizadores les preocupa que no pillemos la gracia. Sin embargo, Austen confiaba en que los lectores verían el humor por sí mismos: era una experta escritora de comedia, sobre todo cuando torcía las dinámicas de la familia y de quienes carecen de autoconciencia. La sátira depende de que el lector sea capaz de entender a los personajes mejor que ellos mismos, y de apreciar la comicidad de sus contradicciones y estrambóticas afirmaciones. Hacer que Dakota Johnson le guiñe un ojo al espectador cada vez que esto ocurre contradice la inteligencia que Austen atribuye a sus lectores.

Crédito: Getty Images.

Afortunadamente, algunas veces se permite que nos llegue el brillo de la genialidad de Austen, en especial en la emblemática carta de Wentworth para Anne en la que por fin le declara sus sentimientos. Es la acumulación, durante toda una novela, de incertidumbre y añoranza mientras Anne y Wentworth aprender a comprenderse el uno al otro. Es poco frecuente que Austen retrate un momento sí de forma tan directa; al mostrar íntegramente la carta de Wentworth, el lector comparte la experiencia de Anne de algunas de las palabras más románticas y atemporales jamás escritas:

Se me parte el alma y vacilo entre la desolación y la esperanza. No me diga, por Dios, que ya es tarde y que esos bellísimos sentimientos no anidan ya en su pecho. Nuevamente me ofrezco a usted, y mi corazón es aún más suyo ahora que cuando me lo destrozó hace ocho años. […] Una palabra, una mirada bastarán para decidir si he de ir a casa de su padre esta tarde o nunca. 

Si bien la declaración de Wentworth sobrevive en su mayor parte intacta, al margen de que el guion la recorte para dejar las partes más jugosas, la liberación emocional de este momento pierde toda la fuerza, en gran medida porque los personajes no pueden dejar de decir lo que sienten. En su introducción para Penguin de la edición británica de Persuasión, Colm Toíbín escribe que es «una novela llena de sombras y silencios», algo que esta versión fílmica te haría olvidar. Persuasión es un libro sobre el anhelo y la separación. Trata sobre el amor que se demuestra con los actos, en primer lugar. Y, sobre todo, trata de las cosas que no se dicen, hasta el ultimísimo momento, cuando el corazón ya no puede soportarlo más.

La exquisita agonía que Anne siente al encontrarse en la misma habitación que el hombre que una vez estuviera apasionadamente enamorado de ella, y que ahora apenas puede mirarla, desaparece. En su lugar, coquetean, cotorrean y hablan de su pasado común (esto mientras vemos la cara de Anne inapropiadamente embadurnada de mermelada). Toda esa firme determinación de Wentworth de ser «indiferente» hacia ella no se puede debilitar porque, para empezar, nunca estuvo ahí. 

Austen confiaba en que los lectores verían el humor por sí mismos: era una experta escritora de comedia, sobre todo cuando torcía las dinámicas de la familia y de quienes carecen de autoconciencia.

En esta adaptación, los unos exponen sus sentimientos por los otros, y a menudo en público: Wentworth declara durante la cena que está dispuesto a casarse con cualquier mujer joven de entre «dieciocho y ochenta años» (una conversación que en el libro mantiene en privado con su hermana). Anne responde espetándole que Charles Musgrove quiso casarse con ella primero, y —al estilo de las «mujeres desastrosas» de la cultura pop milenial— tiene que dar marcha atrás entre titubeos. En el libro, esta conversación se produce entre Louisa y Wentworth, y para él es una de las primeras señales de que sigue importándole a Anne. Al decir en alto lo que iba en voz baja, la tensión dramática y la agridulce información que el lector conoce de antemano se desvanecen. En esencia: a Anne y Wentworth no se les deja espacio para el anhelo en esta adaptación. Y el anhelo es lo que hace de Persuasión una historia de amor tan imperecedera.

Al tratar de llevarse a Anne al siglo XXI, los realizadores han sacrificado mucho de aquello que la convierte en la heroína que es. Si se juzga solo por sus méritos propios, esta adaptación es una película disfrutable y amena en la que casualmente aparecen nombres y lugares muy parecidos a los de Persuasión. Una comparación directa con la prosa de Austen casi parece injusta, como ocurriría con cualquier adaptación. Como reflejo de nuestra época actual, la versión de Netflix presenta el interesante retrato de una mujer que debe arreglárselas con una familia ingobernable, las convenciones sociales y su propio corazón roto. Lo que sí demuestra, al menos, es lo relevante y universal que es la escritura de Austen más de doscientos años después. Aunque esta adaptación no trata a Anne Eliot como merece, solo cabe esperar que el renovado interés en la novela más romántica y franca de Austen lleve a nuevos lectores a descubrir su obra por sí mismos. En ese aspecto sí se nos puede persuadir.

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