«Cónclave», la novela que se coló en el Vaticano tras la muerte de un Papa
Tras la muerte del Papa Francisco este 21 de abril de 2025, el libro «Cónclave» (Grijalbo) de Robert Harris, publicado en 2016, se ha vuelto de total actualidad. Su trama, centrada en la muerte de un Papa reformista y en las intrigas políticas que surgen durante un tenso conclave en el que se decide su sucesor, muestra con absoluta precisión lo que podría suceder hoy en el Vaticano. Un original «thriller» papal que habla de los secretos, la corrupción y las luchas internas que existen en el seno de la iglesia de Roma, y que convierten al Vaticano en un escenario de novela negra. El libro ha sido además brillantemente adaptado por Edward Berger, recibiendo nada menos que ocho nominaciones en la edición de 2025 de los premios Óscar.

Imagen de apertura: Max Rompo. Fotograma de Cónclave (Edward Berger, 2024). Crédito: Focus Features.
Únicamente existe en el mundo un proceso de elección que tenga mil años de antigüedad y que todavía se celebre: el Cónclave, una reunión que organiza el Colegio Cardenalicio de la Iglesia católica para elegir a un nuevo Papa y que se lleva realizando desde el año 1059, aunque no tomó su actual forma hasta doscientos años después. Por supuesto, antes del siglo XI también se elegía al máximo líder de la Iglesia católica, pero no había un proceso tan definido y legislado como el de ahora, ya que entonces podían participar laicos o incluso un rey podía decidir a dedo al nuevo Papa, algo que sucedió en muchas ocasiones. Desde entonces se han realizado 110 elecciones papales y ha habido pontífices de todos los gustos y duración, desde Urbano VII, que solo duró trece días en el cargo, hasta los 31 años de pontificado de Pio IX.
Se trata de una de las reuniones más conocidas de la historia occidental y, al mismo tiempo, de una de las más enigmáticas, ya que se ha venido realizando a puerta cerrada en Roma desde hace siglos. El secretismo ha sido una de las claves de este proceso, quizá una forma de convertirlo en un acto espiritual y no mundano, como elegir a un nuevo presidente. El lugar en el que se lleva a cabo, uno de los más admirados del mundo, la Capilla Sixtina, muestra una vez más el talento de la Iglesia católica para crear una puesta en escena prodigiosa, que acerca la fe al arte, pero que al mismo tiempo es un ejercicio de propaganda sobre su poder en el cielo y en la tierra. Así, bajo los frescos de Miguel Ángel sobre El juicio final, que el artista tardó veinticinco años en acabar (1536-1541), cerca de 120 cardenales (todos menores de 80 años), deciden sus votos en secreto.
Se trata de un proceso controlado por multitud de protocolos, normas y reglas. Una de las más importantes es que los cardenales tienen prohibido comunicarse con el exterior y tampoco pueden recibir noticias de fuera para que nada perturbe su tarea. Por supuesto, estas normas han tenido que adaptarse al paso del tiempo y a las nuevas tecnologías. Es por este motivo que desde el año 2013, durante el último cónclave, la Capilla Sixtina fue revisada metro a metro en busca de dispositivos ocultos de escucha o de vigilancia. La conexión wifi quedó desconectada en todo el Vaticano e incluso en la Capilla Sixtina se utilizaron inhibidores de frecuencia para evitar cualquier comunicación. Aparte, se vigila a todo el personal, ya que en anteriores cónclaves se descubrieron a periodistas haciéndose pasar por trabajadores del Vaticano.
Este sería, por tanto, el contexto en el que transcurre la exitosa novela Cónclave, escrita por Robert Harris. Una obra que muestra un nivel de documentación asombroso no solo gracias al gran trabajo de investigación que realizó el autor, sino porque Harris contó con la inestimable ayuda del fallecido cardenal inglés Cormac Murphy O'Connor, quien participó en los cónclaves de 2005 y 2013. Hasta ese momento Harris había sido un escritor especializado principalmente en thrillers históricos, pero la idea de hablar sobre el proceso de selección papal le vino en 2013 mientras estaba a punto de finalizar su Trilogía de Cicerón y vio las noticias de la elección del papa Francisco. «Justo antes de que el [nuevo] Papa se revelara en el balcón, las ventanas de ambos lados se llenaron con las caras de los cardenales electores que han venido a verlo. Vi sus rostros -todos hombres mayores, astutos, algunos muy benignos y santos, algunos con un aspecto bastante cínico- y pensé: "Oh, Dios mío, estoy viendo el Senado romano"». Descubrió una conexión entre la antigua Roma, de la que había escrito en sus anteriores libros, y lo que estaba sucediendo en este momento histórico.
Así nació la idea de hacer un thriller papal cuyo protagonista fue el ficticio cardenal decano Jacopo Baldassare Lomeli, encargado de organizar el próximo Cónclave tras la muerte del Papa en la novela. Curiosamente, el nombre de Lomeli en la película que adapta la novela fue cambiado por el del cardenal inglés Thomas Lawrence para que no hubiera semejanza alguna con el decano actual, un italiano. Este personaje fue interpretado en el filme -dirigido por Edward Berger y ganador del Óscar a la Mejor película internacional por Sin novedad en el frente (2023)-, por Ralph Fiennes, en uno de los mejores papeles de su carrera. Una interpretación capaz de mostrar la sensibilidad, las dudas, y la fortaleza interior del personaje; de hecho, una vez leída la novela es imposible imaginar al decano Lomeli sin el rostro del actor. La acción comienza con la muerte del Sumo Pontífice en su apartamento en la Domus Sanctae Marthae, la casa de huéspedes del Vaticano, un hecho que le conecta directamente con el Papa Francisco, pues él fue el primer Papa que durmió en aposentos tan humildes. Al igual que el Papa Francisco, el de la novela es progresista y tuvo que enfrentarse en vida a la vieja guardia del Vaticano, contraria a cualquier cambio y decidida a mantener sus privilegios (en la novela se explica que algunos cardenales poseen lujosos aposentos de más cuatrocientos metros cuadrados). Lomeli es un hombre íntegro cuya fe sin embargo se tambalea por momentos. Intentó por ello dimitir de sus cargos antes de la muerte del Papa, pero para su decepción solo recibió esta respuesta: «Unos son elegidos pastores y otros son necesarios para administrar la granja. La tuya no es una labor pastoral. Tú no eres pastor. Eres administrador».
Es por ello que Lomeli se encargará de organizar y dirigir el cónclave para elegir al sucesor. De entre los muchos cardenales hay sin embargo cuatro candidatos principales. Son Aldo Bellini de los Estados Unidos, un progresista en la línea del difunto Papa y al que Lomeli preferirá; Joshua Adeyemi de Nigeria, un conservador a ultranza en contra de los homosexuales; Joseph Tremblay de Canadá, un conservador radical; y Goffredo Tedesco de Italia, un tradicionalista reaccionario muy crítico con el antiguo papa y quiere volver a las misas en latín.
Pero el decano Lomeli no solo tiene alma de administrador, sino también de investigador, y pronto comienza a indagar en los extraños hechos que se han producido alrededor de la muerte del Sumo Pontífice. El primero de ellos es que se le ocultara su enfermedad (muere de un ataque al corazón), y sobre todo que la última persona en verle fuera el cardenal Tremblay, quien tardó dos horas en dar el aviso. Uno de los ayudantes del decano además le comenta que durante ese encuentro el Santo Padre apartó a Tremblay de todos los cargos que ocupaba en la Iglesia por conducta censurable. Sin embargo, Lomeli carece de pruebas para hacerlo público y más cuando Tremblay es uno de los claros favoritos a ser el nuevo pontífice.
Los cardenales van llegando al Vaticano, y cada uno ocupa su aposento en la Casa de Santa Marta, que dispone de ciento veintiocho dormitorios y que está administrada por las monjas pertenecientes a la compañía de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Las ventanas han sido cerradas y los cardenales han sido obligados a entregar sus teléfonos móviles. Están literalmente encerrados. Aparte, se sabe que ha habido numerosas amenazas de ataque terrorista y la ciudad del Vaticano está rodeada por miles de policías.
Se ha producido además otro hecho insólito justo antes del inicio del cónclave: la aparición de un cardenal que nadie más conocía y que había sido investido In pectore, «en el corazón», una antigua disposición según la cual un Papa podía designar un cardenal sin necesidad de revelar su nombre, ni siquiera a sus colaboradores más cercanos. Vincent Benítez, nacido en Manila, era el arzobispo de Bagdad, cosa que nadie sabía, y antes había estado en el Congo. Su llegada deja a todos desconcertados. Entre tanto, Lomeli investiga qué sucedió entre Tremblay y el Papa aquella noche, y descubre la existencia un informe que en teoría se hizo desaparecer.

Fotograma de Cónclave (Edward Berger, 2024). Crédito: Focus Features.
A partir de este momento la novela se va haciendo cada vez más emocionante gracias un hábil uso de la intriga y a la creación de complejos personajes que forman parte de este thriller sin crimen ideado en el lugar supuestamente más santo del mundo. Una proeza narrativa. Casi podemos hablar de una partida de Cluedo en el Vaticano.
Cuando comienza propiamente el cónclave, el decano Lomeli hace suyas unas palabras que parecen dictadas literalmente por el autor de la novela: «Sus ojos viajaron por las cuatro filas de asientos bien separadas. Caras de astucia, caras de aburrimiento, caras encendidas de éxtasis religioso; un cardenal dormido. Tenían el aspecto que él imaginaba que tendría el Senado de togados de la Roma milenaria en los días de la antigua República». Luego, durante las primeras votaciones, llevadas a cabo en la Capilla Sitxina, se van conociendo los candidatos más votados: Tedesco, Bellini, Adeyemi, y Tremblay. Sin embargo, hay una serie de votos inesperados, cinco para Lomeli, hecho que le supondrá ser criticado, ya que piensan que toda su actitud es una estrategia para hacerse con el cargo. Pero todavía todos están muy lejos de los 79 votos necesarios para ganar elección. Fumata negra.
Durante las siguientes votaciones, el candidato africano, en ascenso, parece estar a punto de alcanzar la gloria, cuando un extraño suceso en el comedor cambia por completo sus posibilidades. Una discusión entre una de las de hermanas, también africana, y él, hace saltar todas las alarmas. Lomeli decide entonces estudiar a fondo el asunto y, tras descubrir que el cardenal Adeyemi había tenido un hijo con la monja treinta años atrás, habla con él para que retire su candidatura. Además descubre otro hecho igualmente grave: uno de los cardenales había orquestado aquel plan y enviado a la monja/amante al Vaticano. ¿Quién sería? ¿Bellini, Tremblay, Tedesco?
Según la tradición, durante la quinta votación se solía decidir el candidato, pero todos estos acontecimientos están provocando la repetición de las mismas. Más fumata negra. Adeyemi cae en picado y Tremblay se pone en cabeza. Mientras, Lomeli sigue investigando el asunto de la monja, y tras hablar con la hermana superiora descubre que fue Tremblay quien había orquestado todo. Pero cuando habla con el cardenal, este se defiende diciendo que fue el Papa quien se lo ordenó.
La crisis personal de Lomeli se va acentuando y, tras una conversación con Vincent Benítez, el religioso más íntegro del conclave, se da cuenta de que ha dedicado los últimos treinta años a adorar a la Iglesia en lugar de a Dios. Deseoso de salvar el cónclave, decide entrar en los aposentos del Papa a pesar de que estos han sido sellados tras su fallecimiento y está prohibido el paso. Quiere hallar el informe inculpatorio contra Tremblay. Tras revisar el dormitorio halla extractos bancarios de todos los cardenales. Convencido de que tiene que haber algo más, descubre oculto tras la cabecera de la cama del pontífice un informe sobre las actividades de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; más exactamente un informe sobre las actividades de su prefecto, el cardenal Tremblay. Gracia a ello sabe que Tremblay ha comprado sus votos.

Fotograma de Cónclave (Edward Berger, 2024). Crédito: Focus Features.
Decide entonces fotocopiar todo el material y pone un ejemplar en cada mesa del comedor para que todos lo lean. El escándalo es mayúsculo, primero por lo que demostraba, y segundo porque Lomeli se hubiera atrevido a entrar en los aposentos papales. También se le acusa de favorecer ahora al conservador Tedesco, quien tendrá más opciones que Bellini, al que apoya Lomeli. Se trata todo, pues, de una encarnizada lucha política. Pero, a pesar de las pruebas, muchos siguen sin creer que Tremblay sea culpable, hasta que la madre superiora de la Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl testifica en contra él, asegurando que él mandó buscar a la monja africana. Pero los secretos no acaban ahí, ya que el ayudante de Lomeli descubre que Vincent, el cardenal de Bagdad, estuvo a punto de recibir un tratamiento en una clínica de Suiza por una enfermedad desconocida.
Durante la siguiente votación, una fuerte explosión rompe las ventanas de la Capilla Sixtina aunque no llega a provocar heridos. Se ha producido un brutal atentado terrorista islamista que ha tenido replicas en todo el mundo. Lomeli decide explicar a los cardenales lo que está sucediendo en el exterior, lo que provocará una violenta discusión en la que Tedesco muestra su lado más reaccionario y plantea una guerra abierta contra el Islam. La respuesta de Vincent Benítez, el más honesto e íntegro de todos, y a favor de tolerancia, provocará que obtenga los votos necesarios para ser investido sumo Pontífice, tomando como nombre Inocencio. Fumata blanca. Sin embargo justó después de la votación final, Lomeli descubrirá el secreto de la enfermedad de Benítez y que el anterior Papa había mantenido oculta. Algo que puede cambiar por completo el rumbo de la iglesia.
La novela fue llevada fielmente a la pantalla por Edward Berger y llegó a ser nominada a ocho premios Oscar, aunque solo ganaría uno, precisamente el de mejor guion adaptado. La película destaca por su cuidaba escenografía (la Capilla Sixtina fue recreada en un estudio), su fotografía, donde destaca un omnipresente color rojo cardenalicio, y como ya comentamos por la brillante actuación de Fiennes, encarnando a Lomeli/Lawerence. Pero quizá su valor principal sea el de mostrar las intrigas políticas y conspiraciones que se dan durante la celebración de un cónclave y exponerlas a la luz, de tal forma que la próxima ocasión en la que se celebre un cónclave podremos imaginarnos con total perfección que está ocurriendo tras las cuatro paredes de la legendaria Capilla Sixtina.
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