Música para camaleones
¿Por qué ciertas canciones y obras musicales nos emocionan de inmediato aunque no sepamos una pizca de armonía y otras parecen exigirnos conocimientos que no tenemos o un esfuerzo descomunal para disfrutarlas? ¿Cuánto se debe a la composición y cuánto a nuestros juicios y prejuicios musicales? Mariano Peyrou, autor del ensayo «Oídos que no ven. Contra la idea de música intelectual» (Taurus), responde las cinco preguntas de LENGUA y destierra la noción de que ciertos estilos son impenetrables con una revelación sobre el funcionamiento invisible de las notas: cómo piensan los compositores, por qué nos resistimos a la experimentación y qué tienen en común la música clásica, el jazz, las músicas folclóricas que se reproducen de generación en generación, y las canciones de rock y pop que todos cantamos alguna vez.
Por Revista LENGUA
19 de mayo de 1967: The Beatles terminan de grabar su nuevo álbum experimental Sgt Pepper's Lonely Hearts Club Band. Crédito: Getty Images.
LENGUA: ¿Qué dirías a las personas que no logran entrar en ciertas músicas porque no las entienden?
Mariano Peyrou: Músicos como Beethoven o los Beatles fueron muy criticados en su momento porque «no se entendía» lo que estaban haciendo. La mayoría de las propuestas musicales interesantes supone una nueva manera de hacer las cosas y por lo tanto una nueva manera de escuchar. Lo que hay que aprender no son complejos parámetros musicales, sino que debemos acostumbrarnos a las obras que «no entendemos», empezar a conocerlas, hacernos amigos de ellas y captar sus particularidades. Es lo mismo que les diría a quienes en 1820 o 1964 rechazaban a Beethoven o a los Beatles porque los escuchaban con unos oídos orientados hacia la música que se hacía antes. A veces sentimos curiosidad ante ciertos géneros o músicos, y al acercarnos a ellos tenemos esa sensación de no entender. Puede pasar con la música contemporánea, con el jazz moderno, con el flamenco; a alguna gente también le pasa con la música clásica o con el jazz más convencional. Pero a todos nos ha pasado que algunas cosas nos desagradan hasta que nos acostumbramos a ellas. Por ejemplo, el café: suele resultar demasiado amargo y fuerte la primera vez que lo probamos, y aprendemos a encontrar un placer en su sabor. El café siempre es el mismo, pero nosotros cambiamos, adaptamos nuestro marco de referencia. Con la música pasa exactamente lo mismo. Si es novedosa para los oyentes, lo normal es que genere rechazo. No pasa nada. Hay que probarla otra vez.
Sonidos del más allá
LENGUA: ¿Por qué es importante deshacerse de la idea de música intelectual? ¿En qué medida esa idea estorba a los oyentes y los distrae del objetivo principal, que es disfrutar de la música?
Mariano Peyrou: Creo que nos enriquecería, en vez de disfrutar de la música, disfrutar de «las músicas». O sea, tener un concepto más abierto de lo que es la música, que incluya una mayor variedad de enfoques. Lo que defiendo en el libro es que la idea de música intelectual suele ser una excusa para no enfrentarse a algo nuevo y desconocido, para no cambiar nuestra manera de concebir la música. Es un concepto que sirve a posiciones muy conservadoras. Nos proporciona una legitimación para no acercarnos a propuestas distintas de las que ya conocemos
LENGUA: ¿Hay algunas músicas que se dirigen al intelecto? ¿El haber estudiado música no es clave para poder disfrutar de ciertos estilos?
Mariano Peyrou: La música puede y suele dirigirse a muchas facultades: a lo espiritual, a lo emocional, a lo corporal y a lo intelectual, desde luego, pero somos los oyentes los que la escuchamos desde un lugar o desde otro. Un estudiante de percusión puede escuchar salsa haciendo un esfuerzo para descifrar la complejidad rítmica que hay ahí, mientras que otra persona baila despreocupadamente. Y lo mismo pasa con la música contemporánea de Varèse o con el jazz de Coltrane: unos pueden argumentar que son piezas complejas intelectualmente y otros pueden tener una experiencia conmovedora al escucharlas. Estudiar música a veces ayuda a acercarse a unos estilos, pero también suele bloquear la recepción de otros.
LENGUA: ¿No son más intelectuales Stockhausen o el bebop que Atahualpa Yupanki o los Beatles?
Mariano Peyrou: Puede que lo sean, pero eso es irrelevante. Eso no suena, no es eso en lo que debemos centrar la escucha. Un coche es un producto sumamente intelectual, pero no hace falta ser ningún genio para conducir. Un videojuego es un producto muy intelectual, pero eso no está en primer plano cuando alguien juega.
LENGUA: ¿Qué ventajas tiene vencer nuestra resistencia a la novedad?
Mariano Peyrou: En 1704 se publica en Utrecht un libro titulado Una descripción novedosa y exacta de la costa de Guinea. Su autor, Willem Bosman, considerado uno de los precursores de la etnomusicología, afirma sobre cierta música guineana que «el ruido producido es muy desagradable; y lo que es más molesto es que golpean en tambor y hacen sonar el cuerno al mismo tiempo, y para que el concierto resulte todavía más horroroso, hay un niño pequeño que golpea incesantemente el interior de un hierro hueco con un trozo de madera». Actualmente, todos percibimos que este viajero tiene una disposición inadecuada para enfrentarse a una música novedosa para él, una actitud que no le permite percibir lo que pueda haber de interesante en un producto cultural que funciona con un sistema de valores distinto del propio. Es, por supuesto, la misma actitud que da lugar al racismo o la homofobia. La flexibilidad, en este sentido, no solo tiene la ventaja de enriquecernos, sino que es una postura mejor desde un punto de vista ético.
Historia social de la literatura y el arte I
Desde la Prehistoria hasta el Barroco
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