Proyecto editorial: Federico Polotto
Coordinación general de la obra: Juan Suriano
Asesor general: Enrique Tandeter
Investigación iconográfica: Graciela García Romero
Diseño de colección: Isabel Rodrigué
COLABORADORES
Carlos A. Aschero
Director del Instituto de Arqueología y Museo. Facultad de Ciencias Naturales e Instituto M. Lillo, Universidad Nacional de Tucumán. CONICET
Gustavo G. Politis
Facultad de Ciencias Sociales (Olavarría), Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata, Universidad Nacional de La Plata. CONICET
Carlos N. Ceruti
Director del Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Antonio Serrano, Departamento de Investigaciones en Ciencias Antropológicas, Paraná. CONICET
Mirta Bonnin
Directora del Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba
Andrés Laguens
Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. CONICET
María Ester Albeck
Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires y Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy. CONICET
José Antonio Pérez Gollán
Director del Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. CONICET
Myriam Noemí Tarragó
Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti y Departamento de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. CONICET
Luis R. González
Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti y Departamento de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
Miguel Ángel Palermo
PRÓLOGO
La inclusión, en la colección de la Nueva Historia Argentina, de un tomo que trata el pasado prehispánico es un suceso relevante que, esperamos, produzca una serie de hechos beneficiosos. En el ámbito teórico implica un propósito explícito de eliminar la ruptura epistemológica y disciplinar entre la historia y la arqueología. A pesar de que existen varios intentos previos, la brecha que se abrió en el siglo XVI en distintas regiones de lo que hoy es la nación argentina ha producido, en el abordaje de los procesos históricos, una serie de cortes artificiales con el tratamiento de los respectivos objetos de estudio como si fueran de naturaleza diferente y, de alguna manera, inconexos. Sin duda esto no está desprendido de la forma en que se produjo el fenómeno colonial en estas regiones y de las bases sobre las que luego se constituyó el Estado-nación, en la segunda mitad del siglo XIX. La expresión “conquista del desierto”, ampliamente arraigada en nuestro país, no es casual sino que muestra la postura dominante de desconocer la existencia de pueblos originarios en los territorios indígenas y, por ende, afirmar la legitimidad de la ocupación de la tierra.
Otro de los aspectos se relaciona con el hecho de que el pasado criollo y americano muy raramente es considerado como parte de las raíces culturales y, por lo tanto, de la historia nacional; a diferencia de otros Estados, como México y Perú, donde el aporte indígena fue tan fuerte y evidente, que fue utilizado como aspecto primordial y fundacional del sentido nacional. Esta falencia ha producido consecuencias no deseadas en la educación y en la valoración de nuestro patrimonio cultural. Por estas razones, tanto en el título del tomo “Los pueblos originarios y la conquista” como en su estructura, se ha privilegiado un enfoque que ponga de relieve el poblamiento y la ocupación de los diversos territorios, desde al menos 13.000 años, por poblaciones nativas que desplegaron un aprovechamiento creativo de ambientes y recursos, generando modalidades y formas diversas de los que dan cuenta los distintos capítulos del tomo. También se pone el énfasis en la época de cambio en las formas de vida que representó la incorporación, entre 4.000 y 2.000 años atrás, de la producción de alimentos en vastas regiones del norte y centro de nuestro país, así como las situaciones de complejidad social creciente que se dieron en los últimos mil años antes de la entrada europea. La conquista se refiere especialmente a la penetración y dominación europea a partir del siglo XVI, pero también alude a la conquista previa de los territorios norteños por parte del Inca, el gran estado andino que se expandió por las tierras de Chile y la Argentina hasta la altura de Mendoza y Santiago. Por último, toma en cuenta el proceso colonial que poco a poco fue avanzando sobre los pueblos nativos hasta incorporarlos a su sistema económico, con todos los efectos de desestructuración y cambio que esto implica. Por estas razones es que hemos optado por finalizar el tomo de arqueología con un capítulo que destaca el dinamismo y la creatividad de la sociedad y la economía indígenas a través de la frontera, esta vez abordándolas fundamentalmente a partir de documentos escritos.
El intento no ha sido fácil. La forma de trabajo y el tipo de evidencias que utilizan los arqueólogos para reconstruir la vida de las sociedades antiguas es de naturaleza muy diferente a la modalidad de trabajo y el discurso de los historiadores. Compatibilizar estas dos vertientes implicó guiar a los autores en el empleo de un lenguaje comprensible para el público en general, y a que procuraran dar una visión del estado de la cuestión, sin entrar en las múltiples discusiones que se suscitan en el campo arqueológico al presentar los datos, desde la apropiada utilización de las fechas que se obtienen por métodos radiométricos, y su equivalencia en años, hasta las diversas interpretaciones a las que los investigadores pueden arribar según el marco teórico desde donde parten. No obstante esta forma de expresión, no se dejó de lado la rigurosidad científica en el tratamiento de los temas. Otro problema endémico de la arqueología es la escasez de evidencias materiales acerca de muchos aspectos de la sociedad y, sobre todo, de la participación individual de los actores en los procesos históricos prehispánicos. A veces es muy difícil elevarse a esos niveles desde tan sólo residuos materiales dejados en la tierra, como resultado de la vida diaria y del trabajo de esas sociedades. A medida que vamos hacia atrás en el tiempo, más escasos y sutiles son los rastros de la gente en el espacio. Por otro lado, la investigación arqueológica ha tenido por razones históricas, a veces muy dolorosas, diverso y desigual desarrollo en las distintas regiones del país. Inicialmente, en la primera mitad del siglo, tuvo un auge la exploración del Noroeste argentino y Cuyo. El énfasis ha pasado en los últimos treinta años a la Patagonia y a La Pampa, lo que ha producido un desarrollo del conocimiento en esas zonas, aunque en la última década han vuelto a resurgir los trabajos en la primera. Otras áreas han recibido menos atención de las instituciones y los investigadores, como las Sierras Centrales y el Nordeste, deuda que deberá ser saldada en los próximos años.
La organización de los capítulos ha tratado de que la historia prehispánica de las distintas regiones esté representada y que siga un orden cronológico, desde los más antiguos cazadores hasta la dominación hispánica, para que se destaquen los procesos de cambio. El primer capítulo, a cargo del reconocido investigador Carlos Aschero, trata en una apretada síntesis, de la conquista del territorio y su paulatina ocupación por parte de grupos de economía cazadora recolectora en la Patagonia continental y en los Andes de Argentina.
El capítulo II es responsabilidad de Gustavo Politis, otro investigador que ha contribuido en gran medida al desarrollo actual de la arqueología pampeana. Seguir a las poblaciones en su largo proceso de desarrollo en las sierras, en la pampa seca, y en la llanura que rodea a lo que hoy es Buenos Aires, creo que puede resultar de sumo interés para muchos lectores.
El tema de los pueblos del Litoral fluvial y del Nordeste ha estado a cargo de Carlos Ceruti, uno de los esforzados estudiosos de esta región tan postergada en las últimas décadas. Del mismo modo que en los dos capítulos iniciales, abarca un lapso de al menos 10.000 años de ocupación y trae a discusión ciertos conceptos que se generaron en los estudios e interpretaciones históricas.
Dos investig