Calle Dublín

Samantha Young

Fragmento

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Contenido

Portadilla

Créditos

Prólogo

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Epílogo

Agradecimientos

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Prólogo

Condado de Surry, Virginia

Estaba aburrida.

Kyle Ramsey daba pataditas al respaldo de mi silla para captar mi atención, pero el día anterior había estado haciendo lo mismo con la silla de mi mejor amiga, Dru, y no quería que ella se molestara conmigo. Dru estaba colgada de Kyle. Así que la miré a ella. Estaba sentada a mi lado, dibujando un millón de minúsculos corazoncitos en la esquina de su libreta mientras el señor Evans garabateaba otra ecuación en la pizarra. Tendría que haber estado prestando atención, porque soy pésima con las matemáticas. A mamá y papá no iba a hacerles gracia que suspendiera el primer semestre de mi primer curso.

—Señor Ramsey, ¿quiere salir a la pizarra y responder a esta pregunta o prefiere quedarse detrás de Jocelyn para poder seguir dando patadas a su silla un rato más?

La clase se rio y Dru me observó con expresión acusatoria. Yo hice una mueca y le lancé una mirada envenenada al señor Evans.

—Me quedaré aquí si no le importa, señor Evans —contestó Kyle con imprudente arrogancia.

Puse los ojos en blanco, resistiéndome a volverme, aunque sentía el calor de la mirada de Kyle en la nuca.

—En realidad era una pregunta retórica, Kyle. Ven aquí.

Una llamada a la puerta detuvo el gruñido de conformidad de Kyle. Al ver a la directora, la señora Shaw, toda la clase se apaciguó. ¿Qué estaba haciendo la directora en nuestra aula? Solo podía ser una señal de problemas.

—Uf —exclamó Dru entre dientes.

La miré y ella señaló con la cabeza hacia la ventana.

—La poli.

Asombrada, me volví hacia la puerta al tiempo que la señora Shaw murmuraba algo al señor Evans, y desde luego, vi a dos agentes del sheriff esperando en el pasillo, al otro lado de la puerta entreabierta.

—Señorita Butler.

La voz de la señora Shaw me sorprendió e hizo que mi atención se centrara en ella.

La directora dio un paso hacia mí y sentí que el corazón se me subía a la garganta. Su expresión era cautelosa, compasiva, e inmediatamente tuve la tentación de retroceder de ella y de lo que estuviera a punto de decirme.

—¿Puedes acompañarme, por favor? Coge tus cosas.

Ese normalmente era el momento en que a la clase se le escaparía alguna exclamación por el lío en el que me había metido. Sin embargo, igual que yo, mis compañeros sintieron que no se trataba de eso. Fuera cual fuese la noticia que me aguardaba en el pasillo, nadie iba a tomarme el pelo con eso.

—¿Señorita Butler?

Yo estaba temblando por un pico de adrenalina y apenas podía oír nada por encima del rugido de la sangre que se me agolpaba en los oídos. ¿Le había ocurrido algo a mamá? ¿O a papá? ¿O a mi hermanita Beth? Mis padres se habían tomado unas pequeñas vacaciones esa semana para desestresarse de lo que había sido un verano loco. Se suponía que ese día se habían llevado a Beth de pícnic.

—Joss.

Dru me tocó con el codo para captar mi atención. En cuanto sentí el contacto en el brazo, me aparté de la mesa, y la silla chirrió en el suelo de madera. Busqué a tientas la mochila, sin mirar a nadie, y metí en ella todo lo que había sobre la mesa. Los susurros habían empezado a extenderse por toda el aula como una ráfaga de viento frío a través de una rendija en el cristal de la ventana. Necesitaba salir de allí, pese a que no quería saber lo que me esperaba.

De alguna manera, recordé cómo poner un pie delante del otro y seguí a la directora al pasillo. Escuché que la puerta de la clase del señor Evans se cerraba detrás de mí. No dije nada, me limité a mirar a la señora Shaw y luego a los dos agentes, que me observaron con compasión distante. Junto a la pared había una mujer en la que no me había fijado antes. Tenía aspecto serio pero calmado.

La señora Shaw me tocó el brazo y yo observé su mano apoyada en mi suéter. ¿No había hablado ni dos palabras con la directora antes y me estaba tocando el brazo?

—Jocelyn... estos son los agentes Wilson y Michaels. Y ella es Alicia Nugent del DSS.

La miré con expresión inquisitiva.

La señora Shaw se puso pálida.

—El Departamento de Servicios Sociales.

El miedo me atenazó el pecho y pugné por respirar.

—Jocelyn —continuó la directora—, siento decirte esto..., pero tus padres y tu hermana Elizabeth han sufrido un accidente de coche.

Esperé, sintiendo que se me cerraba el pecho.

—Todos han muerto en el acto, Jocelyn. Lo siento mucho.

La mujer del DSS dio un paso hacia mí y empezó a hablar. Yo la miré, pero lo único que alcancé a ver fueron los colores que la componían. Lo único que oí fue el sonido ahogado de sus palabras, como si alguien hubiera abierto un grifo detrás de ella.

No podía respirar.

Presa del pánico, busqué algo, cualquier cosa que pudiera ayudarme a respirar. Noté unas manos en mí. Un murmullo de palabras tranquilizadoras. Las mejillas mojadas. Sal en la lengua. Y sentí que me iba a estallar el corazón de tan deprisa que latía.

Me estaba muriendo.

—Respira, Jocelyn.

Esas palabras me las dijeron al oído, una y otra vez hasta que me centré en inspirar y espirar. Al cabo de un rato, mi pulso se calmó y se me abrieron los bronquios. Los puntos que salpicaban mi campo de visión empezaron a desaparecer.

—Eso es. —La señora Shaw estaba susurrando y me frotaba la espalda en círculos con una mano caliente—. Eso es.

—Tendríamos que ponernos en marcha. —La voz de la mujer del DSS irrumpió a través de mi neblina de confusión.

—Escucha, Jocelyn, ¿estás preparada? —preguntó la señora Shaw en voz baja.

—Están muertos —respondí, necesitada de apreciar el significado de las palabras. No podía ser real.

—Lo siento, cariño.

Un sudor frío se abrió paso entre los poros de mi piel, en las palmas de mis manos, bajo las axilas, en la nuca. Tenía carne de gallina y no podía dejar de temblar. Un vahído inesperado hizo que me bamboleara y el vómito hizo erupción desde mis tripas revueltas. Me incliné hacia delante y derramé mi desayuno sobre los zapatos de la señora de los servicios sociales.

—Está en estado de shock.

¿Lo estaba?

¿O era un mareo?

Un minuto antes estaba sentada en la clase, donde había calor y seguridad. Y en cuestión de segundos, en un abrir y cerrar de ojos... Estaba en un sitio completamente diferente.

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