El faro (Adam Dalgliesh 13)

P.D. James

Fragmento

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Créditos

Título original: The Lighthouse

Traducción: Francisco Rodríguez de Lecea

1.ª edición: abril, 2017

© P. D. James, 2005

© Ediciones B, S. A., 2017

para el sello B de Bolsillo

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-705-4

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

NOTA DE LA AUTORA

PRÓLOGO

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LIBRO PRIMERO. MUERTE EN UNA ISLA COSTERA

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LIBRO SEGUNDO. CENIZAS EN EL HOGAR

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LIBRO TERCERO. VOCES DEL PASADO

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LIBRO CUARTO. AL AMPARO DE LA OSCURIDAD

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EPÍLOGO

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NOTAS

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Dedicatoria

En memoria de mi marido

Connor Bantry White.

1920-1964

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NOTA DE LA AUTORA

NOTA DE LA AUTORA

Gran Bretaña puede presumir de la variedad y belleza de las islas que rodean sus costas, pero el escenario de esta novela, Combe Island, en la costa de Cornualles, no figura entre ellas. La isla, los deplorables incidentes que ocurrieron en ella y todos los personajes de la historia, vivos o muertos, pertenecen enteramente a la ficción y únicamente existen en ese sugestivo fenómeno psicológico que es la imaginación del autor de novelas de crímenes.

P. D. JAMES

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PRÓLOGO

PRÓLOGO

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No era algo desacostumbrado que el comandante Adam Dalgliesh fuera convocado a reuniones no programadas con personas imprevistas y a horas inconvenientes, por lo común con un propósito específico: podía tenerse la certeza de que en algún lugar yacía un cadáver que reclamaba su atención. Por supuesto había también otras llamadas urgentes y otra clase de reuniones, en ocasiones al más alto nivel. A Dalgliesh, en su condición de ayudante permanente del comisionado, se le adjudicaban ciertas funciones que, al crecer en número y en importancia, llegaron a estar tan mal precisadas que la mayoría de sus colegas desistió de intentar definirlas. Pero esta reunión, convocada en el despacho del vicecomisionado Harkness en la séptima planta de New Scotland Yard a las diez y cincuenta y cinco de la mañana del sábado 23 de octubre, estaba marcada, desde el momento mismo en que entró en la sala, por la sombra inconfundible de un crimen. Era algo que no tenía nada que ver con cierta tensión grave en los rostros vueltos hacia él; una crisis en el ministerio habría provocado una preocupación mayor. Era más bien que la muerte no natural provocaba siempre una incomodidad distintiva, una evidencia molesta de que había aún ciertos asuntos imposibles de someter a un control burocrático.

Eran únicamente tres hombres los que le esperaban, y a Dalgliesh le sorprendió que uno de ellos fuera Alexander Conistone, del Ministerio de Asuntos Exteriores y para la Commonwealth. Le gustaba Conistone, por ser una de las pocas personas excéntricas que subsistían en un funcionariado cada vez más conformista y politizado. Conistone se había creado cierta reputación por su forma de manejar las crisis. Esa reputación se

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