Franco con franqueza

José María Zavala

Fragmento

cap-2

INTRODUCCIÓN

Una historia distinta

Este nuevo trabajo de investigación no es una biografía más de Francisco Franco Bahamonde, el líder militar convertido de la noche a la mañana en el político que rigió los designios de España durante casi cuarenta años. No es una biografía suya ni pretende serlo en modo alguno.

Se trata más bien de un anecdotario privado, y como tal en muchos aspectos desconocido, del personaje español más público del siglo XX, por paradójico que resulte.

Abordar una biografía de Franco, desde su nacimiento hasta su muerte, sacando a relucir por enésima vez los principales sucesos y fechas que jalonaron su vida, carece a mi juicio de sentido e interés a estas alturas; sobre todo, cuando tantos ríos de tinta han corrido ya sobre el protagonista de estas páginas.

Desde Luis Suárez hasta Paul Preston, pasando por Ricardo de la Cierva, Gabriel Cardona, Carlos Fernández, Juan Pablo Fusi, o más recientemente Stanley G. Payne y Jesús Palacios, cada uno de ellos con su óptica particular, han publicado biografías más o menos extensas del personaje con un orden cronológico.

Franco con franqueza, insisto, es un libro distinto por lo que ofrece de original en cuanto a contenido y estructura se refiere; aunque el fin sea el mismo: conocer mejor a un personaje sobre el que se cree saberlo todo, o casi todo.

Pero ¿sabía el lector, acaso, que los compañeros de colegio del futuro dictador en su Ferrol natal le motejaban «Cerillito» por ser tan delgado y poquita cosa? ¿O la verdadera relación con su hermano bastardo Eugenio Franco Puey, fruto de las veleidades amorosas del padre con una dulce manileña de tan sólo catorce años cuando él estaba a punto de cumplir los treinta y tres? ¿Conocía las circunstancias en que fue asaltado su domicilio particular en plena Guerra Civil española, el fusilamiento de su primo hermano el general Ricardo de la Puente Bahamonde con su insólita pasividad, o la identidad de los «generales malditos» bajo su régimen dictatorial?

¿Estaba al corriente de los pormenores de la relación con su primera novia Sofía Subirán, de la traumática pérdida de un testículo en la guerra de África, o de las dudas que suscitó luego este aciago suceso sobre la paternidad de su única hija, Carmen Franco Polo?

¿Había oído alguna vez que Franco ganó casi un millón de pesetas de 1967 con una quiniela futbolística de la Liga italiana, o a cuánto ascendía el importe de su última nómina como militar? ¿Sabía que él espió a la cúpula de Falange Española, incluida la hermana de José Antonio, en la inmediata posguerra, y que al parecer no hizo todo lo que pudo para rescatar a su fundador de la cárcel de Alicante? ¿Acaso no le resulta llamativo que entre los papeles secretos conservados a su muerte, el único referente a su hermano Ramón fuese un informe encargado por él mismo a la Dirección General de Seguridad en el que se denigraba a la viuda y a la hija del héroe del Plus Ultra?

¿Y qué decir sobre los escándalos silenciados durante su Régimen, como la retirada de Miguel Primo de Rivera, hermano de José Antonio, como embajador en Londres tras verse envuelto en un caso de flagrante adulterio? ¿O el tumulto financiero en que se involucró en Estados Unidos a Gonzalo de Borbón, nieto del rey Alfonso XIII, junto al sobrino de Nixon, el primogénito del presidente Roosevelt y el cuñado de Fidel Castro nada menos? ¿O el accidente nuclear en la Ciudad Universitaria de Madrid, en noviembre de 1970?...

Franco con franqueza pretender dar así cumplida respuesta a todos y cada uno de estos sugestivos interrogantes, que podrían agruparse muy bien en siete conceptos diferentes: la familia, las armas, amor y dolor, el gran rival, los «otros Franco», baraka y escándalos silenciados.

A partir de ahora, corresponde al lector juzgar si las historias relatadas en estas páginas contribuyen o no a conocer mejor a un personaje sobre el que, repito, se cree saberlo todo pero que en algunas facetas sigue siendo todavía un gran desconocido.

EL AUTOR,

en Madrid, a 24 de junio de 2015

cap-3

1

«Cerillito»

No estoy muerto; pero ¡qué burros sois!

FRANCISCO FRANCO,

de pequeño, a sus hermanos
Ramón y Pilar

Francisco Franco Bahamonde, futuro Caudillo de España, dio sus primeros pasos en El Ferrol, donde había nacido el 4 de diciembre de 1892, a las 0.30 de la madrugada, en el tercer piso del portal número 108 de la calle de Frutos Saavedra, llamada antes calle de María.

Era un edificio de tres plantas con desván, cuyos bajos estaban alquilados a una señora modesta, de mediana edad, que vivía con su hija soltera.

Se decía entonces que las casas situadas en la misma calle, pero enfrente, pertenecían a la «acera de los tontos», pues su orientación al norte impedía que diese el sol y las familias que allí vivían se pelaban de frío en una época en la que nadie conocía la calefacción.

Francisco, a quien pronto motejaron «Cerillito» en el colegio por ser tan delgado y poquita cosa, residía en aquella casa con sus padres, Nicolás Franco Salgado-Araújo y María del Pilar Bahamonde (se intercaló la «h» después de su nacimiento) y Pardo de Andrade, desposados dos años antes de nacer él en la iglesia parroquial castrense de San Francisco, donde bautizaron también al neófito con cuatro nombres: Francisco, Paulino, Hermenegildo y Teódulo.

Al nacer Francisco, tildado también desde crío con el diminutivo de «Paquito», Ferrol era una pequeña base naval de apenas veinte mil habitantes, amurallada aún, que ni siquiera disponía de luz eléctrica sino de alumbrado de gas, carburo y lámparas de aceite.

El 3 de julio de 1898 Cerillito tenía aún cinco años cuando tuvo lugar en Santiago de Cuba la catastrófica derrota naval infligida por Estados Unidos. España perdió para siempre los restos de su imperio colonial: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Evidentemente él, dada su corta edad, no tuvo entonces conocimiento del desastre, pero éste sí que apesadumbró a su padre y causó gran conmoción en una pequeña población con guarnición naval como Ferrol. Muchos compañeros de colegio de Cerillito perdieron a sus familiares y llevaron luto por ellos. Por la ciudad se vieron hombres mutilados durante mucho tiempo.

La pérdida de las colonias, y en particular de Cuba, tuvo al menos dos consecuencias trascendentales para el país: reforzó, por un lado, el movimiento regionalista en Cataluña, cuyas elites recelaron del gobierno de Madrid por considerarle responsable del desastre y de la pérdida consiguiente del mercado cubano tan vital para la economía catalana; y por otro, alentó en la oficialidad del Ejército español el firme propósito de poner fin al oprobio de la derrota con una aventura colonial en Marruecos.

De este modo, aun sin tener entonces conocimiento de ello

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