Tradiciones y leyendas sevillanas

José María de Mena

Fragmento

Capítulo I

Tradiciones y leyendas de la antigüedad

De cómo Hércules fundó Sevilla

Todos los comentaristas e historiadores coinciden en afirmar hque Sevilla fue fundada por Hércules.

Pero ¿podemos dar crédito a esta afirmación? ¿No es Hércules un dios de la mitología clásica? ¿Cómo vamos a creer en un dios mitológico?

Hacia el año 1000 antes de Jesucristo, o sea hace ahora alrededor de tres mil años, llegaron los primeros navegantes fenicios a España. Venían surcando el mar Mediterráneo, habiendo costeado el Norte de África, donde aprendieron la religión egipcia (la del dios Osiris y la diosa Isis); y donde fundaron una colonia, cerca de la actual Túnez, a la que dieron el nombre de Kar-tago, que significa Ciudad Nueva. Desde ahí continuaron progresando en sus periplos o navegaciones, acercándose cada vez más al estrecho de Gibraltar, el cual al principio no osaban pasar, por el miedo que sentían todos los antiguos al océano desconocido, el Atlántico.

Solamente un navegante, más atrevido que los otros, llamado Melkart, se decidió a pasar con su barco, desafiando las corrientes, por entre los dos promontorios que forman el Peñón de Gibraltar y el Peñón de Calpe.

Después de encontrar el océano Atlántico, siguió costeando hacia el norte, hasta que encontró la desembocadura del Gua

dalquivir, remontando este río, hasta llegar al lugar que hoy ocupa Sevilla. Aquí, en un islote formado entre dos brazos del río, encontró sitio para fundar una factoría comercial, y efectivamente lo hizo en el lugar que hoy ocupan la plaza del Salvador, cuesta del Rosario y plaza de la Pescadería, lugares en los cuales, actualmente, cuando se hacen zanjas para abrir cimientos cada vez que se construye un edificio, o cuando se efectúan reparaciones del alcantarillado, suelen aparecer fragmentos de cerámicas y otros vestigios de la primera fundación fenicia.

Melkart, el navegante, no solamente estableció aquí la primera factoría comercial fenicia a la que dio el nombre de Hispalis, que en idioma fenicio parece significar «llanura junto a un río», o sea ««marisma», sino que además consiguió mediante tratados, y mediante incursiones armadas, apoderarse del monopolio de las pieles y cueros de Andalucía, probablemente enseñando a los indígenas turdetanos a capturar y matar los infinitos toros bravos que ocupaban los montes y llanos de la región, sometiendo al rey de los turdetanos, llamado Gerión, a quien impuso además de una servidumbre comercial, el cambio de la religión primitiva que profesaban los turdetanos, por la nueva religión egipcia.

Hasta aquí los hechos tal como ocurrieron. Más tarde, sobre esta base real se formó la leyenda. Melkart, cuando murió, fue declarado por los egipcios y fenicios como héroe, santo y dios, cambiándose luego su nombre de Melkart por el de Herakles, y entre los latinos por Hércules.

Es natural que se le considerase héroe, puesto que había sido el primero en atreverse a una navegación por un océano desconocido que se suponía lleno de maleficios y peligros. Es natural que se le considerase santo y dios, por haber llevado una religión a unos pueblos salvajes.

En realidad los fenicios se comportaron exactamente igual que se han comportado los pueblos posteriores, y así nosotros los españoles hemos considerado héroes a los audaces descubridores de América, que fundaron ciudades en México o en

Perú, y les hemos reconocido virtudes piadosas, por haber llevado nuestra religión cristiana a los indios salvajes del Nuevo Mundo. No han faltado repetidas proposiciones e intentos para canonizar a Cristóbal Colón como santo, por haber sido el iniciador de la cristianización de América, y aún hoy se está promoviendo por ese motivo la causa de santidad en favor de la reina Isabel la Católica, por haber patrocinado el descubrimiento de América, que duplicó el ámbito de la cristiandad.

Pues del mismo modo fue como Melkart, llamado Herakles y Hércules, subió a los altares de la mitología clásica.

Después, los poetas y los autores de tragedias, en Grecia y Roma, inventaron, con sucesos auténticos de su vida, las leyendas de Los doce trabajos de Hércules entre los cuales figuran, más o menos embellecidos, «el haber roto las montañas que unían África y España», lo que significa simbólicamente el haber forzado el paso del Estrecho, derribando los mitos y temores, y convirtiendo en «Plus Ultra» lo que hasta entonces había sido «Non plus Ultra». Y otro suceso, el de haberse apoderado del mercado de cueros y pieles de toros, que enriqueció el comercio fenicio, se convierte en la leyenda de que «limpió los establos del rey Gerión y domesticó a los toros feroces».

Sevilla, a través de todos los historiadores y cronistas, ha reconocido siempre, y reconoce, a Hércules como fundador de la ciudad. Por esto, encontramos su estatua colocada en los lugares públicos, y en el puesto de honor de los padres de la patria. Así, en el arquillo del Ayuntamiento, la estatua de Hércules es la primera. Y cuando el insigne asistente de la ciudad, don Francisco de Zapata y Cisneros, conde de Barajas, construyó el paseo de la Alameda, puso en él, rematando una de las columnas traídas del templo de la calle Mármoles al nuevo paseo, la estatua de Hércules, fundador de Sevilla, y dio precisamente su nombre al lugar, que desde entonces se llama Alameda de Hércules.

Finalmente diremos que en la Puerta de Jerez (puerta de la muralla, derribada en el siglo xix) hubo sobre el arco de entrada unos versos latinos, que traducidos al castellano decían:

Hércules me edificó,
Julio César me cercó
de muros y torres altas,
y el rey santo me ganó
con Garci Pérez de Vargas.

Lo que viene a ser, en sólo cinco versos, todo un compendio de la historia de Sevilla.

Leyenda del tesoro del Carambolo

Cuentan que los primeros habitantes del territorio sevillano, los más antiguos abuelos nuestros, fueron los tartesios. Algunos historiadores les llaman turdetanos. Esta palabra, Turdetán, por su sílaba última, «tan» (la misma que llevan Pakistán, Kurdistán, Beluchistán), indica su procedencia oriental, de la India, cuna de la civilización euroasiática, por lo que podemos deducir que los turdetanos o tartesios serían una tribu perteneciente a la gran horda indoeuropea. También puede encontrarse este origen indostánico de los turdetanos o tartesios, estudiando sus vestigios arqueológicos, y ello se advierte sobre todo en el medallón o colgante descubierto hace pocos años por el profesor don Juan de Mata Carriazo (por cuyo motivo se le llama el Bronce Carriazo), que demuestra un íntimo parentesco entre el arte tartesio y el indostánico.

Parece que los turdetanos, al llegar aquí procedentes de la India, fueron los primeros en poner en explotación las minas de cobre de Tharsis (Huelva) y que por el nombre de esas minas, se extendió a su pueblo y a toda la región el nombre de Tartesos, con que se les conoce históricamente.

Estos tartesios vivían en buenas relaciones comerciales con los fenicios que habían fundado su factoría comercial en Sevilla. Los tartesios traían al mercado fenicio las pieles de animales feroces (en España había leones y tigres en aquel entonces), y los cueros de los toros, así como el cobre de Tharsis, y la púrpura o tinte para las telas, extraído de los caracoles múrices, de la costa atlántica.

La exportación de todos estos productos al mundo entero daba a la región andaluza un gran bienestar económico. Así que las antiguas viviendas en cuevas, o en chozas de ca

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