Cisne blanco

May Bonner

Fragmento

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Capítulo 1

Los primeros compases comenzaron a sonar, y Ben se enderezó en su asiento. Se arrepintió de haberse dejado convencer por Olivia y sus amigos, que prácticamente lo habían arrastrado al teatro. Ninguno sabía lo que significaba para él. No había vuelto a pronunciar su nombre. Los bailarines comenzaron a llenar el escenario, pero él no prestaba atención, sumido en sus propias cavilaciones. Entonces apareció ella. Allí estaba Maya Denísova, combinación de pasión y elegancia. Etérea y sublime, haciendo honor a cómo la describían los entendidos. Ben se quedó sin aliento al contemplar aquellos movimientos gráciles, casi mágicos. Aquel cuerpo que se movía como si flotara, aquel cuerpo que una vez había tenido entre sus brazos. Parecía todo tan lejano... aunque no hacía más que cinco años, pero para él significaba toda una vida.

Casi hipnotizado por aquellos brazos que se elevaban hacia el cielo y por aquel equilibrio perfecto en cada paso, Ben notó que su mente se alejaba de allí y, a su pesar, comenzaba a recordar aquellos días felices que no esperaba volver a vivir. De improviso la música cesó, y Ben regresó al presente. Una mano cálida se había posado en su brazo al tiempo que una voz de mujer le susurraba con dulzura:

—Pareces estar muy lejos. Quizás venir aquí hoy no ha sido muy buena idea, y ahora la recepción...

—No, Olivia —respondió él obligándose a esbozar una sonrisa —. No tengo que huir de nada ni de nadie. Todos nuestros negocios han sido honrados y transparentes. No es culpa nuestra si hay quien no puede asimilar la nueva situación.

Olivia sonrió; no se refería a eso. El dinero había cambiado de manos de forma insospechada en pocos años, y era cierto que había familias antaño muy poderosas que habían perdido toda su influencia. En cambio, había casos de gente que había sido pobre, pero que había sabido aprovechar la situación y se había convertido en la nueva élite. No era el caso de su familia, que seguía conservando influencia y fortuna. Sabía que Benjamin Craig no había sido rico siempre, pero que era un hombre honrado: eso era algo reconocido. No le parecía que fuera frecuente que alguien se hiciera rico permaneciendo honrado, y esa era una de las cosas que la atraían de él. (Además de su aspecto físico, propio de un actor de cine). Aquello a lo que Olivia se refería era algo más personal. Era tan enigmático, tan impenetrable... Pero de vez en cuando una profunda melancolía se asomaba a sus ojos verdes, y eso era algo a lo que Olivia encontraba difícil resistirse. Ese destello de sensibilidad en medio de su fortaleza era lo que hacía que todas las mujeres se enamoraran de él, y ella lo comprendía perfectamente. Esa era una de las cosas que lo diferenciaban de su hermano, que todo parecía tomarlo a broma; pero Benjamin nunca quería hablar de sí mismo. Ni siquiera tenía idea de si tenía una esposa en alguna parte, aunque no creyera que ese fuera su estilo. Si estaba casado, estaba convencida de que se lo habría dicho. Sin duda, los dos hermanos Craig eran igualmente fascinantes, pero Thomas era despreocupado y siempre dispuesto a responder a las insinuaciones de las mujeres y a prestarles atención... aunque solo fuera una semana. En cambio, Benjamin era reservado, frío... Parecía insensible a sus encantos, y eso, para alguien tan aficionado a los retos como Olivia, era irresistible. Era todo un enigma; casi no sabía nada de él, aunque lo que sí sabía era que Maya y Ben se habían conocido en otro tiempo. Thomas lo dejó caer una vez: «Benjamin frecuentaba la casa donde se alojaba Maya Denísova; supongo que la conocería allí», había dicho en una ocasión sin entrar en más detalles.

Lo que desconocía era hasta qué punto habían significado algo el uno para el otro. Olivia no lo sabía, pero lo intuía. Lo intuyó en el preciso momento en el que su hermana había mencionado el nombre de Maya Denísova para expresar su deseo de ir a verla bailar junto a Sergei Rostov.

—Son la pareja del momento. Dicen que son de los mejores bailarines de la historia... Y vienen a Londres a interpretar El lago de los cisnes... No podemos perder esta oportunidad —había dicho con entusiasmo la muchacha, muy aficionada al ballet. —Pero, sobre todo, se dio cuenta de que algo más ocurría cuando vio la expresión de Ben al añadir la joven, mostrando el periódico que tenía en la mano—: Y, ¿sabéis? Dicen que son algo más que amigos... Mirad, esta foto se la hicieron saliendo del Savoy, que es donde se alojan. ¡Es tan emocionante...!

—No hagas caso de habladurías —la había cortado su padre, pero Olivia ya había visto lo que tenía que ver.

Salieron del palco, y el animado grupo compuesto por Benjamin, su hermano Thomas, Olivia y su hermana Elsa, Albert Sutton, abogado de los hermanos Craig —que casualmente era el padrino de Olivia— y su esposa Jane charlaron durante un buen rato con otros conocidos que también habían asistido a la representación. Después se dirigieron a la recepción que se había organizado en casa de lord Asquith en honor de tan ilustres artistas, con motivo del estreno de la nueva producción del ballet de la Opera de París en el Royal Albert Hall.

Entraron en el gran salón donde tocaba una orquesta. Se habían dispuesto grandes mesas alargadas con champán. Allí fueron recibidos por el anfitrión, que se acercó nada más ver a Olivia y a su hermana. No en vano eran las hijas del duque de Norfolk.

—Mis queridas niñas... Albert, Jane... Y a ustedes, permítanme darles la bienvenida. Me alegra tenerlos aquí —añadió dirigiéndose a los hermanos Craig. Si eran amigos de Olivia, había que tenerlos en cuenta.

—Gracias —respondió alegremente Elsa, que aún estaba riéndose de una ocurrencia que Thomas le había susurrado al oído.

Olivia miró a su hermana con cierto reproche por sus modales. Imaginaba lo que Thomas podía haberle dicho teniendo en cuenta el aspecto de lord Asquith con su oronda figura y con sus diminutas piernas. No aprobaba que se rieran de la gente ni por su aspecto, ni por nada, pero su hermana era aún demasiado joven y, respecto a Thomas, por lo que había llegado a conocerlo, podía afirmar que no era alguien que pensara demasiado en las consecuencias de sus actos, aunque no por eso dejaba de ser encantador. No obstante, Olivia guardó la compostura y respondió:

—Es usted muy amable.

Todos se mostraban animados, menos Ben, que mantenía una expresión impasible, algo que a Olivia no se le había pasado por alto. Lo miraba de soslayo por si podía entrever lo que pensaba, pero el hombre resultaba impenetrable. Lord Asquith les pidió con entusiasmo que lo siguieran, mientras les abría paso entre la gente, que ya llenaba la sala:

—Venid por aquí, y os presentaré a estos artistas tan geniales. No ha sido fácil que Maya Denísova aceptara... Quizás en estos momentos no es muy dada a las reuniones sociales...

—Oh, no... Los dos, Sergei y Maya, han sido recibidos por todos los gobernantes y por lo mejor de la sociedad en todos los países donde han actuado... —corrigió Elsa, lo que le valió un suave manotazo de su hermana y una mirada acusadora, que le dio a entender que era mejor que se mantuviera callada.

Olivia volvió a observar a Benjamin, pero de nuevo no pudo percibir ninguna emoción ni en su rostro ni en su mirada. El grupo continuaba cam

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