Entender un elefante

Guadalupe Nogués

Fragmento

Entender un elefante

En la caverna de la Hidra
Prefacio

El lado oscuro de la Luna es más difícil de ver. Iluminarlo requiere gastar energía. Del mismo modo, iluminar lo que no vemos es costoso, tanto en términos computacionales como de esfuerzo mental.

NASSIM NICHOLAS TALEB

El proyecto de este libro nació en 2021, mientras llegaban las primeras vacunas y parecía, después de muchos meses, que se vislumbraba la salida del túnel pandémico. La bióloga que soy estaba motivada por lo que veía, tanto en nuestro país como en el resto del mundo: cosas mal explicadas o mal entendidas, problemas, errores e inconsistencias en medidas políticas, notas periodísticas y comentarios de amigos. Los primeros borradores hablaban mucho de la pandemia: de los temas epidemiológicos, de contagios y vacunas, de cómo abordar el aluvión de opiniones disfrazadas de datos, de los números usados a veces para tapar la realidad y no tanto para mostrarla, de las curvas casi siempre incomprensibles e incomprendidas, de los problemas —técnicos y de comunicación— cotidianos. Pero, a medida que escribía, el texto se iba transformando. En mi caso —no sé si a otros les sucede lo mismo—, el sentido de lo que escribo se me revela mientras voy avanzando: al pasar mis ideas a la página me doy cuenta de qué debería decir, y las que en un principio son nociones informes de pronto cobran cuerpo y modifican lo que estoy desarrollando. En este caso, los cambios se produjeron en las ideas mismas, y empecé a pensar que un libro sobre la pandemia era una pérdida de tiempo, tanto para mí como para los lectores.

No soy nostálgica: el pasado solo me parece interesante y útil cuando sirve para darle forma al futuro. Dedicar años a aprender el delicado arte de combatir dragones solo estaría justificado si suponemos que algún día nos encontraremos con un dragón. Empecé a indagar menos en lo que había pasado y más en sus causas, en los procesos involucrados, y en qué hacer para que la próxima vez —porque habrá una próxima vez— podamos atravesar un desafío similar un poco mejor, con menos daño y sufrimiento. No sobrevendrá una pandemia idéntica a esta, pero habrá otra, causada por un agente distinto. Ni siquiera hace falta que sea una pandemia: alcanza con cualquier evento complejo, global, catastrófico y sorpresivo, como el cambio climático, una invasión extraterrestre, un problema energético o el apocalipsis zombi.

¿Cómo narrar el caos de un modo general y honesto, evitando simplificarlo en un meme atractivo pero injusto? Volví a pensar en algo que aprendí en mis años de formación: uno de los propósitos centrales de la biología es entender la manera en que diferentes partes de un sistema interactúan y dan origen a algo que no existe si uno mira solo esas partes, algo capaz de hacer cosas que ellas, por sí solas, no podrían. Estos sistemas multidimensionales y dinámicos son complejos: un pequeño cambio en un eje provoca variaciones en muchos otros, como si se tratara de una tela de araña en la que una vibración se transmitiera a toda la red. Más adelante denomino salvajes a este tipo de problemas sistémicos, y explico por qué no es posible abordarlos si no se tiene en cuenta la perspectiva de la complejidad como cuestión fundamental y distintiva. Si entendemos la complejidad, estaremos mejor preparados para la próxima catástrofe.

No se trata del tipo de problemas que estamos acostumbrados a resolver. Abordar cada uno de ellos es como entrar en la caverna de la Hidra (la versión griega o la de Marvel): un monstruo con múltiples cabezas, incontrolable por su capacidad de hacer brotar otras dos allí donde se le corta una. Ni Hércules pudo vencerla por completo: cortó todas las cabezas de la bestia y, para impedir que volvieran a surgir, cauterizó las heridas. Pero una de las cabezas era inmortal, entonces tuvo que enterrarla debajo de una piedra, aunque nada le garantizaba que no creciera nuevamente.

La última pandemia afectó todo y a todos. La urgencia de la situación nos mantuvo enfocados en la coyuntura, resolviendo lo que pudimos del modo como pudimos. Aprendimos sobre la marcha, tratando de nadar en una corriente voraz que nos arrastraba. En el camino dejamos de lado las reflexiones más profundas sobre lo que estaba pasando y lo que hacíamos —o dejábamos de hacer—, y, sin la distancia que todo análisis requiere, se nos hizo difícil abandonar la inmediatez para subir un nivel de complejidad y poder ver la imagen completa.

En este libro intento separarme de la coyuntura para intentar ver el bosque a pesar de la cercanía de los árboles. Mi propósito no es tanto entender qué pasó (o lo comprenderemos en el futuro, o no importa), sino, fundamentalmente, brindar herramientas para prepararnos para la próxima. Estamos en el epílogo de la pandemia de covid-19 y también, sin duda, en el prólogo de la próxima. Los eventos no se repiten, los procesos sí. Por eso el foco de este libro son esos procesos. A partir de algunos ejemplos pandémicos, que resuenan en todos nosotros porque los vivimos, propongo un análisis que ayude a entender la complejidad, sus matices y las tensiones involucradas. También sugiero un rumbo de acción. Es un plan provisorio, discutible, un insumo para el porvenir. Y no lo es solo porque yo, como cualquier otra persona, tengo mis limitaciones personales (mi formación académica, mi recorrido profesional y personal, mi manera de ver el mundo): frente a este tipo de problemas, no hay plan capaz de sobrevivir indemne al contacto con la realidad. Saber esto nos ayudará a planificar.

En el primer capítulo cuento cómo estábamos antes de la pandemia de covid-19 y, sobre todo, de qué modo sabemos que estábamos así. En el segundo, la pandemia irrumpe. Este suceso no debería habernos sorprendido, pero lo hizo. ¿Por qué? Si no comprendemos bien este punto, volveremos a sorprendernos y, por lo tanto, no actuaremos de la mejor manera posible. En el tercer capítulo propongo que ver los desafíos del mundo como problemas a resolver brinda un marco general que nos ayuda a entender y, especialmente, a hacer. En el cuarto, clasifico los problemas en diferentes tipos, y muestro cuál es el abordaje particular para cada uno. El quinto capítulo está enfocado en describir los problemas salvajes, aquellos que ocurren en sistemas multidimensionales y dinámicos con un fuerte componente social. Son los que más nos cuesta resolver, en los que más fracasamos y los que requieren herramientas específicas. El sexto retoma la pandemia para explicar que, si bien la crisis se fue resolviendo, la catástrofe asociada no tanto. El último capítulo propone un kit de primeros auxilios, un conjunto de herramientas para desarrollar y prepararnos.

Más tarde o más temprano —como todo—, la pandemia pasará. Podemos entonces sentirnos tentados a dar vuelta la página y volver a disfrutar de la vida, como en los felices años veinte tras el horror inentendible de la Primera Guerra Mundial. O también podemos aprender de esa experiencia y actuar cuanto antes, recordando que

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