Después de Marx

Jürgen Habermas

Fragmento

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I

PERSPECTIVAS FILOSÓFICAS

 

 

 

 

1. INTRODUCCIÓN: MATERIALISMO HISTÓRICO Y DESARROLLO DE LAS ESTRUCTURAS NORMATIVAS

 

1. Todos los trabajos reunidos en el presente volumen han sido escritos en los dos o tres últimos años.(1) No he tratado de eliminar los rasgos de ocasionalidad que se dejan notar en unos trabajos como estos, escritos para distintas ocasiones, pues también en esta forma resulta perceptible el común foco expresado por el ensayo que da título a la obra. Se trata de diversas acometidas para elaborar un enfoque teórico que yo entiendo como reconstrucción del materialismo histórico. Restauración significaría el retorno a un estado inicial desde entonces corrompido: pero mi interés por Marx y Engels ni es dogmático ni tampoco histórico-filosófico. Renacimiento querría decir la renovación de una tradición entre tanto sepultada: pero el marxismo no tiene ninguna necesidad de semejante cosa. Reconstrucción significa, en nuestro contexto, que se procede a desmontar una teoría y luego a recomponerla en forma nueva con el único objeto de alcanzar mejor la meta que ella misma se ha impuesto: tal es el modo normal de habérselas con una teoría que en algunos puntos necesita una revisión, pero cuya capacidad estimulante dista mucho de estar agotada.

Ahora bien: no es ese interés lo único que da cohesión a los trabajos aquí presentados. No por azar, proceden todos de una época en la que he trabajado en una teoría del obrar comunicativo (sin que por el momento me sea posible sino aludir a algunas piezas algo fragmentarias: Wahrheitstheorien, en Festschrift für W. Schultz, Pfullingen, 1973; Sprachspiel, Intention und Bedeutung, en R. Wiggershaus, ed., Sprachanalyse und Soziologie, Frankfurt/Main, 1975; Was heisst Universalpragmatik, en K. O. Apel, ed., Sprachpragmatik und Philosophie, Frankfurt/Main, 1976; Universalpragmatische Hinweise auf das System der Ich-Abgrenzungen, en M. Auwärter, E. Kirsch, K. Schröter, eds., Kommunikation, Interaktion und Identität, Frankfurt/Main, 1976). Aunque la teoría de la comunicación tiene como objeto solucionar problemas de índole más bien filosófica, problemas, más concretamente, que afectan a los fundamentos de las ciencias sociales, creo discernir un estrecho nexo con cuestiones que se derivan de una teoría de la evolución social.

Como tal vez parezca inusitado este aserto, quisiera comenzar llamando la atención sobre tres extremos.

a) En la tradición teórica que se remite a Marx, el peligro de derivar en mala filosofía fue particularmente grande siempre que se dio la inclinación a reprimir los planteamientos filosóficos en pro de un entendimiento cientificista de la ciencia. Ya en el propio Marx, la herencia de la filosofía de la historia se hace notar a veces de una manera algo irrefleja;[1] este objetivismo histórico se plasmaría sobre todo en las teorías evolucionistas de la Segunda Internacional —en Kautsky, por ejemplo— y en el Diamat.[2] Por esta razón, se requiere obrar con particular cuidado cuando hoy día volvemos a asumir las hipótesis fundamentales del materialismo histórico en torno a la evolución social. Este cuidado no puede consistir en tomar prestadas de una metodología desarrollada, siguiendo el ejemplo de la física, unas tablas de prohibiciones que tengan la misión de bloquear el camino que en la actualidad recorren las teorías científico-sociales del desarrollo, cuando estas se basan en los programas de investigación estimulados por Freud, Mead, Piaget y Chomsky.[3] Donde en verdad se ha de proceder con cautela es en la elección de los conceptos fundamentales que determinan el ámbito objetivo de la acción comunicativa. Con este paso se decide el tipo de conocimientos que el materialismo histórico puede imputarse a sí mismo.

b) Poco clara estuvo desde el principio la cuestión de los fundamentos normativos de la teoría marxiana de la sociedad. No debía esta ni renovar las pretensiones ontológicas del derecho natural clásico ni redimir las pretensiones, en este caso descriptivas, de las ciencias nomológicas, sino ser una teoría social «crítica», pero solo en la medida en que pudiera librarse de las falacias naturalistas de unas teorías que implícitamente estuvieran formulando valoraciones. Marx pensaba, por lo demás, que ya había resuelto este problema de un golpe, concretamente con una apropiación, declarada materialista, de la lógica hegeliana. Obviamente, Marx no ha tenido que ocuparse específicamente de esta cuestión,[4] por la razón de que para lo concerniente a las finalidades prácticas de su investigación pudo contentarse con tomar al pie de la letra y criticar inmanentemente el contenido normativo de las teorías burguesas dominantes, el derecho natural moderno y la economía política, un contenido incorporado incluso a las constituciones burguesas revolucionarias. Entre tanto, la conciencia burguesa se ha tornado cínica: tal y como lo ponen de manifiesto las ciencias sociales —y, en especial, el positivismo jurídico, el neoclasicismo de la ciencia económica y la más reciente teoría política—, los contenidos normativos vinculantes se han desprendido de modo radical. Ahora bien: si los afectados son los propios ideales burgueses, tal y como se torna consciente de una manera más abierta en épocas de recesión, faltan entonces valores y normas a los que pudiera apelar comprensivamente una crítica que procediese de modo inmanente. Por otra parte, las melodías del socialismo ético se han ejecutado sin éxito:[5] hoy día solo es posible tener una ética filosófica que no se limite a enunciados metaéticos si se logran reconstruir a posteriori las premisas y los procedimientos comunicativos generales de la justificación de normas y valores.[6] En los discursos prácticos se tematiza una de las pretensiones de validez que, en calidad de «base de validez», subyacen a la conversión. En la acción orientada hacia la comprensión se alzan «siempre e inevitablemente» pretensiones de validez. Estas pretensiones universales (pretensiones, concretamente, de inteligibilidad de la expresión simbólica, verdad del contenido proposicional, veritatividad de la manifestación intencional y adecuación del acto lingüístico en relación con normas y valores vigentes) están encajadas en las estructuras generales de la comunicación posible. En estas pretensiones de validez, la teoría de la comunicación puede buscar una leve, aunque pertinaz, nunca enmudecida y raras veces cumplida pretensión de racionalidad que se ha de reconocer de facto, cualquiera que sea el lugar y el momento en que haya de ser tratada consensualmente.[7] Si esto es idealismo, entonces se cuenta este —de modo precisamente naturalista en grado sumo— entre las condiciones de reproducción de un género que debe mantener su vida mediante trabajo e interacción, esto es, también en base a proposiciones veritativas y normas que precisan justificación.[8]

c) No solo se producen conexiones entre la teoría

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