¿Qué pasó en febrero de 1973?

Julio María Sanguinetti

Fragmento

¿Qué pasó en Febrero?

LA INSURRECCIÓN

Febrero se inaugura un jueves 1º, con un mensaje en Radio Carve del Senador batllista Amílcar Vasconcellos sobre la situación política: “Hace un siglo el Uruguay entraba en la etapa histórica que fue considerada como el período militarista”. “Nadie (…) salvo por cobardía, por comodidad o por ceguera histórica, tiene el derecho de ignorar que hay en marcha en este nuestro Uruguay –más allá de las declaraciones que se hayan hecho y que se puedan hacer– un movimiento que busca desplazar a las instituciones legales para sustituirlas por la omnímoda voluntad de los que pasarían a ser integrantes de la internacional de las espadas”.1

Al día siguiente, contesta el Presidente Bordaberry: “He afirmado una y otra vez, y lo reitero en esta oportunidad, que no será con mi consentimiento que el país se apartará de su tradición democrática, y reafirmo una vez más la voluntad de cumplir con el mandato de entregar el poder sólo a quien determine la voluntad soberana del pueblo”.2

El 2 de febrero, Acción escribe: “Valiente planteo y valiente respuesta”. El propio Vasconcellos considera “reconfortante” la declaración presidencial.

Ahora (3 de febrero), vocero del Partido Demócrata Cristiano, dirigido por Óscar Bruschera, informa que los mandos del Ejército no comparten algunos párrafos de la carta presidencial.

El martes 6 trasciende una larga reunión del Presidente de la República con el Ministro de Defensa, Dr. Armando Malet, y luego otra, inusual, con los Comandantes en Jefe y un plenario de Oficiales. El tema es dar una respuesta a Vasconcellos.

El 7 de febrero, los Comandantes del Ejército y la Fuerza Aérea publican esa virulenta respuesta en la que las Fuerzas Armadas se consideran víctimas de una “concertada maniobra” política que persigue, entre otros objetivos, “desprestigiar a las Fuerzas Armadas en la opinión pública”. Acusan a Vasconcellos de ser “portavoz de una conjura de sectores partidarios en base a la posibilidad de ganar prestigios o caudal electoral”.

La carta no la firma el Comandante en Jefe de la Armada, C/A Juan José Zorrilla. Su discrepancia sobre la situación se había hecho un secreto a voces. También, que el marino había rechazado –como se comprobó luego– una propuesta del Senador Wilson Ferreira Aldunate de propiciar la renuncia del Presidente Bordaberry, la asunción del Vicepresidente Sapelli y la convocatoria a nuevas elecciones, en un plazo no mayor a 90 días.3

En la noche, ante la renuncia del Dr. Malet, el Presidente designa nuevo Ministro: el respetado General Antonio Francese. En la mañana del 8 de febrero asume el ministerio, con el rechazo de los Comandantes, que se niegan a asistir a la ceremonia.

El Presidente y Francese acuartelan la Armada, como respuesta al acuartelamiento del Ejército y la Fuerza Aérea.

En la tarde, el Ejército corta el tránsito de la Avenida Agraciada, frente a la Región Militar N.o 1; copan el Canal 5 de televisión y varias radios, para emitir un comunicado desconociendo la designación del nuevo Ministro. Reconocen sus altas “cualidades morales e intelectuales”, pero le reprochan su “infortunada actuación” en los ministerios de Interior y Defensa en los años 1970 y 1971, en que “la sedición se organizó y consolidó en nuestro medio”. Aluden inequívocamente a la decisión del Presidente Pacheco Areco de no emplear las Fuerzas Armadas, que sólo entraron en acción cuando, a casi tres meses de la elección nacional, la fuga de toda la dirigencia tupamara del Penal de Punta Carretas sacudió al país con la sensación de que las instituciones habían sido rebasadas.4

En la madrugada del viernes 9, a las 00.40, la Armada se despliega en la Ciudad Vieja, con barricadas instaladas con ómnibus y vehículos requisados, cerrando la zona. A las dos de la madrugada se declara leal a las instituciones y presenta sus buques, en orden de combate, frente a la ciudad.

Las radios trasmiten marchas militares. Zorrilla, personalmente, ofrece al Presidente instalarse en la Ciudad Vieja para poder negociar con los sublevados desde una mejor posición. Le contesta que su lugar está en la Casa de Gobierno.5

En la noche de ese 9 de febrero, el Frente Amplio realiza un acto público en 8 de Octubre y Comercio. El General Seregni, en parecida línea al planteamiento de Ferreira Aldunate, reclama la renuncia de Bordaberry, pero –en este caso con una diferencia sustancial– encarando ya la perspectiva de un gobierno con presencia militar. A su juicio “la renuncia es un imprescindible gesto patriótico, idóneo, necesario para insinuar un camino que conduzca a la reunión de todos los orientales honestos. La presencia del Señor Bordaberry entorpece las posibilidades de diálogo. La renuncia del Señor Bordaberry abriría una perspectiva de diálogo. Y solamente a partir de ese diálogo restablecido es viable la interacción fecunda entre pueblo, gobierno y Fuerzas Armadas, para comenzar la reconstrucción de la patria en decadencia”. Hablaron, además, los Senadores Enrique Rodríguez, Francisco Rodríguez Camusso, Juan Pablo Terra, Enrique Erro y Zelmar Michelini, en representación de todos los sectores del Frente.6

A las 22:30, los Comandantes de Ejército, Gral. Hugo Chiappe Posse (Comandante en Operaciones ante la renuncia del Gral. Verocay), y de la Fuerza Aérea, Brigadier José Pérez Caldas, emiten el Comunicado N.o 4, con el programa político del movimiento militar. Afirman que, en el último año, en el enfrentamiento a la subversión, las Fuerzas Armadas han tomado “conciencia plena” de la situación nacional y han decidido participar activamente en su vida pública. Invocan la moral cívica, proponen combatir los ilícitos de carácter económico y la corrupción donde se encuentre; reorganizar el Servicio Exterior; designar al frente de las empresas públicas a gente capacitada sin atender cuotas políticas; llevar adelante la “redistribución de la tierra”; y asegurar la “intervención” de las Fuerzas Armadas en todo organismo o actividad que tenga relación con la seguridad y soberanía nacional.7

Al día siguiente emiten un nuevo comunicado, el N.o 7, por considerar “insuficiente” el anterior, al que le añaden numerosos reclamos de desarrollo, invocan la “mística de la orientalidad” y “la recuperación de los grandes valores morales de aquellos que forjaron nuestra nacionalidad”. Se incluye una condena expresa al marxismo. Trasciende que este añadido fue reclamado por los Generales Cristi y Zubía, ante el tono “peruanista” del anterior, presuntamente inspirado por el General Gregorio Álvarez (hoy parece absurdo, pero en dirigentes de izquierda se le veía como el líder de una corriente progresista).8

A la misma hora, contesta por radio y televisión el Presidente Bordaberry, junto al General Francese, quien le presentó una renuncia que no le aceptó.

El Secretariado Ejecutivo de la CNT emite un comunicado que afirma: “La designación del Gral. Francese como Ministro de Defensa Nacional ha sido un factor precipitante de la crisis, y el desacierto con que ha manejado los problemas surgidos con este motivo hacen una tremenda responsabilidad sobre el gobierno”.9 No hace ninguna referencia a la insurrección.

El Presidente convoca a la ciudadanía a la Plaza Independencia, en cuya Casa de Gobierno permanece, acompañado de Ministros y legisladores colorados. También concurren los legisladores nacionalistas Washington Beltrán y Mario Heber, de proclamada actitud institucionalista. Se reúnen algunos cientos de personas. Recién a las 5:00 de la madrugada del sábado 9, se retira a la residencia de la Avenida Suárez.

En la mañana del mismo sábado 10, una delegación de la CNT dialoga con los mandos militares. Trasciende que el llamado grupo “peruanista” del Ejército aspira a la incorporación del movimiento sindical a la situación. El “peruanismo” alude al gobierno del General Velasco Alvarado, dictador peruano que derrocó al Presidente Fernando Belaúnde Terry, llevando adelante un programa de nacionalizaciones y reforma agraria, de inspiración nacionalista y marxista.

El Presidente permanece en la residencia de Suárez. El domingo 11, los mandos sublevados exhortan a la Armada a que deponga su actitud. Tres Ministros intentaron un diálogo en la División N.o 1 sin ningún éxito. En la tarde, los comandantes visitan al Vicepresidente Jorge Sapelli, consultándolo sobre su actitud en caso de renuncia del Presidente Bordaberry. Contesta que no participará en ninguna gestión de tipo alguno que suponga el alejamiento del Presidente y que se atiene estrictamente a los procedimientos constitucionales. Sobre las 22:00, se dirigen a la residencia de Suárez y se reúnen por una hora con el Presidente, reclamándole que la Armada levante el bloqueo, ante la inminencia de un enfrentamiento.

En el Área Naval del Cerro se produce una sublevación contra Zorrilla, liderada por el buque Huracán.

Finalmente, el Presidente le solicita al Comandante Zorrilla que proceda a poner fin al bloqueo, para evitar el choque armado. Zorrilla renuncia con una nota de gran altura:

En el ejercicio del mando con que me honrara el gobierno, he tratado por todos los medios a mi alcance de cumplir personalmente, e inducir a ello a mis subordinados, con el postulado básico del deber militar, de la lealtad al orden constitucional, orgullo y fuerza de nuestra República. Ello me indujo a no acompañar declaraciones públicas realizadas por los mandos del Ejército y la Fuerza Aérea, con las consecuencias conocidas. Agotados todos los esfuerzos normales en pro de la legalidad, este Comando cumple con el deber de manifestar que no ha podido lograr que todo el cuerpo de jefes y oficiales participe del mismo criterio. Por lo expuesto, con el mismo valor moral con que enfrentamos esta circunstancia, y entendiendo que ello es favorable a la normalización de la situación nacional, solicito a Ud. Sr. Presidente, se sirva relevarme del cargo con que me honrara. Espero que cada uno de los actores de estos sucesos asuma su responsabilidad ante la historia.10

El Presidente acepta su renuncia y designa al Capitán de Navío Conrado Olázabal al frente de la Armada. Asume que tiene que pactar.

El diario Acción, el 12 de febrero, publica una gran foto de Zorrilla con una leyenda que dice: “…durante los tres días de la crisis, la Armada Nacional escribió una hermosa página principista, exhibiendo la fuerza moral de su respeto a las instituciones, sabedores como lo eran de que carecían de fuerza material para enfrentar a quienes constituían un poder inmensamente mayor”.

El lunes 12, a las 13:30, el Presidente de la República se dirige a la Base Boisso Lanza, de la Fuerza Aérea, donde lo esperan los comandantes. A las 15:00 regresa en helicóptero a la residencia de Suárez. Se ha producido un entendimiento que se recordará con el nombre de “Pacto de Boisso Lanza”. El Presidente constitucional ha claudicado y el poder militar queda formalmente incorporado al gobierno.

El diario comunista El Popular, en su edición del 11 de febrero, había definido con rotunda claridad la tesis que venía sustentando el Frente Amplio: “Nosotros hemos dicho que el problema no es el dilema entre poder civil y poder militar; que la divisoria es entre oligarquía y pueblo, y que dentro de éste caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo”. Añade: “Hoy como siempre creemos que para la obra de auténtica recuperación nacional se necesita el esfuerzo de todos los orientales honestos, sin distinción de civiles y militares, con la única determinación de ser patriotas y de creer en el pueblo”.

El 13 de febrero, las Fuerzas Armadas emiten un comunicado informando que se ha llegado a un acuerdo para poner en marcha los comunicados 4 y 7, que supone la incorporación militar a su nueva “misión de brindar seguridad al desarrollo nacional en el marco del sistema democrático republicano”. No se llega a firmar ningún documento, pe

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