CAPÍTULO 1
El vínculo lo es todo
Vínculos conflictivos
En la época posmoderna que estamos transitando, el tema de los vínculos conflictivos está en auge: problemas en las relaciones de pareja, de amigos, laborales, familiares; situaciones que ocasionan dificultades y luchas. Sin embargo, debemos mencionar que tener conflictos es normal; estos son la expresión de la tensión. Cuando hay tensión acumulada, el conflicto permite el drenaje, la expresividad y la exteriorización de dicha tensión. Por eso, podemos decir que “es normal discutir”. Lo importante es no hacer de esto un problema.
¿Por qué se originan tantos conflictos en los vínculos?
a) Porque, para poder llevarnos bien y discutir sanamente, hace falta tiempo
¿Qué hacen parejas, amigos, jefes y empleados? En cinco minutos buscan ponerse de acuerdo sobre muchos temas. La mujer le comenta a su esposo: “Los chicos están mal en el colegio”, y él responde: “Vives para ellos, ya no me miras”. “Sí, pero tu madre siempre interviene en todos nuestros problemas”, agrega ella… En cinco o diez minutos, pretendemos solucionar todos los temas. ¿Por qué? Porque hay que hablarlo ya, no hay capacidad de procesamiento. Pareciera que no hay más tiempo, la sensación de urgencia es permanente. Vivir en el “ahora”, en el “ya mismo”, en el “disfrutar ahora” hace que vivamos corriendo. Esto explica por qué hay tantos trastornos de ansiedad, ataques de pánico y conflictos vinculares. No hay tiempo; el futuro no importa.
En la época posmoderna, el tiempo no existe; se murió. No hay pasado ni futuro, solo existe el hoy, pasarlo bien ahora. Ese “ahora” borró el futuro y el pasado, por eso, muchas personas no son capaces de planificar; no se detienen a mirar hacia adelante; no imaginan trazar un plan laboral o de estudio. El mañana no existe para ellos. El discurso de nuestra era es: “Lo importante es que seas feliz hoy”; sin embargo, se trata de un discurso falso porque existe un hoy, pero también hay un mañana.
En la época moderna (proceso de transformación cultural de la modernidad a partir de la década de 1970, y especialmente 1980) había pasado, presente y futuro. Esto es muy importante, ya que nosotros teníamos que trabajar, estudiar y armar proyectos; mirábamos hacia adelante porque había que construir. “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”, nos preguntaban a menudo. “Quiero estudiar o quiero trabajar”. Hoy ya no es así. Entonces, necesitamos desacelerar y recuperar el futuro, disfrutando el ahora y tendiendo un puente con el mañana. Para ello necesitamos “tiempo”. Para tratar un tema a la vez, necesitamos “tiempo”. No podemos resolver todo junto. No tratemos los problemas a solucionar en pocos minutos mientras tomamos el café o abrimos la puerta de casa para ir a la oficina. Si vamos a plantear una cuestión, asegurémonos de contar con tiempo suficiente.
Los momentos más felices que mi corazón conoce son aquellos en que derrama su afecto sobre unas cuantas personas estimadas.
Thomas Jefferson
b) Porque no somos autorreferenciales
Cuando yo hablo de lo que me sucede a mí, esta capacidad de autorreferencia produce un mejoramiento de los vínculos: “Me pasa esto; yo necesito; yo quiero”.
c) Porque buscamos el poder
Muchas discusiones son el resultado de “luchas de poder”. Las peleas constantes, en el fondo, no son una manifestación de los temas que se discuten, sino de quién tiene el poder y decide la escena. Cada uno trata de imponerle al otro su manera de ver las situaciones. Más importante que “sobre qué” discutimos es “cómo” lo hacemos; si lo hacemos desde la crítica, la descalificación y la agresión, con el tiempo traerá un gran deterioro en la relación. ¿Qué sucede cuando no se alcanza el consenso? Pueden suceder dos cosas: que uno se someta al otro con una gran acumulación de enojo o que el conflicto se prolongue en el tiempo. Si surgen rencillas en el vínculo por cualquier motivo, ya sea grande o pequeño, la consecuencia será un desgaste lento y seguro en la relación.
Cuando alguien expresa: “estoy en contra”, “no estoy de acuerdo”, seguramente, su intención no sea dialogar y llegar a un acuerdo, sino imponer su decisión u opinión. Cuando a mí me formulan una pregunta, respondo: “¿Me lo preguntas porque quieres aprender o tú ya lo sabes y solo quieres discutir conmigo?”. Si la respuesta es “Yo ya lo sé”, diré: “Entonces, si ya lo sabes, quédate con tu opinión, ¿para qué necesitas saber la mía?”. Distinto es cuando yo tengo una opinión, pero me interesa escuchar al otro, ya que el conocimiento se construye en equipo. Las diferentes perspectivas siempre nos enriquecen.
William L. Ury cita en su libro Supere el No la frase “subir al balcón”, como una metáfora que significa “dar un paso atrás para ver las cosas con cierta perspectiva”, y agrega: “Todos conocemos ejemplos de personas que aceptan un empleo o establecen unas relaciones personales, y al no entenderse con el jefe o con su pareja, deciden abandonar el campo de juego sin buscar una segunda oportunidad. Lo que sucede casi siempre es que interpretan mal el comportamiento de la otra persona y no tratan de buscar una solución. La persona que prefiere romper una y otra vez sus relaciones no llega a ninguna parte, porque siempre está comenzando de cero”.1
Comparto a continuación tres ideas para pensar juntos la cuestión de las discusiones constantes por el poder:
- 1. Tomar distancia para ver el conflicto muchas veces resulta inútil. ¿Por qué? Porque la discusión no es válida, ya que no es por el tema que creemos que es. La verdadera razón no la vemos y esa situación infructuosa se puede prolongar en el tiempo. En cambio, cuando nos flexibilizamos y logramos ver el verdadero problema, ya tenemos la mitad de la solución.
- 2. Pensar que lo que está en juego aquí no es el tema en cuestión. Es el poder que, claramente, niegan las personas en ese vínculo, por creer que se trata de algo más. Lo aconsejable es repensar cuál es el modelo de poder en esa relación. ¿Es democrático? ¿Es de consenso? ¿Es de distribución de roles? ¿O es de supremacía del uno sobre el otro? El sometimiento siempre genera resentimiento.
No estoy interesado en el poder por el bien del poder, pero estoy interesado en el poder que es moral, que es correcto y que es bueno.
Martin Luther King Jr.
- 3. Necesitamos recordar que en todo vínculo existe un dinamismo. Hay acuerdos permanentes porque los que forman parte de este crecen y cambian con el transcurso del tiempo. En consecuencia, nunca es un argumento válido decir que “siempre lo hicimos así”.
d) Porque no planteamos los límites de la discusión
Es sumamente importante que en nuestros vínculos más cercanos (pareja, hijos, padres) se establezcan pautas en caso de una discusión. Por ejemplo, determinar “cero agresión verbal” y poner un freno a la descarga de agresión. Si lo que se busca es agredir al otro, entonces no estamos intentando alcanzar la resolución del conflicto. Si intentamos fijar el límite cuando el conflicto ya se ha generado, habremos llegado tarde.
e) Porque adivinamos y no preguntamos
La clave en todo vínculo sano es preguntar más y adivinar menos. Afirmar menos y preguntar más. En el libro Yo no peleo, tú no peleas, Alejandra Stamateas explica: “Cuando vivimos de suposiciones, perdemos el tiempo y las fuerzas, y empezamos a guardar rencor. Entonces nos ponemos a la defensiva: ensayamos venganzas y posibles respuestas frente a lo que el otro nos pueda hacer o decir. ¡Pero todavía nadie ha hecho o dicho nada! Necesitamos achicar nuestro ego, pues no todo empieza ni termina en nosotros. Las cosas pueden seguir funcionando, aunque nos quitemos de escena. De hecho, el mundo seguirá girando cuando tú y yo ya no estemos aquí”.2 Muchas parejas suelen comentar: “¡Ay, qué cara que tienes! ¿Estás enojado? ¿Estás molesta? ¿Por qué no me hablas? Te estoy aburriendo, ¿no?” Dejemos de adivinar y animémonos a preguntar.
Una relación sana se construye. No esperemos a estar mal para hablar. Abramos distintos canales de comunicación a diario, tanto con nuestra pareja como con nuestros hijos. Hagamos preguntas para interiorizarnos sobre cómo están, busquemos la oportunidad para crear y compartir momentos de disfrute. Y, cuando haya una cuestión a resolver, recordemos que tenemos temas en común sobre los que estamos de acuerdo, para que la solución a ese conflicto parta de una construcción positiva y de todo aquello que nos une.
Desarmemos el circuito del correcaminos y el coyote: uno se acerca y el otro se aleja; uno pregunta y el otro hace silencio; más lo busco, más se aleja; más se aleja, más lo busco. En las charlas que tengamos, hablemos de lo que nos gusta, de viajes, de música, etc. Cuando estamos con el otro, tenemos que construir el vínculo comunicacional. No esperemos resolver toda nuestra vida en minutos. Construyamos un diálogo constante y utilicemos todas las vías de comunicación a nuestra disposición.
Los roces diarios de los vínculos
Los conflictos son parte de la vida. Lo importante no es no experimentarlos, sino saber cómo resolver esos roces ocasionales del diario vivir y utilizarlos en forma nutritiva. Somos distintos y eso nos lleva a tener roces. Pero deberían ser ocasionales o circunstanciales y no afectar el vínculo. Por ejemplo, cuando le decimos a alguien: “No me gusta este aspecto de tu carácter”. Uno es cerrado y el otro es expansivo; uno es tímido y el otro es expresivo. Algunas personas se enojan y al tiempo se olvidan, mientras que a otras les dura el enojo. Este tipo de roces nos permite ser flexibles y negociar con el otro, sabiendo que el vínculo es más importante que las discrepancias por la manera de ser. De esta forma, puede surgir la reconciliación: una nueva construcción entre ambos, un reencuentro, una relación renovada.
Hay personas que son como la caña: cuando aparecen las diferencias, se quiebran. Y otras que son como la rama: se doblan y son capaces de pensar desde el punto de vista del otro. Estas últimas tienen una dosis importante de empatía que les brinda flexibilidad. Busquemos siempre la plasticidad. Supongamos que un padre quiere criar a su hijo adolescente como lo criaron a él cuando tenía la misma edad. Es muy probable que tenga grandes conflictos en su crianza. Flexibilidad es sinónimo de “disminución de prejuicios y aumento de empatía”. Es la capacidad de saber que no todo en la vida es blanco o negro, frío o caliente, sino que hay grises, cálidos o templados.
Coherencia y flexibilidad, la clave de todo crecimiento personal: intenta ser consecuente, pero abierto al cambio.
Walter Riso
Mejoramos nuestros vínculos cuando podemos expresar, en tono amable y tranquilo, aquello que nos disgusta o nos genera molestia con el otro. No se trata de una lucha de poder (“yo tengo razón y tú no”), sino de construir juntos una mejor alternativa para llevarnos bien. Cuando dos personas discuten por un tema determinado y luego no se hablan nunca más, ese vínculo no tenía bases sólidas. Dos amigos pueden discutir sobre cualquier tema y conservarán su amistad porque el vínculo es más fuerte que el contenido de la discusión. Cuando una persona tiene un malestar con alguien y, en lugar de ir a hablarlo con la fuente, lo expone en las redes sociales y se lo cuenta a otros, en realidad, su enojo ha crecido. El camino que ha tomado no solo no resuelve la cuestión, sino que tampoco lo libera de la frustración que siente.
Muchas veces los roces ocasionales se deben a expectativas que tenemos con respecto al otro: “Esperaba que me llamaras, que me ayudaras, que me acompañaras”. Al no cumplirse eso, nos sentimos defraudados y desilusionados. Pero siempre es la palabra, nuestra capacidad de hablar, el acto amoroso, lo que nos permite reconciliarnos y construir, a partir de esa diferencia, un vínculo mejor.
Cuando las palabras están bien escogidas son abreviaciones de frases; las palabras son los cuerpos y el vínculo exterior de los pensamientos. Las palabras son sitios transparentes y los únicos espejos en los que pueden ser visibles nuestros pensamientos.
Joseph Joubert
Seamos investigadores privados de nuestra propia conducta. ¿Por qué difundo por las redes tal comentario sobre alguien? ¿Por qué hablo así de tal persona? ¿Qué aspectos míos (mis sombras) está activando esta persona? Cuando uno hace introspección (a mi entender, uno de los rasgos más importantes de la salud mental), en lugar de acusar, criticar o descalificar, usa lo que siente y piensa en pos de su crecimiento. Y, cuando crecemos y colocamos el eje en nosotros mismos, logramos enfocarnos en nuestro propio proyecto y romper nuestro propio récord.
Todos los seres humanos poseemos un anverso y un reverso: somos emocionales y racionales, dependientes e independientes, extrovertidos e introvertidos. Lo ideal es mantener todo en balance, aunque un rasgo predomine más que otro.
Vínculos que nutren
Hay personas que nos sanan con sus actitudes. Producen alegría, plenitud, y nos nivelan “hacia arriba”. Todos nosotros nacemos listos para la conexión con los demás. El vínculo lo es todo. ¡Necesitamos de los demás! Es verdad que hay gente tóxica que nivela “hacia abajo”, pero en esta