PRÓLOGO
Cuando uno sufre de esa forma tan peculiar de la brutalidad que es la mala memoria, el pasado tiene una consistencia casi tan irreal como el futuro. Si miro hacia atrás y trato de recordar los hechos que he vivido, los pasos que me han traído hoy hasta aquí, nunca estoy completamente seguro de si estoy rememorando o inventando. Cuando vivimos las cosas, en ese tiempo «durante» que llamamos presente, con ese peso devastador que tiene la realidad inmediata, todo parece trivial y consistente y duro como una mesa o un taburete; en cambio, cuando pasa el tiempo, las patas de ese taburete se rompen o se pierden, el asiento se dobla, el espaldar se deforma, el respaldo es devorado por el comején, y las cosas terminan siendo tan irreales como ese objeto definido una vez maravillosamente por Lichtenberg: «Un cuchillo sin hoja al que le falta el mango». ¿Qué objeto es ese? Un objeto que puede existir tan solo en las palabras, una cosa que no se puede mostrar, pero una cosa que ustedes pueden ver en esa frase: «Un cuchillo sin hoja al que le falta el mango». Eso es el pasado casi siempre, algo que ya no es y de lo cual solo nos queda el rastro de las palabras.
Lo ya ocurrido y lo que está por venir, en mi cabeza, son apenas conjeturas. Los relatos autobiográficos que componen este libro tienen esa consistencia mixta: o la paciente reconstrucción por indicios de un pasado que ya no se recuerda bien («Un poema en el bolsillo» y «Un camino equivocado»), o el asombro ante un futuro que quizás ya no seremos nunca («Ex futuros»). Estos relatos aparecieron inicialmente —en versiones más cortas y rudimentarias— en las siguientes publicaciones periódicas: Granta, El Malpensante, Letras Libres y El Espectador. Aquí están corregidos, menos incompletos, y, en algunos casos, con el material visual que me ayudó a rescatarlos de la confusión y de la desmemoria.