Orlando Ayala: El colombiano que le hablaba al oído a Bill Gates

Julio César Guzmán

Fragmento

Introducción

Gabo, siempre Gabo. Los periodistas colombianos estamos supeditados a escribir bajo la permanente sombra tutelar de Gabriel García Márquez, ya sea de manera directa o indirecta y, a veces, casi sin querer. Tal es el caso de este libro. Pero ¿qué tiene que ver el nobel de literatura con el mundo de la tecnología y el liderazgo?

La respuesta se remonta a mediados de septiembre de 2016, cuando el periódico El Tiempo publicó una entrevista con el ejecutivo colombiano Orlando Ayala, muchas veces descrito como “mano derecha” de Bill Gates y quien por esos días se retiraba del gigante del software Microsoft luego de una fulgurante carrera.

Al mismo tiempo se celebraba en Medellín el Festival Gabo de Periodismo, una plataforma en la que se discute sobre este oficio, se aprende de este en talleres prácticos y, sobre todo, se discuten proyectos en charlas de café y tertulias animadas. Justamente el día de su apertura, coincidimos en el taxi que nos llevaba del aeropuerto hasta la capital antioqueña con el amigo y periodista Nelson Freddy Padilla, generoso colega que ilumina la mente de sus contertulios, quien me comentó de manera muy favorable aquella entrevista y me preguntó si era mía.

Lamentablemente no era de mi autoría, sino del periodista Camilo Peña, quien había logrado ir más allá del registro noticioso y sacarle al ejecutivo más importante en la historia informática de Colombia unas cuantas lecciones sobre lo que debería hacer el país en temas tecnológicos. Pero probablemente Nelson Freddy recordaba haber conversado conmigo sobre un perfil que yo le había publicado a Ayala veintiún años antes en el mismo periódico, cuando él era uno de los vicepresidentes mundiales del emporio de Gates.

Con su aguzado olfato periodístico, el colega destacó la importancia de aprender de un nombre tan importante en la industria digital y me sugirió buscarlo de nuevo para escribir un “testamento” de su vida profesional, que enriqueciera la discusión en torno a las decisiones que un país como Colombia debe adoptar para no perder el tren de la vanguardia.

Aunque no respondí de inmediato, el inquieto espíritu de Gabo se volvió a manifestar de diferentes formas, pues uno de los conversatorios más interesantes del festival que lleva su nombre abordó la publicación de libros como uno de los refugios del mejor periodismo, ante la flagrante falta de espacio en los medios tradicionales.

La mirada omnipresente del mejor escritor colombiano me persiguió durante cuatro días, como preguntándome qué esperaba para emprender el proyecto, y al abandonar ese oasis macondiano de letras y amigos, ya se había incubado la idea de retomar el diálogo emprendido en 1995. Durante los siguientes tres años, no solo contacté a Ayala, quien vive a más de 6.000 kilómetros de Bogotá, cerca de Seattle (Estados Unidos), sino que lo acosé por correo electrónico, WhatsApp, Skype y hasta en persona, cuando vino al país a dar alguna de sus conferencias.

Y así reencontré a ese hombre admirable, que llegó a ostentar el cargo más envidiado de la industria informática en todo el mundo, con cerca de 40.000 personas a su cargo en decenas de países y que respondía por un presupuesto equivalente a la mitad del de Colombia. Un trabajador incansable que de niño vivió en el humilde barrio Santafé, en Bogotá, cuando allí no existía la zona de tolerancia que hoy lo atraviesa; que estudió en la universidad en jornada nocturna para poder trabajar de día; que a partir del esfuerzo y la sed de conocimiento superó sus propias condiciones sociales y terminó siendo jefe del actual director ejecutivo de Microsoft, Satya Nadella. En efecto, hace algunas décadas, Nadella era el jefe tecnológico del grupo de Dynamics, a cargo de desarrollar la computación en la nube, y como tal dependía jerárquicamente de Ayala.

Años después, en 2016, el mismo Nadella le rindió un homenaje de manera inesperada a Ayala, previo a su jubilación, ante 15.000 empleados que aplaudieron un conmovedor video en el que Bill Gates destacó sus cualidades.

“Muchas veces —dijo Gates en cámara— tuvimos que tomar decisiones estratégicas y enfrentamos retos con el Departamento de Justicia, y Orlando siempre fue una voz que decía: ‘¡Vamos a hacerlo, hagamos lo correcto para nuestros clientes!’. Con frecuencia, asumió tareas especiales que llevaron a la compañía a aprender nuevas destrezas. Él ha hecho contribuciones en muchas áreas.

”He emprendido muchos viajes con Orlando; en algunos terminábamos exhaustos, con una agenda pesada. Nos divertimos recorriendo América Latina y hablando con la gente. Recuerdo que nos reunimos con algunos políticos colombianos, y no estaba seguro de por qué nos reuníamos con ellos y por qué Orlando me quería allí. Pero aprendí mucho al respecto.

”Orlando siempre está arriba, siempre está lleno de energía, incluso cuando teníamos que quedarnos hasta tarde. Lideró a mucha gente maravillosa, dejó un gran ejemplo, de alguien que está comprometido con valores fenomenales y también con los proyectos que tomó a su cargo. Y él ha hecho probablemente una variedad de cosas mayor a la de cualquiera de nosotros en la compañía. Es increíble verlo renovando constantemente, comprometiendo su energía, resolviendo nuevos asuntos, así que hizo una inmensa contribución a la empresa”.

Las palabras del hombre más rico del mundo no pueden ser gratuitas. Retratan, de cuerpo entero, la magnitud de un colombiano difícil de igualar. En agradecimiento, Ayala le envió pocos días después un correo personal a Gates y la reacción de este fue aún más elocuente: “Disfruté mucho haciendo el video, así como disfruté todo nuestro trabajo juntos. Tú hiciste una inmensa contribución a Microsoft. Fuiste un gran apoyo durante los difíciles tiempos de la demanda del Departamento de Justicia. Siempre fuiste creativo y optimista sobre lo que podíamos hacer. Estoy en deuda contigo y siempre estaré contento de ayudarte de cualquier manera que pueda”.

Gates y Ayala son dos hombres contemporáneos, que nacieron con apenas diez meses de diferencia. Pero mientras Gates vio la luz en Seattle, una de las ciudades con mejor calidad de vida en Estados Unidos, Ayala lo hizo en Bogotá el 18 de agosto de 1956, en plena dictadura de Rojas Pinilla y mientras permanecían cerrados los diarios El Espectador y El Tiempo.

No eran momentos fáciles para Jaime Ayala, el padre de Orlando, quien nació en Pradera (Valle) y trabajó por muchos años como vendedor de publicidad y locutor de radio. “Siempre he buscado emular su capacidad de leer”, me dijo Orlando sobre su papá, cuando le hice ese primer perfil publicado en 1995. “Aunque no estudió en la universidad, poseía una cultura singular. Mi gran frustración es que él no alcanzó a ver el progreso de sus hijos, ya que irónicamente murió ocho días antes de que yo abriera la subsidiaria de Microsoft en Colombia”.

Don Jaime tuvo cuatro hijos, todos varones. En su orden, Óscar, Álvaro, Orlando y Ro

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