Manifiesto sobre el humor
“El humor es humano,
el humor involuntario es divino”.
ALEXANDER PAPO
Consejo útil: cuando vean a un humorista hablando del humor, huyan lo más lejos posible. A menos que tengan un arma; en ese caso disparen, por favor, el mundo les agradecerá, está llenito de gente haciendo chistes en serio.
Los humoristas hablando sobre el humor deben ser de los seres más aburridos de la humanidad, sin exagerar; son capaces de hacer cabecear a una lechuza. En comparación, una cadena presidencial —ese artilugio del siglo pasado para ordenar el pensamiento colectivo, como si esto fuera posible— es La pistola desnuda, con efectos especiales agregados en 2017 y una versión digitalizada del amigo afrodescendiente de Leslie Nielsen, para que no aparezca O. J. Simpson en la película y se levante una feminista a gritar “¡Femicida! ¡Muerte al patriarcado!” y pudra la película.
Sin embargo, el prólogo de un libro tiene que ser aburrido. Porque así lo exige la Convención Internacional de Prólogos, celebrada en una ciudad anterior a Ginebra que nadie se acuerda bien de cuál era, y por estricta conveniencia: cuanto más tedioso sea este tramo que no es oficialmente el contenido del libro, más alivio sentirán al llegar al comienzo. Y el alivio es una forma de placer bastante parecida a la generada por el efecto cómico: no hace bien per se, pero mitiga superficial y temporalmente el padecimiento.
Es por esto que me siento en la necesidad de hacer algunas aclaraciones acerca de la sobrevalorada función del humor en la sociedad y sus rasgos esenciales.
PRIMERO Y FUNDAMENTAL: EL HUMOR INTELIGENTE NO EXISTE.
No conozco ningún chiste que enseñe o explique la teoría de la relatividad especial de Einstein; tanto menos la general, que viene con el principio de equivalencia, un enunciado que explica bastante bien por qué los uruguayos no sentimos la fuerza gravitatoria que produce el Ejército Invisible del Desestímulo Oriental en nuestros organismos: somos observadores dentro de un sistema inercial en caída libre, no podemos ser considerados “observadores en reposo” (a pesar de nuestra adicción a las reposeras), por lo que, a grandes rasgos, nos cagamos olímpicamente en la mecánica newtoniana. Ni hablar de la dificultad extra que acarrea la curvatura del espacio-tiempo doblada en un chiste, algo que —en algún punto— acabo de demostrar con la explicación pretendidamente divertida anterior y la que ahora mismo estoy haciendo, que les debe resultar mucho más lenta (tiempo estirado y ralentizado) y larga de lo que es/fue, por la presencia de una masa (el intento de chiste) tediosa de una densidad tan grande que el campo gravitatorio que genera en la curvatura espacio-tiempo tiende al infinito (como un agujero negro de tedio) y ni los fotones se salvan del aburrimiento. O en un ejemplo más cotidiano: el cajero automático. Del lado de adentro, el tiempo se ralentiza debido al campo gravitatorio generado por un cuerpo masivo (el cajero), 30 segundos en ese sistema inercial son como 1:50 minutos (o más) del observador en reposo, que es el que está afuera del cajero odiando a una persona —que ni siquiera alcanza a identificar— por su demora injustificable (al menos dentro de la mecánica newtoniana) y lo putea en colores tendientes al rojo.
O dicho en lenguaje matemático:

¡Jaajajajaaja! Ah, qué cómico, ¡£, ¢, ∞! Y cuando ¿ß|∑≠µß? Ø/∆, ajajajaj, esa es brillante, ¿no les parece graciosísimo? ¿Pero vieron el simbolito ese que está al lado de - ? ¿No lo vieron, en serio? ¿NO? Ta. No.
El humor inteligente no existe, pierdan las esperanzas. En realidad, quiero creer que si están leyendo es que nunca las tuvieron. Además el humor (auto)proclamado inteligente suele esconder una trampa muy estúpida: es algo que no causa la gracia suficiente y le ofrece al consumidor un pasadizo hacia la autoindulgencia, no le sacó ni media sonrisa pero al menos le habrá enriquecido el intelecto.
Aprovecho para decir que el jabón inteligente tampoco existe. No podemos otorgarle ese rótulo por identificar con más o menos eficiencia el lugar donde están las manchas. Es su trabajo, y es algo que han sabido hacer otros jabones antes que él, a los que jamás se les dio por autoproclamarse inteligentes. Así que será inteligente por algún otro motivo, pero por encontrar manchas no, eso lo puede hacer el jabón Bulldog sin problema —es cierto que lo hace mejor si uno lo guía con la mano, pero al final la encuentra igual a la mancha—, y es un jabón bastante estúpido el Bulldog, probablemente más que el perro de su misma raza, noble pero estúpido —vale para el jabón y para el perro—. La frecuencia con la que el jabón Bulldog se resbala de las manos y cae en el pasto o en el piso lleno de tierra, ensuciándose todo como un gurí chico, es una clara demostración de su idiotez galopante.
SEGUNDO: EL HUMOR, UN IDIOTA ÚTIL.
(O sea, un inútil que se considera útil, cuya utilidad termina siendo la opuesta a la que suponía).
El humor, lejos de ser inteligente, es bobo, injusto, caprichoso, prejuicioso, superficial, facilista, oportunista y funcional al sistema (cualquiera sea) por definición. Es una mezcla del conejo de Alicia en el País de las Maravillas y un padre preparando a sus hijos para ir a la escuela: no tiene tiempo ni para explicar ni para profundizar en nada. Abreva en los sobreentendidos y en la información que ya poseemos previamente, y cuanto más básica y simple sea esa información, mejor, porque deja a menos gente afuera. Por eso, para el humor un chino son todos los chinos, y todos los chinos son fumadores compulsivos que escupen como un fuboler antes de patear un tiro libre, y saben dominar jarrones con las patas, acostados en una colchoneta, al tiempo que hacen girar varios platos arriba de varillas mientras comen pollo frito con la mano (te fríen todo los chinos, desde un champión a una rata, y si está bien enchumbada se la comen con gusto), acompañado de arroz o fideos, que sostienen con palitos y prenden una cañita voladora —son locos de los fuegos de artificio los chinos, todos sin excepción— con el pucho que nunca dejaron de fumar, porque cuando se les apagó uno ya encendieron el siguiente, entre plato y plato que comen y plato y plato que no dejan de hacer girar, porque tampoco paran nunca los platos chinos. Son genios, los chinos.
Como persona, el humor es una mierda, olvídense, no sirve ni p’avisar quién viene. La prueba más rápida y comprensible de esta última máxima de la ineptitud (“no sirve p’avisar quién viene” es el epítome de la incompetencia) es playera. Hay un vejiga metido en el agua de espaldas al horizonte. Desde la arena, otra persona divisa una ola gigante que se levanta detrás del banana acuático, que permanece ajeno a la aproximación de la desgracia. Cuando el testigo del futuro desastre empieza a mover sus manos de manera muy ridícula tratando de avisarle al incauto sumergible lo que se viene, el bonachón a punto de ser revolcado por la naturaleza se ríe a carcajadas y responde o imita los movimientos aspaventosos de su interlocutor en tierra firme, convencido de que está participando en un chiste, y en cierta forma lo está haciendo1.
TERCERO: EL CHISTE MALINTENCIONADO NO ES MÁS QUE ESO, UN CHISTE.
Dicen los Inspectores de la Moral: los chistes han sido siempre canales de agresividad y estigmatización. Falso. El problema nunca fueron los chistes; hasta donde yo sé los Hutus no empezaron con “sabés cómo les dicen a los Tutsis” y terminaron en un genocidio. Justamente, por ser chistes, no quieren decir estricta y seriamente lo que dicen (de ahí proviene su potencia como ejercicio de la libertad; es como caminar bajo el agua: son movimientos absolutamente libres, contenidos por el ambiente acuático —en este caso el humor—, que no dañan las articulaciones —en este caso las relaciones humanas—), por lo tanto no esconden segundas intenciones macabras de diseño social ni valoraciones serias sobre grupos o etnias. Esa manía de buscar al maligno canalizado en el humor es algo que, sin saberlo, los Inspectores de la Moral Buenista comparten con los católicos. Evidentemente, son revelaciones mágicas que ambos colectivos han obtenido comiendo frutos del Árbol del Bien. Atajos argumentales sin prueba alguna que solo se justifican en nombre del buenismo impuesto y en general vienen de la mano de este tipo de aseveraciones:
“El humor suele ser vehículo para contrabandear ideas perniciosas y violencia contra otros, hay un tipo de humor que sirve de herramienta para perpetuar estereotipos despectivos que dañan la convivencia en sociedad, permitir ese humor es peligroso. Reír es avalar la versión seria de lo que fue dicho en sorna”.
Les tengo una noticia: la extrema violencia no necesita disfrazarse de nada; pero cuando lo hace suele travestirse de supremacía moral y salir de cacería en nombre del bien común, el Bien con mayúscula, que tarde o temprano exige la práctica de purgas purificadoras. El fanático no suele tener mucho sentido del humor.
En contraste con la Policía Moral, que tiene varios fiambres en el ropero, no está comprobado que el chiste sea causal directa de violencia. Hace por lo menos 500 años que se hacen chistes sobre suegras y nadie mató a su suegra porque se sintió avalado por la risa colectiva generada con el despreciativo “permuto suegra por víbora y pago la diferencia”. Tampoco ha aparecido nadie con una víbora en la mano para hacer el supuesto trueque ni exigir la diferencia en efectivo ofrecida en el anuncio, lo que evidencia que la interpretación literal del chiste no es lo normal. Se sobreentiende: es un chiste, y los chistes no son lineales, nunca. A diferencia de los Inspectores de la Moral y el Buenismo, que sí son lineales, siempre. El otro problemita de los buenistas es que nunca se hacen cargo de la violencia contenida que los inunda, tienen uranio enriquecido en las venas; uno puede apreciar la electricidad de esa violencia que los recorre con solo escuchar su voz. El día que sepamos cómo transformar la violencia contenida de los buenistas en energía, tiramos los molinos a la mierda y transformamos la represa de Salto Grande en un yacusi gigante para caballos víctimas del bullying de los gauchos de la patria.
CUARTO: A BUSCAR CHISTES CON VALORES AL TABLADO.
Está muy de moda el humorista con valores; no solamente acá, en el mundo. Es como un murguista que te baja línea mientras simula una intención cómica y recibe aplausos de la gente que está de acuerdo. El humurguista es igualito al murguista, pero sin la parte en la que se pinta la cara, se disfraza, se emborracha, garronea, si hay que punguear algo lo manotea a la sordina sin culpa, destila alcohol y humedad en horas diurnas, y realiza orgías sobre vehículos en movimiento. Sin la parte divertida, digamos. El humurguista está a la orden del día y cotiza en Bolsa. Otra vez, el humor como vehículo (pero no para realizar orgías en movimiento), en este caso del Bien y no del Mal. Contrabandear moral en el humor es una trampa pretenciosa, ridícula y añeja: el ejecutor le dice lo que quiere escuchar al público en un mensaje serio subyacente, y consigue la aprobación inmediata sin que medie la menor comicidad.
Hacer “humor con valores” o sostener la importancia del humor para concientizar, hacer justicia o transmitir ideología es un contrasentido: el humor ataca la solemnidad como premisa, castiga las ínfulas absurdas de los discursos presuntuosos. El humor es inútil, y en cuanto deja de ser inútil ya no es humor; la autopercepción de utilidad social viene endosada a una presunción de importancia que ataca la propia esencia del humor. El humorista que se toma en serio a sí mismo deja de serlo automáticamente; pasa a ser un filósofo, un sociólogo, un pastor, un militante o un periodista deportivo (Dios no permita).
En el más ridículo de los casos, se convierte en Beppe Grillo, líder de una novel fuerza política en Italia, que hasta llegó a ganar elecciones municipales. Antes de dedicarse a la política, el señor era humorista, trabajaba en decir gansadas y le pasó algo muy absurdo: se empezó a tomar tan en serio a sí mismo que terminó por creerse sus propios chistes. ¡Ja! Un gracioso que un día se cree sus chistes y se hace político. Eso sí que es cómico. Es como que un mago creyera que realmente partió al medio a la secretaria y se anotara para hacer cirugías de extremidades, algo doblemente engañoso porque ni la partió al medio ni es su secretaria (en general es su amante, o su esposa nomás; disculpen si les revelé el truco). Debería estar en la Ilíada de los romanos (que tendrán la suya, como los griegos): el caso del bufón que se cree sus propios chascarrillos y Júpiter lo condena a ir en un avión con un alemán, un inglés y un yanqui para siempre.
QUINTO: EL HUMOR NO ES UN ARMA PARA HACER LA REVOLUCIÓN.
Lo aprendimos bien con el incidente del semanario francés Charlie Hebdo, al que no le quedó claro es porque no quiso. Los musulmanes, hasta en su versión más fanática y desquiciada, emanan sabiduría. Y no se andan haciendo los graciosos. Charlie Hebdo se presentaba a sí mismo como abanderado de una cruzada en defensa de la libertad de expresión, una misión de importancia autoadjudicada, moralizante y aburridísima. Se cruzó con un rival difícil, que tenía una misión contraria. Quedó empíricamente demostrado que ningún lápiz es más fuerte que una metralleta; se terminó esa mentira inventada por algún cagón parapetado en su escritorio.
Metralleta > lápiz
Como mucho, si se le da un lápiz a un niño hiperactivo le podrá sacar el ojo a un compañero o a su hermano, pero eso es menor que el efecto que causaría si se le diera una metralleta, claramente.
Lamento informarles: el humor no nos va a hacer mejores como sociedad ni como individuos, ni mucho menos va a salvar al mundo2 3 4 5 6 7. Podemos hacer una lista con los cien mil instrumentos capaces de salvar al mundo antes que el humor8:
- La máquina de transformar caca en agua
- La máquina que te hace abdominales mientras mirás la tele
- La nave que nos va a llevar a Marte (los japoneses ya la deben de estar armando, un día nos vamos a despertar y no van a estar más en ese monoambiente en las rocas que les dimos por territorio, acuérdense de lo que les digo, o no, mejor olvídense así hay menos gente para los asientos del fondo)
- La oveja Dolly
- Vladimir Putin en una reunión, haciendo chocar las cabezas a Donald Trump y Kim Jong-un, como si fueran escolares, para que se sosieguen
- Pelé
- Julian Assange
- Angelina Jolie
- Elon Musk
- Míster Músculo
- Una raqueta gigante en el espacio exterior, que volee los meteoritos que vienen en dirección a la Tierra, manejada por Pete Sampras
- Las canciones de John Lennon cantadas por Lucas Sugo
- Etcétera
Más aún: el humor no puede salvar, no ya al mundo sino a ningún individuo de sus propias desventuras. Y, como ejemplo, basta una vida: la de Cucuzú, un hombre al que el humor no fue capaz de salvarlo de absolutamente nada. Ni de quedarse pelado, ni de sus vicios autodestructivos, ni de que el Vela Yern lo echara de los parodistas Los Muchachos, ni de que Baíllo no lo echara del programa, librándolo al fin de ese infierno con mostrador y gorrito de Cymaco al que estaba confinado en el mundo VTV; ni siquiera lo salvó de que el lobby gay del poder cultural le hiciera un escrache hace unos carnavales, acusándolo de homofóbico por pintarse los labios y representar un superhéroe trolo en carnaval (¿no era para eso el carnaval, para travestirse, mamarse y hacer de trolo? Ya no quedan tradiciones).
A lo sumo, el humor te puede salvar de hacer ciertas tareas en un asado, como lavar la lechuga, que es algo que nadie quiere hacer; o puede evitar que algún repetidor le rompa la cara en el liceo al botija que se desarrolla tarde. Pero más que eso, imposible.
SEXTO: EL HUMOR NO FORMA OPINIÓN, LA DEFORMA.
Hay gente —incluso me pasó con un expresidente de este país, dos veces… dos veces presidente, no las veces que me pasó— que me confunde con un formador de opinión. ¡Ja! No es gracioso. Es algo que me ofende especialmente, sobre todo porque ya no existe tal cosa —si es que alguna vez existió—. Es como ser confundido con un mamut o con un contestador automático de doble casetero. A nadie le gustaría. Lo tomo como un insulto. Podría aceptar esa equivocación si estuviéramos en 1988, cuando aún sobrevivía la mentira de la agenda setting, una teoría conspirativa que, a grandes rasgos, aseguraba que los medios digitaban la estupidez de la gente, cuando me parece que ha quedado en evidencia que más bien la reflejan. Créanme, trabajo en esto hace tiempo y no he parado de conocer idiotas a roletes; eso sin contarme a mí mismo, que ya me conocía de antes. Esta era una discusión más o menos válida, aburridísima e imposible de saldar, pero atendible antes de que llegaran las redes morales (llamadas redes sociales con total imprecisión), en las que cada ciudadano puede ser un formador de opinión, o buscar a los de su gusto en la vastedad del universo virtual, que al final no es tan amplio dado que por suerte la red se los ordena enseguida mediante el uso de algoritmos según sus creencias y gustos, como para que no pare de sentir el inmenso placer de tener razón, que es sin duda el efecto que más satisfacción nos produce a los seres humanos (más que encontrar plata tirada, sí). El formador de opinión como institución desaparece, se atomiza, o está en manos del muchacho pelirrojo que inventó Facebook y sus algoritmos. En todo caso, formador de opinión pudo haber sido Néber Araújo en su época; por eso le pagaban ese dineral con el que se costeó la isla en la que estará viviendo solo y a sus anchas, sin tener que escuchar ni a Silvia Kliche con los números de la quiniela, ni a Jeff Granger hablando su español de carnavalero que hace de representante del FMI. Y sin que nadie lo escuche a él, a menos que se haya comprado la isla a medias con Yabrán.
Mi caso es bastante sencillo: no he podido formar mi propia opinión sobre casi nada y mucho menos sostenerla cuando la tengo, tanto más lejos estoy de formar la de un tercero. Ni siquiera soy un humorista, me gusta más verme como un sanitario del humor. Destapo los caños de lunes a viernes, juntando toda la porquería cotidiana que acumulamos en nuestra grasera de eventos coyunturales, y saco los pelos con restos de comida, pelusa, horquillas, crema de enjuague, baba, curitas, cascaritas, paños femeninos, restos de uñas, restos de semen o más crema de enjuague; se los muestro al dueño (la población encarnada en el oyente, o en este caso el lector) y digo con cara de reprobación: “¿Viste esto? Llenito estaba, todo tapado”. Y la gente, supongo, mirará la radio o el libro como diciendo “sí, claro, para eso te llamamos, no es necesario que nos enrostres la porquería que sacaste como si hablara mal de nosotros; limitate a extraerla y correte, que tenemos que seguir drenando nuestras miserias de la vida cotidiana como cualquier ser humano”.
Lo mío es un homenaje al mercachifle. Yo me gané una beca de la vida. Para ser gráfico, Sendic, quien según el consenso popular tiene una recompensa absurdamente generosa para sus destrezas en el mundo adulto, comparado con mi caso es subvalorado en sus funciones. ¿Quieren conocer la frase con la que describo mi trabajo? No es digno pero es legal. El título de este libro resume mi función en este mundo, que podría ser realizada por un molusco. En el periodismo deportivo ya probaron suerte y les fue muy bien: el Pulpo Paul fue el mejor periodista deportivo de Sudáfrica 2010.
SÉPTIMO: EL HUMOR, AL IGUAL QUE LA VIDA, ES UNA BATALLA PERDIDA.
Siempre es más gracioso el humor involuntario que el premeditado, por lo cual el partido ya está perdido de antemano; en este punto el humor se parece a la vida. Al final del día nos reímos de este tiempo compartido que nos han vendido y viene llenito de fracasos y desgracias; se deteriora a toda velocidad; la película empieza a ser cada vez más lenta, dolorosa, aburrida y vacía de acontecimientos, y encima sabemos que se termina pero no sabemos cuándo. Y una vez que apagan la luz no queda ni el que te vendió el maní con chocolate.
No existe el humor dañino; acá la única que hace daño es la vida, la verdadera gran hija de puta de este cuento. El humor es apenas un recreo indolente, un consuelo de tontos ante semejante vejación.
Nos reímos de lo inútil que son nuestros esfuerzos por hacer las cosas correctamente, por ser buenos, por ser inmortales, por tomarnos en serio a nosotros mismos; nos reímos del contrasentido explícito que hay en la conciencia del individuo, que se lleva al propio universo a su tumba, sin que el universo se haya enterado de su existencia.
OCTAVO: HÁGANLE CASO A UN GIL.
¿Quieren un consejo sano y útil? Eviten las enumeraciones, uno nunca sabe dónde cortarlas.
1 Un chiste del Guionista de Dios, el más gracioso de los guionistas (véase el aforismo inicial de Alexander Pope).
2 “El Humor Salvará al Mundo” es un gran chiste-eslogan de un colega al que respeto, y lo admiro por ese chiste genial.
3 N. del E.: No es un chiste.
4 ¿No? ¿En serio? Para mí es un chiste y es buenísimo.
5 N. del E.: No, no es un chiste, el humorista que lo usa de eslogan lo dice en serio.
6 No lo habrás entendido, pero es un chiste.
7 N. del E.: El autor exigió tener la última palabra en este diferendo. El editor no retira lo dicho.