López Rega

Marcelo Larraquy

Fragmento

Corporativa

SÍGUENOS EN
Megustaleer

Facebook @Ebooks        

Twitter @megustaleerarg  

Instagram @megustaleerarg  

Penguin Random House

A la memoria de mi padres.

A mis hijos.

PRÓLOGO
Perón, López Rega y la sombra del terror

Este libro puede leerse como una historia de vida. La biografía clásica, tradicional, de un personaje que hasta sus cincuenta años quizá no hubiera merecido una indagación particular, pero por la singularidad de los acontecimientos posteriores que protagonizó alcanzó una dimensión histórica.

Cuando José López Rega trascendió su microcosmos individual —las calles de Villa Urquiza, el club de su barrio, su prematura jubilación policial, su apagado matrimonio—, y en forma imprevista comenzó a participar del universo peronista, su figura adquirió una connotación inédita en la política argentina.

El punto de partida para este cambio podría enmarcarse en las tareas domésticas y operativas que emprendió en la residencia de Puerta de Hierro al servicio del matrimonio de Juan Perón e Isabel Martínez de Perón desde mediados de 1966.

Isabel había conocido a López Rega en un encuentro político, lo convirtió en su secretario y decidió llevarlo a Madrid, después de compartir con él una gira de diez meses por la Argentina.

Pero este libro excede la traza biográfica de López Rega. Puede leerse también como una historia íntima y personal de Perón. En los capítulos de su exilio, que se suceden de manera paralela al relato de vida de su entonces mayordomo, se revela su incómodo trasiego por Panamá, Venezuela, República Dominicana y España, luego de que fuera despojado del poder en el golpe de Estado de 1955. El encuentro con Isabel en un balneario, su casamiento en secreto luego de años de convivencia —que le permitiera restablecer relaciones con el Vaticano— y su indeclinable voluntad de conducir el Movimiento Peronista y enfrentar el régimen que lo había proscripto formaron parte de esta etapa.

Un tercer sustrato de lectura de este libro es la historia argentina. Después del golpe de Estado de 1955, el poder de las Fuerzas Armadas, que ya se alineaba a Estados Unidos en el enfrentamiento Este-Oeste, continuó instaurado por encima del sistema político partidario, adjudicándose la potestad de interrumpir por la fuerza mandatos constitucionales.

Sus consecuencias inmediatas fueron las acciones de la resistencia peronista, la emergencia de las formaciones guerrilleras, las rebeliones populares y la presión obrera, social y luego política sobre los gobiernos militares, en reclamo de elecciones libres y sin proscripciones, y también de proyectos políticos más radicalizados.

La expectativa que generó el posible retorno de Perón provocó una masiva movilización popular, protagonizada por una generación juvenil que luchaba en contra del modelo cultural y económico del capitalismo, como también sucedía en Latinoamérica y Europa.

Perón regresó tras diecisiete años de prohibición. Sin embargo, aún antes de que ganara las elecciones en septiembre de 1973 y asumiera su tercer gobierno —luego de los breves ejercicios presidenciales de Héctor Cámpora y Raúl Lastiri—, el conflicto ideológico interno ya estaba instalado en el peronismo. Terminaría por partirlo en dos. Éste sería un detonante concluyente para la frustración política de su gobierno.

Tras su muerte, lo sucedió su esposa, la vicepresidenta Isabel Perón, quien buscó el respaldo de su secretario y ministro López Rega, por encima del Movimiento Peronista y de las instituciones políticas y judiciales. Con la firma de los decretos para “neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos”, y la delegación de la represión de la guerrilla a las Fuerzas Armadas, su gobierno fue conduciendo en forma inexorable al golpe de Estado de 1976.

Cuando comencé a trabajar en la investigación para este libro, López Rega era percibido como un personaje exógeno al peronismo, un fantasma que había sobrevolado el país, una pesadilla pasajera. Su intervención en el poder se explicaba por la influencia esotérica sobre Isabel y por la vejez y caída en salud de Perón. Era un accidente en la historia. López Rega había aprovechado un momento único para encumbrarse en el poder del Estado.

Este relato autocomplaciente para el Partido Justicialista y la memoria de Perón funcionó con eficacia hasta bien entrado el siglo XXI; luego, parcialmente, se fueron percibiendo sus fisuras.

En parte su perdurabilidad fue favorecida por la decisión de Raúl Alfonsín de establecer un armazón jurídico que instituyó la inculpación penal sobre los crímenes de la dictadura militar a partir del 24 de marzo de 1976. Por lo tanto, la persecución clandestina del terrorismo paraestatal en el período democrático 1973-1976 quedó exenta de juzgamiento.

Alfonsín temía que si se investigaban los miles de crímenes y desapariciones durante el gobierno justicialista, se indagaría sobre la responsabilidad de sus dirigentes, y entre ellos, Isabel Perón, que ya vivía en Madrid, y de los caudillos sindicales, que en la década de los ochenta dominaban el aparato político del partido.

Cuando empecé a interesarme por su hi

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos