Argentina innovadora

Silvia Naishtat
María Eugenia Estenssoro

Fragmento

¿POR QUÉ ESTE LIBRO?

“¿Cuándo no hubo crisis acá?

Quiero decir: si no hay inflación, hay recesión,

y si no hay recesión con inflación,

es el Fondo Monetario o el frente popular…”. 

Rafael Belvedere (interpretado por Ricardo Darín),

en El hijo de la novia, de Juan José Campanella.

La Argentina parece un país encerrado en un laberinto del que no logra salir. Habituados a buscar las soluciones al presente en el pasado, imaginamos el futuro mirando hacia atrás. ¿Será por eso que siempre estamos hablando de lo mismo: la crisis, la coyuntura, el cortísimo plazo, sin poder pensar qué hay más adelante?

Creo que en esta falta de imaginación colectiva radica una de las causas de nuestra dolorosa decadencia como país. No logramos concebir, debatir y consensuar como sociedad futuros mejores y diferentes de lo que alguna vez fuimos o quisimos ser. Para quienes rechazan el término “decadencia” porque lo encuentran estigmatizante o despectivo, propongo que consideremos algunos datos concretos: en 1970, el 4,6% de la población vivía bajo la línea de pobreza; casi medio siglo después lo hace el 30%. El futuro es aun más preocupante si observamos que uno de cada dos niños en la Argentina es pobre. Los niños son el futuro de una sociedad. Su situación presente es un predictor del porvenir que nos espera si, como nación, no imaginamos y creamos perspectivas radicalmente distintas.

Este libro, justamente, quiere contar la historia de una generación de argentinos que hace veinte años, cuando el país se hundía en una nueva crisis y se cerraba sobre sí mismo, se animó a pensar en grande y a saltar por encima de los cercos mentales que nos impiden cambiar. En un país que fracasaba, ellos decidieron no mirar hacia atrás y crearon las compañías y emprendimientos que la Argentina necesita en este desafiante siglo XXI. Para generar innovación, riqueza, trabajo de calidad y crecimiento sostenido. Por eso decidimos contar sus historias.

Son emprendedores, físicos, biólogos, ingenieros electrónicos, ingenieros nucleares, matemáticos, neurocientíficos, creativos y artistas. Son protagonistas de este tiempo. De la revolución científico-tecnológica que está cambiando el mundo, la sociedad, la economía y hasta el sentido mismo de lo que significa ser humanos. Desde la Argentina. ¿Quiénes son? ¿Qué hacen? ¿Por qué ellos sí invierten, corren riesgos, piensan globalmente y en el largo plazo, creen que la Argentina puede ser un país moderno y pujante en la economía del conocimiento?

Al igual que los futbolistas argentinos, no le temen al mundo ni lo ven como una amenaza. Lo utilizan como una gran escuela —desafiante y competitiva, por cierto— donde aprender a templarse como campeones. Con muchísima “garra”, estos jóvenes que en su mayoría tienen entre 35 y 50 años de edad han creado algo inédito: multinacionales argentinas que sobresalen en Latinoamérica y el mundo. Por eso los llamamos “la nueva selección”, porque se pusieron la camiseta y salieron a la cancha global a triunfar. ¿Será la nueva dirigencia empresarial que puede cambiar el país?

Este libro también tiene algo de historia personal. En 1998, dos jóvenes norteamericanos, Linda Rottenberg y Peter Kellner, me propusieron crear y dirigir una organización sin fines de lucro para identificar y apoyar a emprendedores innovadores, de “alto impacto”. Decían que eran esenciales para modernizar el país, porque sus compañías crecerían y generarían trabajo a tasas superiores que el resto de la economía. El modelo todavía no se había probado fuera de Silicon Valley, Boston o Nueva York. Pero el concepto me pareció tan estimulante que acepté. Casi dos décadas después, Endeavor Argentina se ha convertido en el mayor semillero de emprendedores del país. Muchos de los jóvenes seleccionados son parte de una nueva dirigencia que puede cambiar la cultura, la ética empresarial y el perfil productivo de la Argentina. El ejemplo más destacado es, sin duda, Marcos Galperin, cofundador y CEO de Mercado Libre. En dieciocho años, su compañía de comercio electrónico sobrepasó en valor de mercado a YPF, durante décadas la número uno del país. Conocí a Marcos y a su socio Hernán Kazah en 1999, en el subsuelo de la torre ubicada en la intersección de la avenida General Paz y la Panamericana, donde comenzaron. Era uno de esos días de verano húmedos y pegajosos. Yo no entendía cómo iba a funcionar un sitio de ventas online cuando el 98% de los argentinos no tenía internet y un tercio no tenía trabajo. Marcos, de escasos 27 años de edad, dijo con convicción: “Quiero demostrar que desde la Argentina se puede crear una gran empresa de clase mundial”. Admito que me emocioné. Me parecía estar oyendo a mi padre, quien a principios de los años noventa estaba decidido a hacer de YPF una petrolera de talla mundial cuando murió en un accidente aéreo. Marcos me contó que había trabajado con él. Integró el programa de jóvenes profesionales, cuyo objetivo era formar a la nueva generación de ejecutivos de la petrolera estatal con una visión global. Otro emprendedor brillante que fue parte de esa camada es Martín Migoya, cofundador y CEO de Globant, la gran empresa argentina que desarrolla software para Google, Disney y muchas de las corporaciones líderes. Mercado Libre y Globant son dos prestigiosas multinacionales de origen argentino que cotizan en Wall Street.

Toda mi vida he soñado con ver a la Argentina convertida en una nación próspera y equitativa. Llegué al país a los 4 años de edad como inmigrante. Mis padres, dos jóvenes bolivianos, decidieron radicarse aquí en 1962, atraídos por los vientos de cambio de Arturo Frondizi. Creían que la Argentina podía ser el primer país desarrollado de Latinoamérica. Aunque Frondizi fue derrocado por un golpe militar apenas llegamos, con ese sueño crecí y me formé. Con ese mismo anhelo trabajo desde hace más de treinta años como periodista, política y emprendedora social. Confieso que hubo veces en que perdí las esperanzas, especialmente en los últimos años. Pero hoy sigo creyendo que tenemos el talento y las posibilidades para dar ese gran salto creativo y productivo que nos permita realizar nuestro potencial como nación. Las historias retratadas en este libro así lo atestiguan. Para ello tenemos que tomar conciencia del momento crítico que está viviendo la humanidad. Asistimos a una revolución científica y tecnológica que está sacudiendo los cimientos de las democracias, las economías y la sociedad a nivel mundial. Se dice que estamos frente a un cambio de civilización. Nadie sabe a ciencia cierta hacia dónde vamos. Lo que sí sabemos es que los países que progresarán serán aquellos que puedan anticiparse y generar conocimiento e innovación para el mundo que viene. No dejemos pasar esta oportunidad. Los desafíos son enormes, pero los riesgos de no hacer nada mucho más.

Hace dos años, con mi querida amiga Silvia Naishtat, una de las periodistas que más conoce la trama empresarial del país, decidimos emprender un viaje de conocimiento. Entrevistamos a los principales exponentes de esta generación de emprendedores para ver si eran casos excepcionales o

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