Una gira por el sistema solar

Patricio Zain

Fragmento

Una gira por el sistema solar

Prólogo.
Ser astrónomo

La gente reacciona de las maneras más diversas cuando digo que soy astrónomo. Siempre esperan alguna respuesta más estandarizada como abogado, médico, arquitecto. Pero no. Nunca falta quien se confunda con la astrología y comience a preguntarme por su horóscopo. “Ay, soy de Tauro, ¿cómo me va a ir?”. Mi respuesta, en estos casos, siempre es: “La verdad es que te va a ir muy mal, tu chongo te va a meter los cuernos”. Peor aún es cuando les explico que la astronomía no tiene nada que ver con el horóscopo, sino que es la ciencia que estudia los astros, y retrucan: “¡Pero son lo mismo!”. No, señora, no son lo mismo. También está quien escucha “gastronomía” y en ese caso me empieza a hablar de cocina, y yo me engancho con la charla porque me encanta cocinar y experimentar con recetas.

Sin duda alguna, la reacción más irritante es la del conspiranoico, el fan de los extraterrestres, el que asegura que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por su sigla en inglés) oculta información, porque se pone muy intenso e interactuar con él es tan productivo como hablarle a la estatua vandalizada de Gaturro. Siempre, al preguntar por los ovnis, va a plantear: “¿VOS ME QUERÉS DECIR QUE ESTAMOS SOLOS EN EL UNIVERSO?”. No, señora: nadie jamás que tenga un mínimo de actividad neuronal va a decir eso. Ni hablar de cuando preguntan por la luz que vieron en Punta Lara a las dos de la mañana pasados de pastillas. También hay gente que reacciona entusiasmada, me llena de preguntas y me convierte en la curiosidad de la fiesta. Ahí hay dos caminos posibles: uno termina borracho hablando a los gritos de agujeros negros o bien soportando los delirios cosmogónicos de un versero verborrágico que fumó demasiada marihuana, por lo que no queda alternativa que caer en la resignación y dejarlo hablar mientras sigo concentrado en mi bebida.

No obstante, lo más alejado de la realidad es cuando afirman que debo ser un “bocho” o un “genio” por el simple hecho de ser astrónomo, cuando la manera más fácil de refutarlo es recordarles que me atraganté con un vaso de agua media hora antes. Algunas veces incluso tuve que aclarar que no soy astronauta, así que no voy a ir a la Luna en el próximo viaje.

Todo esto pone de manifiesto lo poco que se sabe acerca de la astronomía. Todas las personas tienen una mínima noción del universo, aunque sea ínfimamente del sistema solar, por recuerdos de la escuela, películas, documentales o noticias de los nuevos descubrimientos. Pero claramente no suele tenerse mucha noción de lo que hace un astrónomo.

La astronomía es la ciencia que estudia los astros que componen el universo, entre los cuales están las estrellas, los cúmulos de estrellas, las galaxias, los cúmulos de galaxias, los agujeros negros, los planetas, los asteroides, los cometas, el medio interestelar, la materia oscura y un larguísimo etcétera. No es solo una descripción (un inventario universal), sino que además es un estudio exhaustivo de los fenómenos que ocurren, así como la formación, evolución e interacciones entre los distintos astros que lo componen. La idea popular que la gente puede tener de un astrónomo es la de un señor con guardapolvo colgado del ocular del telescopio. Eso es una fuente de grandes decepciones: hay astrónomos que no utilizan telescopios. Y yo soy uno de ellos.

Hay tres grandes formas de trabajar en astronomía, que no son excluyentes. La más tradicional es la observacional, que consiste en utilizar el telescopio para observar un cierto astro y recopilar su luz. Luego, a partir del análisis de la luz puede conocerse todo: masa, tamaño, distancia, velocidad, composición, temperatura, edad, etc. La astronomía observacional describe el universo, te dice: “Esto es lo que hay”. Pero también se debe explicar lo que se ve y de eso se encarga la astronomía teórica a partir de la formulación de modelos físicos y matemáticos que representen un cierto sistema astrofísico; por ejemplo, un agujero negro que le roba masa a una estrella compañera y larga chorros de partículas a altísimas energías. Como en general la matemática involucrada además de espantosa es imposible de resolver manualmente, uno recurre al gran aliado de la humanidad antes de Skynet: las computadoras.

La astronomía computacional realiza simulaciones, experimentos numéricos que en lugar de efectuarse en un laboratorio se desarrollan en forma de operaciones con bits. El procedimiento es del estilo: “No puedo formar una estrella en un laboratorio, entonces programo un gran código con toda la física involucrada en la formación de una estrella, la computadora hace las cuentas y yo luego interpreto los resultados”.

La astronomía moderna se monta a partir de estas tres grandes modalidades, y todo astrónomo es una combinación de estas tres formas de trabajar, más fuerte en alguna y débil en otra. En mi caso particular soy un bicho computacional, así que lo siento, pero no puedo asesorarte con la compra de un telescopio.

La gran pregunta que me hacen siempre es “por qué se te dio por estudiar astronomía”. Algunos tal vez se sorprendan, pero no fue para mí la materialización de un sueño de la infancia. Uno quizás piensa que los científicos en general eran unos nerds en el colegio, que se sacaban diez en todo, fans de la matemática y lectores de Stephen Hawking desde la cuna. Lamento decepcionarte: The Big Bang Theory no es una representación fidedigna de lo que es un científico. Mi caso no podría haber sido más diferente: desaprobé matemática todos los años del secundario y la verdad es que en mi adolescencia lo único que me interesaba era el metal y Buffy, la cazavampiros, y de más niño las Spice Girls.

Mi gran contacto con la astronomía fue en 2006, a los 18 años, cuando estaba en mi último año del secundario. Me enteré de alguna manera que en el Planetario de Buenos Aires, el Galileo Galilei, se dictaban cursos gratuitos de astronomía. Me inscribí y asistí de curioso a Historia de las Constelaciones y me explotó el cerebro. De repente me obsesioné con el universo, comencé a leer libros, ver videos y documentales. No pensaba en otra cosa. Al año siguiente realicé, también en el Planetario, el curso Astronomía General, mientras comenzaba una carrera fallida de Periodismo en una universidad privada. Entonces pasó lo obvio: mi interés en el periodismo disminuía a cero mientras que mi pasión por la astronomía se incrementaba cada día. El punto de no retorno ocurrió al ver Cosmos, la mítica serie de Carl Sagan, y dije: “Esto es lo que quiero hacer de mi vida”. Allí nació mi vocación astronómica.

Finalmente dejé Periodismo y me fui a hacer el curso de ingreso para la licenciatura en Astronomía en la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas, de la Universidad Nacional de La Plata, mi segunda casa. Me gradué en 2016, con una tesina sobre la formación de planetas habitables, y luego empecé mi doctorado en evolución colisional y dinámica de asteroides, que concluí en 20

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