No va más

José Luis Espert
Luis Alberto Rosales

Fragmento

INTRODUCCIÓN.
¿POR QUÉ ESCRIBIMOS NO VA MÁS?

En un momento pensamos que este libro podría ser una bitácora, una hoja de ruta de una aventura versión moderna y de cabotaje de los viajes de Ulises, el protagonista de la Odisea, aquel poema épico atribuido a Homero. Finalmente, todos somos —a nuestro modo— protagonistas de “los viajes de Ulises”. Nosotros transitamos nuestra propia travesía. Fuimos capitanes de un barco que zarpó de puertos seguros y nos llevó mar adentro de la política vernácula. Ahí conocimos nuevas preguntas, miedos, cuestionamientos y palabras que unimos en una sola voz.

Atravesamos vicisitudes de todo tipo. Este libro pretende ser una síntesis de ellas. El relato vívido de lo que sucedió en la campaña presidencial de 2019 y, luego, en ese camino repleto de obstáculos que representó la aparición de la primera pandemia del siglo XXI.

Obviamente, siempre buscamos explicar cuál es la isla o el puerto adonde pretendemos llegar: una Argentina abierta al mundo y donde florezca el espíritu de la libertad. Salimos a buscar una Argentina que deje de naufragar atrás de sus propias recetas fallidas y alcance un destino final. Eso es lo que procuramos transmitir y describir a nuestros lectores.

Y confesar también por qué decidimos salir de la tierra donde estábamos y emprender este viaje que algunos pueden creer utópico, otros posible, pero que, sin dudas, está repleto de obstáculos y contratiempos.

De hecho, durante la travesía, nos sorprendió una tormenta casi perfecta: la tempestad del COVID-19. ¿Qué debíamos hacer?, nos preguntamos. Un tsunami invisible amenazaba el propósito de nuestro viaje.

¿Cambiábamos el sentido del libro o lo abandonábamos hasta que aclarara?

Decidimos persistir. Tratamos de incorporar dentro de nuestra trayectoria esta realidad —temerosa primero y polémica después— de la pandemia y las medidas para frenarla, un aislamiento “eterno” que trajo más problemas que soluciones.

El libro no solo pasó a relatar las peripecias que vivimos, sino también esta aventura colectiva donde estamos involucrados todos los seres humanos que habitan el planeta, “hermanados” por el coronavirus.

Y, entonces, el libro cobró más sentido aún.

La crisis provocada por el coronavirus fue un enorme blanqueador de situaciones en el mundo entero. Destapó, sacudió la alfombra debajo de la que, prolija o desordenadamente, los diferentes pueblos fueron ocultando la “basura”, lo que nadie quiere mostrar.

El COVID-19 —y esto se ve en el mundo entero, no solo en la Argentina— desnudó los problemas de fondo, los que se sostienen bajo tierra o se camuflan con políticas de ocasión. La humanidad quedó expuesta a sus propios e insistentes errores.

Esconder las miserias bajo la alfombra es un recurso tan viejo como la humanidad. Es elegir ignorar los problemas antes que pagar el precio necesario por resolverlos. Es ver al mundo como una enorme estación de servicio de combustible. Todos sabemos que bajo tierra hay peligrosos tanques de nafta, pero optamos por vivir como si no existieran.

Caminamos, trabajamos, dormimos, nos vinculamos con otros y vivimos como si no hubiera peligro alguno. Elegimos la “normalidad”, que incluye ignorar los problemas que yacen bajo nuestros pies.

El COVID-19 operó como un empleado descuidado que dejó abierta una tapa de esos tanques y los vahos volátiles e inflamables empiezan a emanar y a flotar por toda la superficie. Y tras ese empleado descuidado, vino otro, desprevenido, encendió un cigarrillo o el motor del auto y todo estalló: racismo en Estados Unidos, inmigrantes africanos en Europa, resquebrajamiento del esquema de mano de obra barata en la globalización en países como India. El retorno brutal de la pobreza en América Latina. De golpe, todo quedó expuesto. No podemos volver a ocultarlo.

Por eso persistimos. Porque los problemas argentinos también estaban en estado de latencia bajo esos “sellos” populistas que los disimulaban. Ocho décadas acumulando basura bajo la alfombra. Males tapados con tanques de ayuda social para que nadie oliera el peligro. Razones suficientes para entender por qué este texto tiene más sentido que nunca.

Más que desdibujar, el COVID potenció el sentido del libro.

Claramente, escribirlo fue otro desafío. Se registró siempre una especie de tensión entre dos estilos, dos personalidades muy diferentes, las de sus autores.

Como toda fórmula, tiene un componente de “átomos” de uno y otro lado. Es sinérgica, superadora de las partes que la componen. Esa es la idea de tener una fórmula. Uno solo de los componentes no produce el efecto químico buscado.

La fórmula tiene varios pero una de las aleaciones más productivas que el libro expone —y que también está implícita dentro de la “sociedad” que se armó por casualidad en la campaña 2019— tiene que ver con dos estilos: uno frontal, directo, implacable y casi intransigente desde los principios, y otro más componedor, más “político”, más conservador. Esa combinación produjo un resultado novedoso. El libro es una sutil compensación y un tironeo permanente de estas dos fuerzas. Hay zonas o tramos de capítulos en donde no fue fácil combinar la frontalidad de uno con el espíritu negociador del otro. Pero la impronta de ambos se siente. Lo que tenemos en común es que somos visceral y profundamente antisistémicos. Y eso implica patear tableros, plantear conceptos políticamente incorrectos y soportar sus consecuencias.

Esa postura es muy incómoda porque nos oponemos a un Sistema que se sabe hegemónico y que se ve a sí mismo como “virtuoso”. Inmediatamente, nos ubica en un lugar marginal, una molestia que debe sacarse de encima. Pero, al mismo tiempo —y aquí está la gran paradoja que se transmite a lo largo del libro—, ser antisistémicos cuando el Sistema intenta destruirnos también nos transforma en visionarios, salvadores, valientes, corajudos.

Para que no queden dudas de la naturaleza antisistémica del libro, comenzamos planteando qué significa y quién es el Sistema. Así, con mayúscula, porque es una entidad propia, un ser vivo que se alimenta de sus propias presas y vomita lo que no pueden digerir.

En el primer capítulo analizamos el establishment político, económico y social de la Argentina, incluso anticipando el punto adonde más adelante llegaremos: esa área del ecosistema político al que cariñosamente llamamos “la Laguna liberal”.

En el capítulo 2, “La grieta trucha”, el lector desprevenido puede creer que nos ensañamos con determinados personajes, que estamos ejercitando algún tipo de vendetta personal por las trampas y artimañas que nos hicieron en la campaña presidencial de 2019. Pero no. Los elegimos como estandarte, símbolo, modelo, ejemplo de los tres demonios (los empresarios prebendarios, los sindicalistas venales y los políticos manipuladores de la opinión pública), que tan bien se describieron en La Argentina devorada y La soc

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