La ira de los varones

Sergio Sinay

Fragmento

Introducción:
Sobre temores, necesidades y decisiones

Escribir este libro fue como caminar en un campo minado. Durante todo el proceso sentí que cada palabra, cada ejemplo, cada párrafo, cada opinión, propia o de quienes fui citando, podía (puede) ser el detonante de una reacción airada, de un escrache, de una descalificación, de una acusación ad hominem1. Así están los tiempos, teñidos por una oleada autoritaria de pensamiento “políticamente correcto” que exige callar y consentir, so pena de ser excluido (expulsado) de lo “incluyente”. Pero soy varón y he trabajado contra el machismo a lo largo de décadas, junto a otros varones, en diferentes circunstancias y a través de mis herramientas: la palabra, el pensamiento y las actitudes consecuentes. Las pruebas están al alcance de quien las busque. Afirmándome en esa certeza emprendí la escritura de estas páginas. Necesitaba, a través de ellas, exponer el estado de las cosas entre los varones ante los movimientos de mujeres que, aquí y en el mundo, emergieron como uno de los más significativos fenómenos sociales en la última década.

Esos movimientos tienen su origen en causas justas, dignas e impostergables. Pero, como suele ocurrir, funcionan como caballos de Troya en los que se emboscan intereses personales y grupales que manipulan esas causas torciéndolas en direcciones cuando menos confusas y, cuando más, perversas. Hoy hablar de género suele ser cool en algunos ámbitos, da credencial de militancia en otros y refleja prioridades desatendidas y compromisos loables en tantos más. La palabra parece haber devenido en una especie de parteaguas que pone de un lado a los “buenos” de la cuestión (mujeres, trans, gay, lesbianas, bisexuales, etcétera) y del otro a los “villanos”: los varones heterosexuales. Estos son (somos) los principales sospechosos en esta trama. No solo de los males presentes de los “buenos”, y de la sociedad entera, sino de las injusticias, desmanes y crímenes del largo pasado de la humanidad.

Por supuesto, no todos los que están del lado “correcto” piensan así; el feminismo no es uno, es un fenómeno complejo, y hay en ese movimiento corrientes en las que imperan la reflexión, la admisión de lo diverso, la comprensión no binaria de los fenómenos humanos, la convicción de que varones y mujeres somos partes de un mismo todo y estamos felizmente “condenados” a encuentros y convivencia creativos, trascendentes y fecundos. Pero por diferentes motivos, que analizo a lo largo del libro, no es esta la cara más visible del feminismo, sino otra, intolerante, belicista, revanchista, antimasculina, fundamentalista que logra amplia exposición con la colaboración del oportunismo de diferentes sectores mediáticos, políticos, culturales, publicitarios e incluso económicos. A ese feminismo lo llamo hembrismo. Y ha creado un clima de guerra y desencuentro al tiempo que llevó a excluir toda problemática masculina en el tratamiento de las cuestiones de género. El hembrismo y el machismo son funcionales el uno al otro. Se alientan, hacen que el otro se atrinchere en sus prejuicios, oscurecen los vínculos, ofrecen espacios para el depósito de resentimientos personales tóxicos e intoxicantes, cavan grietas profundas en una sociedad de por sí agrietada y adicta a los enfrentamientos.

En ese escenario hoy es difícil vivir como hombre, es compleja la relación con las mujeres. No lo es para los machistas, que ven potenciado y justificado su modelo mental; ellos encuentran combustible para su aversión a las mujeres, a los gays, a los travestis y a todo lo que no huela a vestuario y testículos. Y, lo peor, también ven alentada su violencia, que se refleja en el alto índice de femicidios que no desciende y frente a los cuales ningún gobierno ha demostrado políticas serias y creíbles. Este libro ofrece, a través de mi visión, de mis experiencias, de mi exploración permanente del territorio masculino y del de los vínculos entre los géneros, un panorama del estado de ánimo, de las dudas y reflexiones, de las búsquedas y desconciertos de los hombres no machistas en estos tiempos de auge del feminismo.

Sin embargo, ese territorio masculino no responde a una división tan simple como machistas-no machistas. Es más complejo. Así como ningún ser humano puede ser licuado y difuminado bajo un “ismo” que borra su singularidad, su individualidad y su identidad, y así como no se puede decir seriamente ni “las mujeres” ni “la mujer”, tampoco es posible hablar de “los hombres” o “el hombre”. A cada hombre le pasan cosas. Muchas de esas cosas son comunes, pero, como todo humano, seguimos siendo individuos. Entre las cosas comunes ante la situación actual se cuentan el desconcierto, el temor, la duda y también la ira. Porque provoca ira tener que cargar en las espaldas una acusación por crímenes no cometidos sino, además, milenarios, históricos, descritos mediante generalizaciones. Provoca ira no ser considerado e incluido como víctima de un sistema socio-económico (el capitalismo tardío, rapiñero, impiadoso, voraz y financiero) que afecta a todos y todas por igual, con la única excepción de una minoría, cada vez más minoritaria, apropiadora de las riquezas y el poder. Provoca ira no ser visto como la persona que se es, sino como parte de un difuso “los hombres”. Provoca ira ser sospechoso por simple portación de sexo. Parte de esa ira, el que avisa no es traidor, es el combustible con el que está escrito este libro. Con toda mi conciencia y mi responsabilidad he trabajado para que ese combustible no sea el provocador de un incendio, sino un factor generador de ideas, de propuestas y de transformaciones. Porque una de las funciones de la ira como emoción (ya que toda emoción tiene una función) es transformar aquello que la provoca.

No diré más en esta introducción. El resto está en las páginas que siguen. Solo una advertencia final. Este libro no es, por lo menos en mi intención, contra el feminismo. Es contra el hembrismo. Y es un libro a favor de los hombres y las mujeres que nos encontramos como humanos diversos, que nos complementamos, nos respetamos, nos enriquecemos mutuamente desde nuestras diferencias y, sobre todo, nos amamos.

1. Falacia por la cual se ataca a la persona en lugar de discutir sus argumentos.

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