La historia argentina contada por mujeres II

Gabriela Margall
Gilda Manso

Fragmento

1

“Yo soy acusada,
mejor diré calumniada”

La Buenos Aires liberal de 1820

El primer libro de esta colección concluye con un panorama sombrío. En el territorio del antiguo Virreinato del Río de la Plata durante la década de 1810 se libró la guerra revolucionaria contra los españoles. Desde el inicio, esa guerra implicó una enorme movilización de hombres y recursos económicos que, a lo largo de los años, produjo una contracción en la economía difícil de sostener.

A partir de 1817, con la victoria de José de San Martín en la batalla de Chacabuco, la guerra de independencia se desarrolló fuera de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con la gran excepción de la región del norte —sobre todo, la zona de Salta— donde Miguel Martín de Güemes resistió el avance español. Mientras tanto, San Martín y Bolívar avanzaban sobre Perú desde el sur y el norte, respectivamente. Gracias a esta gran campaña militar sudamericana la guerra contra los españoles se fue concentrando en la zona del Alto Perú, la actual Bolivia. En 1821 Perú declaró su independencia de España y en 1825 se creó el estado de Bolivia, en honor a Simón Bolívar.

En el territorio de la actual Argentina, no obstante, los conflictos armados no se extinguieron: comenzaba un largo período de guerras civiles. Después del fracaso de la Constitución de 1819 y la caída del Directorio, las provincias se replegaron sobre sí mismas. A partir de ese momento existirían como provincias autónomas, unidas solo de manera nominal y eventual bajo el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata. Hacia 1820 el territorio del antiguo virreinato se hallaba dividido en provincias con límites territoriales bastante laxos, que no coincidían con los actuales: Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Salta, Tucumán, La Rioja, San Juan, Mendoza y San Luis. Con el tiempo, se desprenderían Catamarca y Jujuy.

El cuestionamiento de las provincias obligó a Buenos Aires a abandonar su pretensión de heredar el dominio sobre los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata por ser su capital. La derrota de Buenos Aires en 1820 implicó una crisis política en el propio gobierno de la provincia, que incluyó la sucesión de varios gobernadores en un breve periodo. Además, los dos caudillos del litoral, Estanislao López —de Santa Fe— y Francisco Ramírez —de Entre Ríos—, lograron invadir el territorio bonaerense. El estado de confusión y crisis hizo que dos militares porteños, Martín Rodríguez y Juan Manuel de Rosas, intervinieran para apaciguar a las áreas rurales de la provincia, la campaña bonaerense.

Una vez pacificada la provincia, Martín Rodríguez fue elegido gobernador de Buenos Aires. Probablemente su medida de gobierno más importante fue nombrar ministro de gobierno a Bernardino Rivadavia, personaje que ya había participado de las luchas entre facciones políticas durante la época del Primer Triunvirato.

Entre 1821 y 1824 el gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Rivadavia promovió cambios en la provincia. Buenos Aires abandonó su intención de gobernar todo el territorio que había sido colonia española. Más aún, se concentró en realizar un cambio interno a nivel político, económico, religioso y cultural que fuera capaz de darle un progreso económico y social independiente del resto de las provincias que le disputaban el poder. Apoyados por los comerciantes y hacendados que habían sobrevivido a las asperezas de la guerra de independencia, estos cambios se realizaron en el marco de las ideas liberales heredadas de la Revolución Francesa y marcaron una etapa de orden en el ámbito provincial.

En 1821 una ley electoral estableció los mecanismos para elegir a los miembros de la Sala de Representantes, quienes a su vez elegirían al gobernador de la provincia. De este modo la elección del jefe de gobierno era potestad de la población a través del sufragio universal masculino. Se buscaba una legitimidad orientada a combatir las asambleas populares, la modalidad de disputa política durante la década de 1810. La gran reforma que permitió llevar adelante este proceso fue la supresión de los dos cabildos de la provincia, el de la ciudad de Buenos Aires y el de Luján. Se daba así por finalizada la época de “cabildos abiertos” que había dado inicio al proceso emancipador. La expresión política debía encauzarse a través del sufragio.

Otra de las reformas liberales en la provincia tuvo efecto en la Iglesia. La reforma eclesiástica suprimió algunas órdenes religiosas, capturó sus bienes —sobre todo los diezmos— para el Estado provincial y puso bajo la órbita estatal a todo el clero. Por supuesto, generó grandes conflictos en la sociedad porteña y discusiones políticas que se canalizaron a través de la prensa. Por ejemplo, uno de los revolucionarios de 1810, fray Cayetano Rodríguez, publicó una serie de textos en contra del secularismo de las políticas rivadavianas en un periódico que había fundado a tal efecto, El oficial del día.

A pesar de la oposición de algunos sectores hacia políticas que se consideraban peligrosas para el orden social, la provincia de Buenos Aires logró dotarse de instituciones públicas que le fueron dando un marco de orden y estabilidad. Sin embargo, a diferencia del resto de las provincias, no logró promulgar una Constitución que regulara legalmente la dinámica de la política local.

En la reforma de la sociedad porteña por parte de Rivadavia y sus aliados tuvo un papel principal la difusión de las ideas ilustradas. Para los intelectuales liberales era necesario educar a la mayor cantidad posible de personas. Si el sufragio era universal, los que votaban debían estar educados —ilustrados—, al menos, para entender a quién debían votar. La ilustración aparecía como la forma de evitar los excesos y desórdenes del período anterior. Este objetivo se llevó a cabo a través de varios canales: la expansión de la prensa y la libertad de expresión, una reforma educativa —que veremos en el próximo capítulo— y la difusión de canales de expresión pública como modo de difusión de las ideas. Entre los canales de expresión pública favorecidos por el Estado de la época rivadaviana encontramos los espectáculos populares, que incluían las Fiestas Mayas —como forma de adoctrinar a la población y recordar los sucesos que habían llevado a la independencia— y, también —el núcleo de este capítulo— la actividad teatral.

En una sociedad con altos índices de analfabetismo, el teatro se convirtió en uno de los medios más poderosos de pedagogía política y difusión de las ideas ilustradas, y, por esta razón, se convirtió en un campo de batalla. La política y la lucha por el poder se cruzaron en el escenario.

Trinidad Guevara, el teatro y la política

La” Trinidad Guevara había nacido en la Banda Oriental hacia fines del siglo XVIII (no se conoce con exactitud la fecha de su nacimiento, se supone que fue en 1798 por la edad declarada —75 años— en su partida de defunción en 1873), en el seno de una familia dedicada al teatro. Su ingreso a las artes dramáticas fue precoz: hizo su debut en la Casa de Comedia

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