Torres de Malory 4 - Cuarto curso

Enid Blyton

Fragmento

Índice

Índice

1. Darrell vuelve a la escuela… ¡acompañada de Felicity!

2. ¡De vuelta a Torres de Malory!

3. La primera noche

4. ¡Todas juntas de nuevo!

5. Una mañana interesante

6. La llegada de Clarissa

7. La mirada de Darrell

8. Eres la responsable de curso, ¿no?

9. Gwendoline y Clarissa

10. ¡Un día libre!

11. Un plan emocionante

12. Esa noche

13. Una fiesta nocturna

14. Todo sucede muy deprisa

15. Un auténtico susto

16. Gwendoline traza un plan

17. Por fin mitad de trimestre

18. Antes del examen

19. La semana del examen

20. El asunto Connie

21. Darrell lo arregla todo

22. “¡Ping!”

23. La última semana

1. Darrell vuelve a la escuela… ¡acompañada de Felicity!

Darrell vuelve a la escuela… ¡acompañada de Felicity!

Darrell Rivers estaba muy emocionada. Había llegado el día de volver a Torres de Malory, el internado donde estudiaba, y esta vez su hermana Felicity iba a acompañarla.

Ambas esperaban de pie ante los escalones de la entrada vistiendo el uniforme marrón y naranja de la escuela. Felicity también estaba muy nerviosa. Tenía casi trece años, dos menos que Darrell y si no se hubiera puesto enferma el primer día de clase, ya llevaría varios meses en el colegio.

Estaba a punto de empezar el trimestre de verano, ¡y por fin iba a hacer el viaje a Torres de Malory con Darrell! Su hermana le había contado tantas cosas acerca de la escuela: lo bien que se lo pasaba, las aulas con vistas al mar, las cuatro torres en las que dormían las doscientas cincuenta alumnas, la magnífica piscina excavada en la roca junto a la costa… Darrell le había dado un sinfín de detalles.

—¡Es perfecto que este año vayamos en tren! —exclamó Darrell—. Así harás el viaje con las demás niñas y podrás conocerlas. Sally también vendrá con nosotras.

Sally era la mejor amiga de Darrell desde el primer curso que pasaron juntas en Torres de Malory, hacía ya cuatro años.

—Ojalá pueda encontrar a alguien como Sally —dijo Felicity, hecha un manojo de nervios—. Yo soy más tímida que tú, Darrell. ¡Creo que nunca me atreveré a hablar con ninguna de esas niñas! ¡Y si la señorita Potts se enfada conmigo, me moriré de vergüenza!

La señorita Potts era la tutora de primero y también la encargada de la Torre Norte, donde se alojaba Darrell y donde dormiría también su hermana.

—¡No tienes por qué tenerle miedo a Potty! —aseguró Darrell echándose a reír, sin recordar lo asustada que estaba ella en primero—. La buena de Potty… ¡Es de muy buena pasta!

El coche de su padre se detuvo ante la puerta y las dos hermanas bajaron a toda prisa los escalones. El señor Rivers se las quedó mirando desde el asiento con una sonrisa en los labios.

—¡Esta vez os marcháis las dos! —les dijo—. Recuerdo perfectamente el primer día de Darrell en Torres de Malory. De eso hace casi cuatro años. Darrell tenía doce, y ahora ya has cumplido quince, ¿verdad?

—Sí —respondió ella, entrando en el coche con Felicity—. Y me acuerdo que me dijiste: “Torres de Malory es una escuela excelente y te enseñará muchas cosas. ¡Trata de devolverle algo a cambio!”.

—A mí me ha dicho lo mismo —observó Felicity—. ¡Es una suerte tener a una hermana que pueda enseñármelo todo! Aunque la verdad es que me da la sensación de que conozco hasta el último rincón de Torres de Malory.

—Pero bueno, ¿dónde se ha metido vuestra madre? —preguntó su padre, impaciente, haciendo sonar el claxon—. ¡Hay que ver lo difícil que resulta reunir a esta familia! Cuando mamá aparece a tiempo, faltáis una de las dos, y ahora que vosotras ya estáis aquí, la que falta es ella. ¡Como no venga pronto vais a perder el tren!

Solían hacer en coche el viaje hasta Torres de Malory, en Cornualles, pero en esa ocasión el señor Rivers no disponía de tiempo suficiente, así que decidió acompañar a sus hijas hasta Londres, donde tomarían el tren de la escuela. Felicity ya había ido a despedir a su hermana a la estación algunas veces, y siempre le había impresionado la visión de todas esas niñas hablando y riendo en el andén… ¡Y ahora iba a ser una de ellas! Apretó con fuerza la raqueta de tenis contra su pecho y pensó con entusiasmo en el curso que estaba a punto de empezar.

La señora Rivers bajó apresuradamente los escalones de la entrada. Llevaba un sencillo traje gris con una blusa azul que le sentaba de maravilla: estaba muy guapa. Darrell y Felicity la contemplaron con admiración. ¡Los padres eran muy importantes entre las alumnas de un internado! Todas querían estar orgullosas del aspecto que tenían los suyos, y del modo en que hablaban y se comportaban. Sería terrible que una madre se presentara con un sombrero ridículo, o que un padre apareciera desaliñado.

—¡Cariño, estábamos a punto de marcharnos sin ti! —dijo el señor Rivers—. A ver: ¿lo tenemos todo? ¡La última vez te diste cuenta de que te habías dejado la bolsa de mano de Darrell cuando ya habíamos recorrido diez kilómetros!

—No nos hemos olvidado de nada, papá —aseguró Darrell—. Lo he comprobado yo misma: las bolsas de mano, la pasta y el cepillo de dientes, el peine, el pijama, el certificado médico… ¡Está todo! Las raquetas de tenis y la gorra de montar las llevaremos en la mano. ¡Es demasiado complicado meterlas en la maleta!

Felicity echó una mirada a su alrededor para asegurarse de que se había acordado de su gorra de montar. Estaba muy orgullosa de ella.

El coche arrancó y emprendieron el camino hacia Londres. A Felicity se le encogió un poco el corazón cuando perdió de vista su casa. No volvería a verla hasta dentro de tres meses, pero enseguida se animó cuando Darrell empezó a hablar sobre sus compañeras.

—¡Espero que Bill llegue a la escuela acompañada de sus siete hermanos! —exclamó—. Es espectacular verlos llegar a galope por el camino de la escuela. El año pasado Bill iba a ir a Torres de Malory en el coche de sus padres, pero se escapó a lomos de Trueno, su caballo, y galopó hasta la escuela acompañada de sus hermanos, ¡que llegaron también en sus monturas!

—En realidad Bill se llama Wilhelmina, ¿verdad? —dijo Felicity, haciendo memoria

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