Retrato de un hombre desnudo

Juan Cruz Ruiz

Fragmento

Contents
Índice
Portadilla
Índice
Dedicatorias
Citas
Los días del mar
Alimento del miedo
Sueños
Mentiras
Visita
Adiós
1966
Huella
Sombra
Soledad de la locura
Arena del regreso
Los pies en la duna
El observatorio
Sol en las dunas
El ruido desnudo
Mano del mar
Paciencia de la orilla
Dibujo del viaje
Cobardía
Ilusión del horizonte
Misterio dibujado
La voz dormida
Portofino
1973
La Punta del Viento
Berberechos
1973
La maldad de los niños
Pudor en el vestuario
La marca de agua
La edad del miedo
El miedo y el mar
El mar y la vidriera
Un golfo en el muelle
El viaje
La luz opaca
Regreso de invierno
La mar al revés
Las cosas rotas
Máncora
Pavor del sueño
Amor
Fantasía
Impaciencia del mar
La mujer de Bergen
La veo reír
La llamada
Habitación 212
Adagio del mar
Ese día
Julio va al cine
Fin de trayecto
En el restaurante
El accidente
Utopía
Ven
Perrier en Cannes
Aquí es agosto
Es de noche
Crónica del espejo
Arena en el libro
Bochorno
Miedo
Silencio
Arroz y risas
Laberinto
Despedida en Bangkok
De viaje
Arroz con frijoles
Una melancolía
Tres tristes tigres
Regreso del tiempo
Helechos los de aquel patio
Ahora vuelvo a la cueva
El mar de la pasión y de la traición
Sudor de la ciudad
El Puerto
Fin de partida
Créditos
Grupo Santillana
Dedicatorias

Para Dulce Chacón

Para Ana Menasanch

Para Diego Talavera

Para Rafael Cobiella

Citas

Mi problema con los libros es que son sucesivos y yo soy simultáneo: todo lo veo y lo siento y lo quiero a la vez.

El tiempo es sucesivo como un libro al que hay que irle pasando las hojas.

FERNANDO VALLEJO

Mi hermano el alcalde

Evoco ahora lo que no he vivido.

Es utensilio extraño la memoria.

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD

Diario de Argónida

los_dias_del_mar

Los días del mar

Miro a mi alrededor, éste es mi paisaje, el lugar de mi regreso; éste es el sitio de un sonámbulo que ahora vuelve para mezclarlo todo, nunca he sabido vivir en la realidad, y ahora tampoco, se mezclan los tiempos, las sensaciones y los recuerdos, y sufro la impresión de estar viviendo al tiempo varias épocas de mi vida, de las que sobresale la adolescencia; ni la edad, ni las heridas del tiempo y de la vida, ni las ausencias reiteradas, ni la muerte ni el estupor, ni la desolación de haber estado solo, ni la realidad ni sus pesadillas, ni los sentimientos torcidos que siguen causándome perplejidad y cansancio, nada de lo ruin que me sucede, lo que yo produzco o lo que yo mismo sufro, ha sido capaz nunca de desnudar la ingenuidad que sigo sintiendo como el lugar en el que se producen mis días, aún no sé por qué suceden las cosas, ni sé el origen del dolor ni de la alegría sé nada, no soy un niño ni soy un adulto, soy una sombra desplazándose al amanecer desde la cama, como un adolescente ante este espejo que ahora me ve lavarme rápidamente, limpiarme los dientes, afeitarme aún soñoliento la barba que me interroga, el pelo blanco, el cerco senil de los ojos, ése soy yo, y a lo largo del día ese que se ha mirado en el espejo se olvida de sí mismo, ya es el otro para los otros, ha salido al campo, por así decirlo, y se encuentra solo, tan solo riendo, le echa leña a la conversación ajena, se siente servicial y actúa como tal, vacía su espíritu y su cuerpo, se agota en aviones y en conferencias, escucha a artistas y a sus representantes, envía flores, tarjetas, felicita cumpleaños, y vive en secreto dos o tres vidas, o cuatro, no es él quien está, o quizá no está en ninguna parte, es sin duda el adolescente que fue y salió huyendo de esa edad como si quemara, en algunos resquicios de

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