Lagartija sin cola

José Donoso

Fragmento

Noticia

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José Donoso (1926-1996) empezó a escribir Lagartija sin cola en enero de 1973, en el pueblo catalán de Calaceite, donde había adquirido una casa antigua, cuya reparación le sería más costosa. Su hija Pilar descubrió el manuscrito de la novela entre los papeles que su padre vendió a la Biblioteca de la Universidad de Princeton. Ese gesto demuestra que renunciaba a revisar la novela y que, literalmente, la abandonaba. Sólo logró revisar el primer capítulo, que situó después como tercero. Eliminó varias páginas del comienzo, tachó unos párrafos luego, anotó algunas indicaciones, enmendó pocas frases y corrigió una que otra palabra. Buena parte del libro quedó sin corregir, en su estado de primera redacción. Sin embargo, tal vez porque se desprendía del texto, quiso imaginarlo como libro: lo ordenó en secuencias alternas, lo dividió en partes, trazando la ruta de su lectura. En una libreta de notas, reconoció la dificultad de la forma final: «es dificilísimo coger el cabo de la madeja para poder ovillar»; se propone, dice, «fundirlo todo rápidamente en orden (o desorden)»; y no le parece mala la idea de «comenzar con año siete, y volver al año uno». Sin embargo, no llegó a culminar esa articulación y dejó varios hilos sin anudar. De modo que esta es una edición recuperada de la novela: he hecho una leve revisión del manuscrito, sobre todo de la prosodia, para aliviar reiteraciones o tropiezos y facilitar su extraordinaria fluidez. Varias veces discurre aquí la distintiva prosa de Donoso, su liviana nitidez, que reverbera a la luz y la sombra de sus obsesiones. Pero esta vez, además, Donoso se propuso una fábula tan irónica como melancólica de la pérdida de España bajo las hordas del turismo. Sólo que esa historia es paralela a la de un artista que renuncia al arte, decepcionado por su comercialización. Ese abandono del desvalor de un arte al que el éxito convierte en residual, quizá hacía inevitablemente irresuelto el proyecto de la novela. Pocas veces el lector puede asistir a la intimidad gozosa de una obra que, en pleno despliegue de su promesa, no encuentra salidas en un mundo que ya no reconoce un valor sin precio.

JULIO ORTEGA

Primera parte

Primera parte

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