Ensayo sobre la muerte

Horacio Rosatti

Fragmento

Corporativa

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VIVIR PARA SIEMPRE
Introducción

Este es un ensayo sobre la muerte, considerada como hecho biológico y como institución. Si en algún momento fue un tema reservado a la erudición de filósofos o teólogos, hoy ofrece puntos de vista sorprendentes que animan la conversación de cualquier reunión familiar.

Con asombro presenciamos la creciente desconexión que se cierne entre dos realidades tradicionalmente indiscutibles e indisolubles: la vida y la muerte, expresadas de modo contundente en un “antes” y un “después” registrado sobre el cuerpo humano. Convertir el concepto de muerte en una cuestión de opinión o desplazar la reflexión en torno a ella desde la filosofía y la teología hacia la tecnología no es algo menor, cualquiera sea la perspectiva desde la que se mire.

Asistimos al repliegue de la vieja muerte, fría y contundente, insensible y definitiva. Si antes se hablaba de sus avances sobre un cuerpo vivo (las amputaciones, las enfermedades que dejaban secuelas, etcétera), exponiendo un aviso de lo que vendrá, ahora corresponde hablar de los avances del cuerpo sobre la muerte por medio de los trasplantes de órganos, que prolongan la vida de otro cuerpo. Si antes la muerte ensombrecía algunos sectores de nuestra vida, hoy es posible decir que la vida echa luz sobre el telón oscuro de aquella. Como en una representación del teatro negro de Praga, en el que el escenario y la escena parecen alterados, la vida y la muerte se intercambian golpes de puño ante nuestros ojos, tornando borrosos sus límites ancestrales.

El avance de la ciencia aplicada a la medicina ha extendido generalizadamente el promedio de vida a niveles antes inconcebibles, duplicándolo en menos de dos siglos. Paradójicamente, el interrogante actual se desliza hacia los potenciales inconvenientes que una vida demasiado prolongada podría depararnos. El temor a la muerte se desplaza hacia el temor a la sobrevida exagerada. El ser humano, que no ha cesado de preguntarse si habría vida en el futuro, comienza a interrogarse si habrá muerte el día de mañana. El anhelo ancestral de la inmortalidad no parece hoy una quimera.

Otra variación es que, desde hace algunas décadas, la muerte ya no involucra un destino, sino varios. No se trata del dolor de los que sobreviven al fallecido, ni de su recuerdo; se trata del “comercio humanitario”, de lo que puedan aprovechar los que quedan del que se fue. ¿Asistiremos al espectáculo de un mercado oficial e internacional de órganos cotizables según las reglas de la oferta y la demanda? Si finalmente lo hacemos, ¿será en forma gradual, de modo de acompasar el cambio de la economía mortuoria con un parejo cambio en nuestra forma de pensar? ¿O lo haremos de modo vertiginoso, siguiendo las urgencias de la salud pública o del mercado de órganos, que indican que no hay tiempo que perder? Y en este último caso, ¿cuál será el precio que deberemos pagar por obviar la transición cultural?

En cuanto a los que ya no están, ¿el avance de los métodos de comunicación podrá permitir en el futuro que la ausencia física del difunto sea, en gran medida, conjurada? ¿Podremos consultar a un familiar fallecido y obtener de él su consejo por un medio virtual, más objetivo, eficaz y riguroso, que la respuesta expurgada de una agitada sesión de espiritismo? Las páginas siguientes procuran tomar algunas de las preguntas señaladas sin el ánimo de ofrecer respuestas contundentes, sino nuevos interrogantes que se derivan de aquellas.

Este ensayo consta de una introducción, tres capítulos y un epílogo. La introducción plantea la relevancia del tema de la muerte a partir de los avances tecnológicos de las últimas décadas, y señala brevemente los interrogantes e inquietudes sociales y culturales que suscita actualmente.

El capítulo 1 describe la relación del cuerpo humano, soporte de la existencia, con la vida y con la muerte, según los aportes de la filosofía, la teología, la ciencia, la literatura, la pintura y el cine, poniendo énfasis en los acoples y desacoples del cuerpo con su propia imagen, sus movimientos y con ese intangible que llamamos alma. Sobrevuela estas páginas la pregunta acerca de cuánto hay de material y cuánto de espiritual en esta máquina que nos contiene, nos delimita, nos expresa y nos representa que llamamos cuerpo.

El capítulo 2 interroga sobre la definición del acto de morir y las consecuencias que se desprenden de las distintas respuestas ofrecidas. Si la muerte es un acto, como mínimo, definitorio —aunque para algunos no sea definitivo—, ¿qué es lo que definía nuestra vida terrenal, lo que nos hacía diferentes? ¿El acto mecánico de respirar?, ¿el acto afectivo de sentir?, ¿o el acto intelectivo de pensar? Luego, reflexiona sobre el tránsito entre el acto de morir y el de estar muerto, y su significado en una época de utilización post mortem de los órganos. Finalmente, se describen las muertes artificiales —o no corporales— que rigieron (¿y rigen?) en nuestro tiempo cercano, contrariando los ideales surgidos en los procesos revolucionarios que se gestaron en la modernidad.

El capítulo 3 indaga sobre las distintas formas con las que se procura alcanzar la inmortalidad, poniendo el eje en la figura espectral del vampiro en tanto expresión cultural “humana” surgida de tradiciones ancestrales esparcidas en distintos lugares del planeta, que a partir de su acogimiento literario y cinematográfico llegó a convertirse en un ícono contemporáneo. Las últimas páginas de este capítulo reflexionan sobre los distintos caminos por los que ha discurrido (y discurre actualmente) la búsqueda de la inmortalidad humana.

El epílogo, que retoma los planteos de la introducción, formula una breve reflexión en torno a

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