El fuego entre nosotras

Dalia Rosetti

Fragmento

Ella es Valeria

No se me ha secado ni una bombacha y no es porque hace semanas no para de llover sino por la excitación que me visita estos días. La lluvia ha contribuido a la inundación y a que no haya podido salir de la casa todas estas semanas. Mi nombre es Valeria. Trabajo las horas que me corresponden limpiando, el resto me la paso en mi cuarto chateando. Jamás me toco, no soy una chica pajera. No me gusta el sexo solitario. Aparte no gusto de mí. Una vez probé tocarme, pero fue como rascarme una picadura de mosquito de la espalda. Jamás acabo, estoy suspendida en un éxtasis permanente. Cuando me levanto tomo mate mirando en la computadora chicas operadas. Miro fotos donde se muestra el momento lleno de sangre de la implantación de un pito. Busco las fotos más abstractas donde se vean pedazos de herramientas metálicas y retazos de piel. Cada vez me levanto más temprano. Cuando una siente que tiene mucho tiempo, este se vuelve escaso. Mirar estas cosas es lo que me gusta. Pero lo que en el fondo más me calienta es pensar que alguien me espía mientras miro estas fotos. Como nunca acabo —aunque a veces intuyo que me vendría muy bien— puedo llevar este estado a la casa. Trabajo de empleada doméstica ocho horas diarias que al no ser seguidas es como si trabajara todo el día. A la hora de la siesta me llevo de incógnito algunas prendas de la patrona y de sus hijas. A Sofía y a Lourdes las cuido desde que tienen ocho, así que las vi convertirse en estas adolescentes zarpadas de dieciséis y diecisiete. Sé que no es lo más correcto del mundo excitarme con sus bombachas Caro Cuore, pero justamente es lo incorrecto lo que me atrae. Cuando entré a trabajar tenía la edad de Lourdes y me atraía Manuel, el papá de la casa. Él, como gustaba mucho de mí, me cogía antes de irse a trabajar. Siempre me decía con cariño “Me voy a conseguir la platita para que puedas tener este trabajo”, “Y poder cogerme”, le agregaba yo. Él se reía, yo también. No es que cada vez que viniera yo quisiera hacerlo, pero para pasarla bien me calentaba pensando en que era una empleada sometida por su jefe. Me imaginaba que era una de sus secretarias con pollera y tacos, que él estaba obsesionado conmigo y que nuestros encuentros a las 6:15 sucedían en un hotel de la Capital a las 20:45. Se ve que ahora que ya soy mayor de edad no lo excito. Para mí mucho mejor así puedo dedicarle toda mi obsesión a sus hijas y a su esposa. Las chicas no me miran con ganas, pero mamá María me necesita cada vez más. Y diría demasiado, ahora que está haciendo un curso de curaduría. Yo soy muy paciente con ella, muy. A veces hago pequeños actos vandálicos falsos para que ella me necesite más. “La plancha se rompió, señora. Pero yo se la arreglo”; “No anda la juguera, Valeria. ¿Sabés qué le pasa?”. Yo puedo arreglarlo todo porque obviamente no es que los electrodomésticos se rompan… Mientras ella me dice “Valeria, qué haría sin vos”, yo pienso “No se imagina todo lo que yo hago con usted”. Porque sí, quedaría más canchero decir que me gustan las chiquitas, pero María es una mujer tan pobre que me conmueve. A lo lejos me doy cuenta de que no tiene demasiados talentos y eso hace que, aunque yo no haya desarrollado ninguno, me sienta superior. Yo sé “arreglar” cosas y le soluciono todos sus problemas. Tengo que admitir que cuando llegué a la casa ella era mucho más pilas y que de a poco la fui relegando a un sillón frente a la tele. Ella me necesita más que nunca para estudiar y poder ser alguien al fin. Yo acepté dejarla ir para serle imprescindible. Tampoco es que salga tanto, estudia dos veces por semana en Belgrano. Cambió el sillón frente a la tele por una silla frente a la computadora. Manda mails y tiene un grupo de Facebook donde comentan muestras de arte y obras controvertidas. Se lo toma muy en serio. Cuando no sabe de quién hablan, googlea el nombre para dar su opinión. Una vez, al darme cuenta de que muchos del grupo no la valoraban, me inventé un perfil falso para ponerme de su lado. Inmediatamente ella se interesó por mí. Haciéndome la humilde, le puse que yo aprendía mucho de sus comentarios incisivos. ¡Qué fácil que es conquistar a una mujer por chat! Tuve que perder mucho tiempo googleando para empaparme bien sobre todo lo referente al mundo del arte. Por ejemplo, aprendí cómo luce el arte contemporáneo, aunque no entienda bien lo que significa. Aprendí que, como una nunca podrá saberlo todo ya que es muy vasto el arte, una tiene que improvisar casi todo el tiempo hablando de cosas generales. Mi nombre de curadora es Estela Frías Satomayo y soy mexicana.

Me imagino que nadie tiene la vida casi perfecta que yo llevo. Todas las tardes María me convida una botellita de cerveza. A partir de la primavera nos las tomamos en el jardín junto a la pileta mientras me cuenta del curso y me habla de Estela. En verano se agregan para colmo del placer sus hijas jóvenes en bikini. En fin, si fuera por mí me quedaría horas bebiendo, pero la perfección es un equilibrio del cual soy parte. Para ganarme unos minutos, tengo que ingeniármelas como puedo. Cuando veo que se acaba el tiempo tiro al pasar una frase que quiebre un poquito a María. Con respeto, desde mi lugar de inferioridad y sin abusar porque si se deprime mucho se me escapa al cuarto. Por ejemplo, le nombro a Ernesto, el profesor de Estética, que siempre la vuelve loca porque le dice que no vienen nunca al caso los comentarios que ella hace. Ese pequeño drama son veinte minutos extras con uno y otro y otro botellín.

Mientras limpio la máquina de lavar los platos, veo pasar a las chicas corriendo que recién salen de la pileta. ¡Urgente!, tengo que ayudarlas a sacarse el cloro del pelo para que no se les resequen las puntas. Esa frivolidad y mariconería me abre la puerta del baño. Como las vi crecer se siguen dejando ver semivestidas. La gente con plata necesita mucha ayuda y a mí me pagan para desenredarles el pelo. Sofía sale de la ducha, tiene el pelo tan largo que no puede sola. Ella me da el peine con todas las instrucciones necesarias para que se lo deje como a ella le gusta. Me da un aceite que huele riquísimo. Se lo aplico en las puntas estirándolas de arriba hacia abajo. Con mis dedos estiro puntas imaginarias. Su piel es tan suavecita que si no fuera mi patronita la tocaría. Pero imposibilidad no es sinónimo de sufrimiento. Mi huella digital imaginaria recubierta de keratina vale mil imaginaciones más. A la noche cuando estoy en mi cuarto chateo con María. También me armé dos perfiles falsos para chatear con Sofía y Lourdes. Los que uso con las chicas son de varones. De alguna manera levantándomelas las cuido. Porque las llevo a su peor lugar en la noche para aconsejarlas durante el día.

Mi cuarto tiene tele, wifi y computadora. Una ventana que da al garaje, una cama, y voy al baño que está al lado de la cocina. A algunas personas les podrá parecer negativo tener que cruzar la cocina para ir a hacer pis o bañarse, pero para mí es la posibilidad que tengo de exhibir mi cuerpo. Cuando termino de bañarme, como nadie usa ese baño, puedo esperar el tiempo que sea necesario para salir cuando escucho algún ruido en la

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos