Imantada

Aldo Mazzucchelli

Fragmento

PRÓLOGO

El pie de la letra

Por Jorge Castro Vega

...inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.

JUAN VIII, 6

1.

La poesía no precisaba eso. Cuando un aeda tembloroso se dio a la empresa de enjaular el hexámetro en unos trazos y dejó la palabra expuesta al silencio de la mirada, ignoraba si su osadía, que sospechó amorosa, no significaba un sacrilegio. Ese pasaje, de lo real que está sonando a lo que puede verse, no fue impune: en tanto traducción, la escritura implica una traición y la traicionada es la música; tal la afrenta de lo fijo a lo que es fluyendo. Arrancar un sonido del aire y pasarlo a lo visual fue una maniobra a la que tuvo que recurrir, en su nacimiento, la filosofía para sobrevivir.

Escribir, postulan las páginas que siguen, es un régimen tecnológico asociado a una forma de estar en el mundo; no solo un tipo de registro del espíritu, sino un tipo específico de espíritu: registrado. La escritura, se propugna, es más constitutiva de la existencia humana que el habla, porque el sujeto se constituye recién al adquirir la dimensión de sus muertos, su memoria, su conversación hilvanada en esos signos tendidos hacia nosotros y hacia los que después de nosotros vienen.

Consolidada en su pie de templo, la letra ha sido y es coqueteada por turistas y burócratas del verbo; gente que proclama la autonomía autoral, escrupulea con las comillas como si fueran invento suyo y exige devoluciones. El verdadero escritor solo puede ser un amanuense, es cierto: se apropia de lo leído y como suyo lo presenta, sin ser por ello un falsario.

La cita es una forma de homenaje. El plagio, en el sentido de los doblajes latinoamericanos de las películas, es aún superior.

2.

No era la poesía la necesitada, no. La filosofía era. Pero la filosofía y el derecho a inclinarse por la muerte antes que por la esclavitud están en retirada. Leo que asistimos a una transformación de dimensiones metafísicas. Se está redefiniendo qué es lo real: qué tiene derecho a existir en lo virtual –adjetivo que se sustantivó por sí mismo (igual que móvil) y hoy repele toda sustantividad y nos marea con adjetivos vacíos que giran, sueltos, sin ningún orden, sin la fértil materialidad de la palabra, sin magia ninguna de que agarrarse. Es irrelevante lo que de veras está ocurriendo, ya que no puede estar pasando otra cosa que aquella que los medios de comunicación global determinan en tiempo real que sí está pasando.

La filosofía fue la gran necesitada en sus primeras etapas. Es el pensamiento –en el sentido menos ambicioso del término, en el alcance mínimo que ha de asistir al debate de la cosa pública–, acaso el más urgido ahora de escritura. Cosa propia de individuos, el pensamiento y la discusión que él promueve han sido sepultados en el barullo de la propaganda que todo lo impregna.

3.

Hay un griterío sin dueño en el ágora, hay una emoción muy primaria, e intensa; mucho miedo hay, mucha intolerancia de la que nace del miedo. El bombardeo de la ortodoxia es incesante: relatos, imágenes y datos que han de consentirse sin exigir fundamento, sin desearlo, hasta negándose a él. Lo que se nos entrega ya ha sido analizado por personas capacitadas para ello, convenientemente legitimadas por los legitimadores de turno, que nos ahorran tarea y nos preservan del error.

...inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Juan VIII, 6

En retroceso el espacio de las humanidades, el paraguas de la diversidad impone la uniformidad obligatoria y el emparejamiento irrestricto, la forzada igualdad de lo diferente, la violenta diferencia de lo igual: el fascismo global nos despoja de toda duda y disconformidad, y de lo propio, de lo único, de lo enriquecedor. Su propósito es neblinar hasta la anulación de identidad al individuo y, ya perdido de sí, echarlo en la fosa común.

El borreguismo ideológico engorda a pata suelta y la manipulación nos arrebaña, sin inmunizar.

Lo local (como espacio sensible, tradición cultural y escenario de relacionamiento y pertenencia) es arrasado por una universalidad ominosa que todo promete darnos, si le damos primero todo. Con cierto pudor, eludo el vocablo soberanía como si fuera algo obsceno; especie de protuberancia conceptual para padecimiento de arqueólogos, ingenuos y patriotas. Pero hablo, más modestamente y a escala bien chica, de lo local doméstico, de lo que desea abolir, sin conocer, el globalismo progresista.

La combustión de los eslóganes comienza a despedir aromas duros en plena peste. Empieza a verse con nitidez que nada tiene para ofrecer la cultura global, desierto en el que el sujeto no puede orientarse y en el que no perecerá de sed, sino de indiferencia, de desarraigo.

4.

Junto con la letra, se nos dice, la historicidad se retrae y el proyecto de construir un sujeto autónomo como garante y control de la democracia está en problemas, porque la democracia ha fracasado en sustituir un orden anterior de legitimidades.

Por aquí, es un acto de coraje indicar que la democracia ha fracasado en algo. Elevado a la categoría de valioso en sí mismo, como dimensión dogmáticamente asistida de perfección completa, el sistema democrático (no necesariamente el republicano, y eso es relevante) luce tan blindado de sacralidad que no puede cuestionarse; ni para mejorarlo.

Siguiendo el surco de la idea que en este libro se aplica a la izquierda, parecería que hoy es imposible ser filósofo y demócrata por estos lados.

Constituye herejía suponer que existe la posibilidad de que la democracia no sea tan buena, ni tan noble, ni tan justa como la recitamos. Esa idea desborda las fronteras de lo tolerable y habilita el apuro en arrimar fósforos y leña. Nadie en particular el pirómano casero que refiero: demócrata de hace minuto y medio que no cree en la separación de los poderes, la igualdad ante la ley, el debido proceso, la libertad de prensa, ni en la libre asociación; fácilmente se escandaliza de los que piensan como no piensa él y les hace el compulsivo favor de corregirlos, de disciplinarlos, de remitirlos de una vez por todas al gran bazar de la inclusión universal.

5.

Censura pura y dura se desplegaba ya (sin la menor vergüenza, conste; con orgullo, más bien) en el nombre de la sensibilidad afectada de ciertas personas o grupos y ONG. Pero con la pandemia y sus pliegues, la libertad de expresión ha devenido, casi, privilegio.

Y así como lo virtual es lo real, también el cuerpo pasa a ser progresivamente ajeno; más cosa. A contracorriente de la realidad que viene, él tiene un problema intrínseco: está ligado a lo individual. Pues bien, el cuerpo mismo del individuo está siendo editado para responder a conceptos grupales.

La salud pública se ha entronizado y constituye el más preciado de los bienes colectivos; la vacunación flamea como gesto de virtuosismo social por excelencia.

La nueva deidad (la peor de los suplentes desde q

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