Índice
Portadilla
Índice
Unas palabras del autor
Prólogo a Cincuenta cuentos y una fábula
I. Cuentos del reino secreto
Prólogo
El nacimiento en el desván
La prima Rosa
La noche más larga
Los de allá arriba
Buscador de prodigios
Valle del silencio
La casa de los dos portales
El desertor
El enemigo embotellado
El acompañante
Los valedores
Genarín y el gobernador
El museo
El niño lobo del cine Mari
El anillo judío
Expiación
Zarasia, la maga
Madre del ánima
La tropa perdida
La torre del alemán
El soñador
II. El viajero perdido
El viajero perdido
Las palabras del mundo
Cautivos
Imposibilidad de la memoria
La última tonada
Los paisajes imaginarios
El edén criollo
Oaxacoalco
Del Libro de Naufragios
Un ámbito rural
Un personaje absorto
III. Cuentos del barrio del Refugio
El caso del traductor infiel
La costumbre de casa
El derrocado
Fiesta
Bifurcaciones
Signo y mensaje
Para general conocimiento
Tertulia
Los espíritus de doña Paloma
Materia silenciosa
Viaje interrumpido
Los libros vacíos
Pájaros
IV. Cinco cuentos y una fábula
El huésped
El adivino confuso
El séptimo viaje
La voz del agua
Los frutos del mar
Artrópodos y hadanes (una fábula)
V. Cuentos de los días raros
Nota del autor
Celina y Nelima
Mundo Baldería
Sinara, cúpulas malvas
La memoria tramposa
All you need is love
Los días torcidos
Papilio Síderum
El inocente
La impaciencia del soñador
Maniobras nocturnas
La casa feliz
El fumador que acecha
La hija del Diablo
El viaje secreto
El apagón
Dedicatorias
Créditos
Unas palabras del autor
Hace doce años reuní los libros de cuentos que había publicado hasta entonces y redacté, como introducción, el texto que sigue a este y que mantengo tal como estaba, aunque debo hacer algunas observaciones. Primero, que en 2007 se publicó una edición revisada de Cuentos del reino secreto, conmemorativa del vigésimo quinto aniversario de la primera, acompañada de un prólogo, que es el que ahora se incorpora a este libro. Además, que los cuentos que entonces aparecían reunidos bajo el título Otros cuentos, por un lado, y Una fábula, por otro, ahora están reunidos con la denominación Cinco cuentos y una fábula. También se incluye Cuentos de los días raros (2004), con lo que el libro no reúne ya 51 cuentos sino 66, y presenta lo que ha sido mi producción cuentística a lo largo de más de veinte años. Quiero añadir que todos los textos han sido revisados por mí, de manera que ésta es la versión definitiva.
¿Por qué Historias del otro lugar? En ese título he pretendido señalar el ámbito de todos estos cuentos, más allá de los temas de cada conjunto: el lugar que corresponde al espacio de la ficción, inevitable sombra esclarecedora del lugar de la realidad para los seres humanos, y en este caso todavía más «otro» por su general impregnación fantástica; un lugar entre cuyos habitantes están los personajes de este libro, tan familiarizados con una experiencia donde se mezclan sueño y vigilia a través de la palabra, lo que, según creo, pertenece naturalmente a las intuiciones de la literatura.
Madrid, primavera de 2009
Prólogo a Cincuenta cuentos y una fábula
Las historias oídas
De niño descubrí que casi toda la realidad ajena —quiero decir la realidad humana, histórica— era opaca, huraña, erizada de amenazas tan tercas como inexplicables, y que entre aquella realidad exterior y la mía propia —que yo sentía formando parte del mundo de la naturaleza, sin tiempo y sin historia—, había un abismo que parecía difícil poder salvar. Pero también descubrí que todas las formas narrativas —las películas, los tebeos, los cuentos— eran mensajes que, procediendo de aquella realidad exterior, me daban claves para establecer con ella ciertos enlaces de comprensión, y que incluso me ayudaban a aceptarla. Mi embeleso ante los sucesos que se desarrollaban en el habitual blanco y negro de los cines, a la vez luminoso y sombrío, o ante las viñetas que ordenaban las peripecias tragicómicas de los monigotes dibujados, era la actitud del desciframiento de algo que había más allá de las imágenes, en el feroz mundo de carne y hueso, que las imágenes parecían haber domesticado. También había esa actitud en la avidez