La loba

Camucha Escobar

Fragmento

Gracias...

A mis queridas editoras María Fernanda Mainelli y Florencia Cambariere, por creer en esta historia y hacer posible que llegue a todos ustedes.

A mi querida Gaby Vigo, por alentarme siempre en mis momentos de angustia.

A Cristina Bajo, mi hada madrina y escritora talentosa, por sus sabios consejos.

A Vero Barrueco y a todo el equipo de prensa de Penguin Random House, por el increíble trabajo que realizan antes, durante y después de la publicación de cada libro.

A mi hermana Marita, por ser mi primera lectora y crítica de mis escritos. También por ocuparse con amor de toda la tecnología y de la página web.

A mi querida Majo Zaldívar, por su colaboración desinteresada y sus sugerencias.

A mi amiga Andrea Pacífico, quien fue leyendo la novela párrafo a párrafo, haciéndome sus comentarios con agudeza y cariño.

A Gaby Jure, mi primera lectora, quien me acompaña desde los inicios literarios.

A mi querida Vicky Aliaga, siempre dándome una mano desinteresadamente.

A mi esposo, José, y mis amigas del alma, quienes me apoyan incondicionalmente.

A Nancy Parodi y Eduardo Segura, a Náutica John (Vale) y a quienes colaboraron buscando información, historias y datos curiosos sobre mi querida Salta.

A Susy Grosso, porque sé que está “ahí” aun en los momentos más oscuros.

A mis amigas de Giras Literarias, por su buen humor y compañía.

A los maravillosos grupos de lectura que me acompañan en este camino de la escritura: Carnaval de Lecturas, Rincón Literario, Lectoras Marplatenses, Fans de los Osorios, Espacio para Autores y Lectores, Fans de las Autoras de Novela Románticas, Amigas Bonellistas, Chicas Bus, Mundos de Papel, Loleono, Recomiéndame Libros, El País de la Bruma, Contarte Cultura, Lectoras de Córdoba, Lectoras Casañistas, Tefi Lecuona, Adictos a la Lectura, Amigos Literarios sin Fronteras, El Pantano de Fiona, Lectoras de Rosario, Tinta y Papel y El Spa Literario.

Y a todos ustedes, queridos lectores, porque cada vez que eligen mis novelas me dan nuevos ánimos para seguir escribiendo.

Nota de la autora

Los personajes y hechos de esta novela son ficticios. Cualquier parecido con personas, vivas o muertas, o con sucesos reales son mera coincidencia.

Evocar el nombre de Enriqueta Martí es resucitar la historia de una mujer que fue considerada una asesina en serie que secuestraba, mataba y descuartizaba a niños para utilizar sus vísceras en ungüentos milagrosos que vendía a las familias ricas de Barcelona.

Sin embargo, hay quienes tratan de redimir a esta mujer denigrada más allá de su tumba. Una pobre desgraciada que se ha ganado una fama inmerecida, la de ser una especie de Jack el Destripador de la Ciudad Condal. 

Como escritora, me valí de la teoría de la “Enriqueta asesina” para mi historia. Invito a los lectores a que lean las distintas opiniones sobre la vida de esta mujer.

Muchísimas gracias

Yo soy como la loba.

Quebré con el rebaño

Y me fui a la montaña

Fatigada del llano.

Yo soy como la loba.

Ando sola y me río.

Del rebaño.

La que pueda

seguirme que se

venga conmigo.

Pero yo estoy de pie,

de frente al enemigo,

La vida, y no temo su

arrebato fatal.

Porque tengo en la

mano siempre pronto

un puñal.

Fragmentos de “La loba”,
de Alfonsina Storni

Capítulo 1
Después del peor frío viene una primavera

Barcelona, España

Septiembre de 1912

Recuerdo aquella mañana de otoño con precisión de cirujano: el aroma del café recién hecho que provenía de la cocina se mezclaba sin piedad con el de las hojas de eucalipto que hervían en una cacerola junto a otras hierbas desconocidas. Desde hacía unos días la casa exudaba un trágico olor a hospital: mi madre estaba agonizando.

En la amplia cama con dosel y colcha con motivos de flores, su figura en los huesos se perdía bajo la pila de mantas: el rostro, pálido; el contorno de los ojos enrojecidos y la mirada, sin brillo. Encarna, nuestra nana, con las mangas recogidas y los ojos secos le aplicaba paños fríos sobre la frente. A pesar de sus esfuerzos, la fiebre no remitía.

Sonsoles, Amaia, Balbina y yo, Manuela, escuchábamos el parte del médico, que había sido lapidario. El galeno nos dirigió una mirada con un dejo de compasión y nos advirtió:

—Dada la situación por la que atravesáis, os voy a ser sincero: a vuestra madre le queda poco tiempo.

Creo que todas empalidecimos a la vez.

—Pero ¿cómo es posible, doctor? Hasta hace unos días madre gozaba de muy buena salud. Lo que usted afirma nos deja sin palabras.

El médico me sonrió con lástima:

—Sus síntomas no son concluyentes: fiebres oscilantes, dolores basales, atonía en general. No me atrevo a daros un diagnóstico. Es un cuadro poco común, creo que es la primera vez en mi carrera que me enfrento a una enfermedad como esta, pero... —Hizo una pausa para mirarnos con seriedad y con tono grave ag

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