Creer o no creer

Enrique Miret Magdalena

Fragmento

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Introducción

 

 

 

 

Empecé a escribir artículos en los años cincuenta. En aquel momento tenían un gran atractivo, aunque estaban escritos con cuidado para evitar la censura oficial en tiempo franquista. Fue así como comencé en el periódico Informaciones.

Más tarde seguí escribiendo en la revista Triunfo durante veinte años, donde me animaban a seguir adelante mis cada vez más numerosos lectores, que componían más del 75 por ciento de las cartas recibidas.

Ya en la Transición mi pluma empezó a expresarse en el nuevo diario El País. Era una época de mucha mayor libertad donde podía expresarme sin temor, y creo que todavía aumentaron más mis lectores.

Luego me dediqué a publicar libros donde mezclaba mis ideas religiosas con análisis sociológicos, analizando la sociedad que se conformaba en el mundo del siglo XX, hasta llegar a un nuevo cambio en el XXI.

Esto hizo que muchos lectores me pidieran que publicase estos artículos seleccionados, y la editorial Aguilar se brindó a ello.

Y esto es lo que os presento en este nuevo libro, porque es indudable que el conjunto de artículos componen un verdadero libro coherente en el que se mezcla algo de religión abierta a nuevos tiempos con grandes dosis de sociología, economía y política.

Sin duda la sociedad está cambiando a pasos agigantados, pues temas hasta ayer tabú están en la mente de todos y en las nuevas costumbres y se concretan en nuevas leyes ayer impensables, pero necesarias para abarcar costumbres ayer ocultas y hasta prohibidas. Como el divorcio y hasta la homosexualidad o el aborto, que a veces hasta la derecha admite alguna de ellas, pues cuando gobernó el PP no cambió ni la del divorcio ni la del aborto, aunque no ha querido admitir ciertas ampliaciones que una buena parte del país consideraba necesarias.

Y muchos nos damos cuenta de que el mundo no está tan apartado de sus problemas, pues está compuesto de una red de influencias, unas para bien y otras para mal: es eso que se llama «globalización», que frecuentemente sólo sirve para ventaja de los poderosos, olvidando a los mas débiles, que son la mayoría de esos alejados países llamados Tercer Mundo. Y, por si fuera poco, surge en nuestros países desarrollados el Cuarto Mundo de los desplazados de las ventajas de ese desarrollo. Yo lo viví en la época en la que fui director general de Protección de Menores con los numerosos menores de 18 años, unos inadaptados, otros marginados, que crecen en vez de disminuir con las nuevas modalidades de sectas o grupos contra la sociedad actual formando bandas violentas, más o menos organizadas, y que cometen tropelías antisociales como hemos visto a gran escala recientemente en Francia.

La economía, la política y la sociedad han cambiado y no acertamos con el rumbo adecuado para vivir todos mejor. Y la religión tampoco acierta, lo mismo en Occidente que en Oriente.

Y no sabemos si está desapareciendo el cristianismo en Europa, o quiere surgir un nuevo cristianismo más inspirado en la sencillez del primitivo que enseñó Jesús en los Evangelios.

La fría razón no ha sabido arreglar la situación, pues lo mismo intelectuales que obreros se apartan de ella, aunque no saben por donde seguir. Lo mismo que la izquierda apartada hoy del marxismo. Y es manifiesto para mí el fracaso de la teología actual, lo mismo retrógrada que progresista, y parece volverse a una modesta filosofía de la religión más que a la teología.

Sin embargo, parece que hay por lo menos algún atisbo de solidaridad, más importante que los tiquismiquis de los teólogos de la liberación, que ya se manifestaba como ayuda mutua antes de Cristo por boca de los chinos Lao-Tse y Kung-Fu-Tse, o la «karuna» de Buda o compasión universal. Es la regla de oro: «No hagas a los demás lo que no quieras para ti», presente en todas las culturas, creyentes o no, de África, Europa, América, Asia y Oceanía. Para entrar en una nueva influencia de la ciencia sobre la religión, pues la enemiga del siglo XIX y principios del XX parece decaer.

Y dentro y fuera de nuestra religión han surgido también una serie de importantes personajes, como el ayer ateo y luego agnóstico, profesor y alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, o un jesuita sui generis como el padre Llanos, o el curioso ateo Haro Tecglen.

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