Padres Manipuladores

Isabelle Nazare-aga

Fragmento

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Introducción

A lo largo de mi carrera he publicado dos libros dirigidos al gran público sobre el tema de los manipuladores. En ambas ocasiones el asunto tuvo el efecto de una bomba. Cientos de miles de personas se reconocieron inmediatamente en la descripción de una relación tan tóxica como destructiva, ya fuera amorosa, familiar, amistosa o profesional. Desde hace unos veinte años he ido reuniendo las distintas razones por las que tantas personas pueden mantener relaciones nocivas con individuos patológicos sin que se produzca ninguna mejora. Analizo dos cuestiones esenciales: «¿Por qué se tolera la relación con un manipulador?», pero también: «¿Cómo hemos podido estar ciegos tanto tiempo, si los hechos nos mostraban día tras día la locura de ese individuo?»

Los manipuladores, hombres o mujeres, se caracterizan por no mostrar su verdadero rostro cuando están en sociedad. Por el contrario, sus parejas y sus hijos padecen todos los días, y durante muchos años, un traumatismo sordo que en la mayoría de los casos produce síntomas físicos, psicológicos y de comportamiento de entrada incomprensibles. Las víctimas, además, tienden a hacerse muchas preguntas sobre sí mismas, cuando el problema reside justamente en el otro.

Aunque todos los manipuladores presentan un mínimo de 14 características de las 30 que definí en mi primer libro de 1997, sus comportamientos, planteamientos y actitudes varían según la esfera donde ejercen su influencia. En 2000 ya escribí acerca de su manera de comportarse cuando están en pareja, casados o no, con o sin hijos. Pues bien, en lo referente a los hijos se puede definir otro esquema característico. Tal es el objeto de este libro.

¿De qué se trata? De proporcionar suficientes informaciones, gracias a los testimonios de unos y otros, para que los hijos e hijas que tengan un progenitor manipulador puedan por fin poner nombre a los problemas que tienen. Por otro lado, me parece interesante reconocer la existencia de estos perfiles desde un punto de vista clínico. Pienso sobre todo en los profesionales de la salud, del ámbito social y del mundo jurídico. Cuando pedí testimonios sobre la presencia de un manipulador o una manipuladora en la familia en general, ¡cuál no fue mi sorpresa al recibir cinco veces más testimonios sobre las madres manipuladoras que sobre cualquier otro miembro de la familia!

Sería apresurado deducir de ello que hay más madres manipuladoras que padres (salvo en el caso de los perversos de carácter, que en un 90% son hombres). Tomemos la precaución de no confundir el número de denuncias con los hechos. El hecho de que se señale más un fenómeno o unas personalidades patológicas no significa que sean más abundantes en nuestra sociedad. Entonces, ¿por qué recibí tantas confidencias sobre las madres manipuladoras? Al parecer, la memoria traumática y emocional es todavía muy activa cuando se trata de juzgar que una madre ha incumplido su deber de amor incondicional. Lo que se entiende normalmente por instinto maternal es inexistente en una madre manipuladora, algo que en psicología se conoce como «personalidad narcisista». Hasta hoy, reconocer estos hechos sigue siendo doloroso y difícil, pues el tema de la falta de amor parental o incluso del maltrato psicológico todavía es tabú en nuestras sociedades. Seguimos oyendo afirmaciones como: «Todos los padres quieren a sus hijos» o «Todos los padres desean lo mejor para sus hijos». Lamentablemente, esto depende del perfil del padre.

En este libro, los hijos de esos padres o madres identificarán un gran número de comportamientos, expresiones e intenciones que han percibido sin saber que eran propios de una patología de personalidad. Por otra parte, los lectores que no tengan vivencias de este tipo descubrirán con asombro esta realidad perniciosa en todas sus facetas.

Una parte de los testigos adultos pidieron que se mantuvieran sus nombres, a diferencia de lo que suele suceder. Era su modo de dar a conocer a sus allegados los sufrimientos que hasta entonces habían callado. Otro motivo era sentirse útiles y lograr que la sociedad preste más atención a la realidad de los hijos malqueridos y víctimas de progenitores tóxicos, a veces incluso perversos. Algunos se sintieron muy aliviados, mientras que otros escribieron «con un nudo en el estómago»... Todos los testimonios recogidos en este libro son de una precisión increíble, pese a que algunas situaciones datan de hace más de cuarenta años.

Las reglas de la «corrección política» aconsejan afirmar que la patología está distribuida de forma similar en todas las capas sociales, pero los hechos muestran que los hipernarcisistas, ávidos de poder sobre los demás, no proliferan en cualquier ambiente social. Son fanáticos de su propia imagen y... del dinero. Los hijos no constituyen su principal preocupación, pero los utilizan para afianzar su sentimiento narcisista y ganar seguridad. ¿Cómo lo hacen?

Y, ante todo, ¿cómo se les descubre?

Este libro detalla los indicios típicos y más frecuentes de los trastornos causados por la presencia de un progenitor manipulador en la familia. Entre las manifestaciones sistemáticas de la manipulación parental cabe señalar la tensión que se palpa en todas las fiestas familiares, la forma que tiene el progenitor de no acoger las alegrías y los éxitos de sus hijos, y su intento de apartarlos de las personas que les quieren. Sus frases denigrantes salen a relucir en este libro, porque pocas veces las pronuncian en público.

El progenitor manipulador ataca la base de la autoestima de alguno de sus hijos. Pero también puede ofrecer privilegios o, por el contrario, hacer que cada uno de sus hijos sufra el rechazo de forma distinta. Los testimonios que ilustran mi análisis proceden de hijos jóvenes, pero también de adultos. Los segundos, con la perspectiva que proporciona el tiempo, reconocen una profunda avaricia o una extraña mezquindad que, en algunos casos, llegó a poner en peligro la prosecución de sus estudios universitarios, por ejemplo.

La falta de empatía del progenitor manipulador para con sus hijos es incomprensible, ya que no la escatima con los demás. Los individuos que tienen esta personalidad son capaces de controlar ciertos aspectos de sí mismos en público, pero se muestran totalmente en la esfera privada. Es todo un artificio. Sus allegados no sospechan hasta qué punto sus palabras pueden ser denigrantes, incoherentes e irracionales, ni hasta qué extremo son aberrantes sus comportamientos. Uno de los motivos de esta ceguera es la capacidad del manipulador para mentir, disimular o hacer afirmaciones con tal aplomo que a nadie se le ocurre ponerlas en duda.

Otra característica típica del progenitor manipulador es su reacción de indiferencia, o de duda, ante una enfermedad grave de su hijo. En cambio, la madre manipuladora, en particular, tiende a exagerar sus achaques, por pequeños que sean, y siempre se queja de estar «cansada».

También mostraré las distintas maneras que tiene el progenitor manipulador de alimentar, gracias a sus hijos, su inmenso afán narcisista.

Los casos más extremos son menos frecuentes pero, por desgracia, demasiado num

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