El buen salvaje

Diego Cabot
Francisco Olivera

Fragmento

010 RHM_ELBUENSALVAJE-5.xhtml

LASSIE, PATÁN Y PIERRE NODOYUNA

– La próxima vez, vengan con sus mujeres. Ya estoy cansado de cogérmelos a ustedes.

Moreno no hablaba con una formación de dóciles conscriptos; quienes estaban en su despacho eran representantes de las petroleras Repsol YPF, Petrobras y Exxon Mobil, entre otras. Que permanecían mudos, como casi siempre en ese recinto desde 2006, en un silencio que cualquier recién llegado juzgaría de aprobación. Pero Mario Guillermo Moreno, el funcionario kirchnerista que quedará en la historia por razones y anécdotas que varios libros no alcanzarían a compendiar, ha logrado acostumbrarse a la pleitesía de los gigantes. Ese día, como tantas otras veces, los números uno de estas compañías acostumbradas a negociar con los árabes, con George W. Bush, con Vladimir Putin o Hugo Chávez siguieron la reunión como blancas palomitas en el primer día de clase.

Custodio de precios, escudriñador de los más ocultos costos empresariales, creativo de las estadísticas, militante disciplinado, amenazador teatral, trabajador tempranero, economista heterodoxo o acomplejado, arrogante negociador, patotero de la Corona; cualquier definición podría caberle al hombre elegido por Néstor y Cristina Kirchner para relacionarse con el establishment argentino.

“Moreno es más bueno que Lassie”, lo defendió el ex presidente en una entrevista con el diario Clarín en 2006. “Hasta tendría que morder un poquito más”, provocó.

Moreno nació el 15 de octubre de 1955, un mes después del golpe a Juan Domingo Perón, en la Ciudad de Buenos Aires y estudió licenciatura en Economía en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Su fama se extendió más bien por otras proezas, como sus particulares alocuciones a ejecutivos. ¿Quién les dijo que podían aumentar el precio de los útiles escolares? ¿Son pelotudos?, ¿por qué no están inyectando gas en la red? ¡Tienen que importar papa de Canadá! ¿De dónde sacaron que podían dar entrevistas a los diarios? ¡Tu empresa no es tuya, pibe, tu empresa es mía: yo te voy a decir qué es lo que vas a hacer! ¿Quién es el poronga del sector, que necesito hablar con alguien que la tenga grande? ¿Pibe, no sabés que te puedo hacer echar? Tenés que sacar al director general, no sabe un carajo… Sólo algunos de los calificativos con los que se habría dirigido a sus interlocutores.

El contexto de tan fraternas consideraciones no es la Unión Soviética; en la Argentina, por lo menos, hasta noviembre de 2008, imperaba la libertad empresarial. Pero, mansos y humildes de corazón, los principales referentes industriales, banqueros, supermercadistas y ejecutivos de empresas de servicios públicos se han aplacado ante su majestad Guillermo.

Moreno les pide el teléfono celular a todos los ejecutivos con que se cruza. Puede llamar a cualquiera un domingo a las ocho, cuando el hombre en cuestión se apresta a salir con el drive en el tee del hoyo 1, en una mañana que imaginaba de descanso en el Jockey Club. O a las 23, irrumpiendo en la vida familiar.

– Vos no podés aceptar esto.

El reproche matrimonial sonó a hartazgo. Carlos Felices, ex presidente de Telecom, se lo atribuyó una vez, en una conversación entre amigos, a su propia mujer.

Moreno empezó en el gobierno de los Kirchner como secretario de Comunicaciones, pero pasó en el otoño de 2006 a ocupar un cargo que le fue creado a medida: secretario de Comercio Interior. En realidad, sus atribuciones se extienden bastante más allá de esa función. Todo lo que hace este ejecutor disciplinado tiene un inconfundible autor intelectual: Néstor Carlos Kirchner.

Muchas veces, los gruñidos Lassie quedan sólo en eso, en reprimendas públicas que el empresario podrá después apaciguar en privado. Pero, otras, detrás de Lassie vienen Patán y Pierre Nodoyuna; algunos hombres de negocios se han topado, en los últimos tiempos, con propuestas de compra que siguen inmediatamente a las peleas.

La táctica es funcional a una estrategia que el kirchnerismo ha utilizado desde 2003 y que le ha dado buenos resultados: lograr que algunos grupos económicos abran sus puertas a capitales nacionales, a veces estatales o amigos. Sancor desistió de una oferta privada de compra de todas sus acciones para entregarse al rescate de un banco venezolano al que le pagó con litros de leche. Negocios bolivarianos. La Serenísima soportó hostigamientos gubernamentales durante un año y recibió después otra propuesta de un grupo encabezado por Eduardo Elsztain, dueño del grupo Irsa. Negocios nacionales.

Ambas compañías lácteas sufrieron la asfixia de Moreno. Como algunas petroleras. Luego de años de presión regulatoria, YPF aceptó ser adquirida parcialmente por el grupo Petersen, del banquero Enrique Eskenazi. El secretario les había reclamado a los ejecutivos de la empresa española innumerables gestos hacia el gobierno durante un año y medio. Esso estuvo a punto de vender sus activos en la Argentina; sólo se acobardó al ver que la oferta que recibía, después de meses de negociaciones, era poco menos que miserable. Shell también evaluó abandonar el país tras soportar un boicot por aumentar los precios de los combustibles. Durante ese proceso recibió una oferta de compra de la estatal Enarsa y de la petrolera Epsur, del poderoso santacruceño Lázaro Báez. Y Petrobras le devolvió al fondo norteamericano Eton Park, tras una fuerte embestida del Gobierno, una seña de once millones de dólares que había cobrado por la venta de un porcentaje de la empresa de transporte eléctrico Transener. Decidió entonces cambiar de comprador: les vendió el activo a Enarsa y Electroingeniería, otra firma cuyo crecimiento se potenció desde 2003 en adelante.

Todos los ejecutivos de estas compañías mantuvieron reuniones periódicas con Moreno.

Lo primero que hay que decir es que, por lo general, el objetivo manifiesto del supersecretario, controlar la inflación y asegurar el abastecimiento en el mercado interno, ha caído sin excepción en fracasos rimbombantes. Nunca frenó el alza de precios, que superaba el 25 por ciento anual en términos reales a fines de 2008, según los cálculos de los economistas privados, fueran afines o no al kirchnerismo, admiradores de Keynes o Milton Fridman. Más bien, esa infrecuente coincidencia entre analistas de espectros opuestos puede exhibirse como la gran impronta que dejó su gestión en la Secretaría.

– No me dan los costos para mantener el precio que acordamos – le dijo a principios de 2008 un ejecutivo de una empresa de consumo masivo, proveedora de supermercados.

– Achicá el envase – propuso el economista de la UADE.

En cuanto a garantizar el abastecimiento… Faltaron gas, electricidad, gasoil, naftas, lácteos, aceites, carnes y hasta papel higi

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos