Operación Traviata

Ceferino Reato

Fragmento

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Prólogo

LA HERENCIA DE LOS SETENTA

No entiendo mucho al peronismo. Vi gente de derecha que era peronista. Y vi gente de izquierda que era peronista. Es un milagro que solamente los argentinos pueden hacer.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva,
al diario La Nación el 19 de abril de 2009.

Cuando terminé de escribir la versión original de Operación Traviata, el 14 de octubre de 2007, no tuve tiempo de sentirme muy satisfecho. Pensaba que era un buen libro aunque no podía imaginar que al año siguiente alcanzaría tanta repercusión, al punto de reabrir una causa judicial archivada desde hacía casi veinte años. Más bien, estaba preocupado por algo más urgente y concreto: conseguir una editorial para publicarlo.

Es que había hecho las entrevistas, visitado diarios y bibliotecas y escrito el libro sin un contrato previo, sin el dinero del anticipo que suele pactarse con una editorial. Sin ningún dinero, en realidad: fue una investigación en subte y en colectivo, aprovechando la excelente cobertura de la red de transporte público de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.

Un libro a pura voluntad, pero con suerte. Un colega del diario Perfil, Daniel Guebel, leyó el original y lo llevó a Editorial Sudamericana. Y consiguió que lo publicaran: el 14 de febrero de 2008 firmé el contrato y el 2 de septiembre de ese año Operación Traviata estuvo en las librerías. A partir de ahí, pasaron muchas cosas en muy poco tiempo:

• El 10 de septiembre, el secretario general de la Confederación General del Trabajo, Hugo Moyano, aliado clave de los Kirchner, reclama que el asesinato de su antecesor José Rucci sea considerado un crimen de lesa humanidad, como los cometidos durante la dictadura militar. “Si la justicia no es para todos, no es justicia”, dice Moyano a Radio 10.

• El 15 de septiembre, el diputado Juan Carlos Dante Gullo, ex líder de la Juventud Peronista, se convierte en el primer kirchnerista en animarse a hablar sobre aquel atentado: afirma que sigue pensando que fue la CIA, la Central de Inteligencia de Estados Unidos, la autora del asesinato, y niega que pueda ser considerado un crimen de lesa humanidad.

• El 24 de septiembre, los hijos de Rucci piden a la Justicia la reapertura de la causa judicial, paralizada desde el 24 de noviembre de 1988, con base en los nuevos datos aportados por Operación Traviata.

• El 25 de septiembre, en sendos actos por los treinta y cinco años del crimen, tanto la CGT oficialista, de Moyano, como la opositora, de Luis Barrionuevo, exigen la reapertura de la investigación judicial. En una misa en la Catedral porteña, la Iglesia “apoya el reclamo por la verdad y la justicia”. Gullo admite que “todos los caminos conducen a Montoneros, y fue un error”. La titular de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, asegura que Rucci era “un asesino que mató a montones de pibes y a otros los mandó a la muerte porque los denunció”, que su muerte no es un crimen de lesa humanidad, que “Moyano es un traidor” y que “todo es una maniobra de la derecha”. Al poco tiempo, las Madres publican un documento de distribución gratuita titulado El otro Rucci. El verdadero en el que le bajan el tono a las palabras de Bonafini contra el sindicalista: lo acusan sí de haber sido “un eximio representante de la burocracia sindical que traicionó incansablemente los intereses de los trabajadores, claudicó frente a las luchas obreras y prefirió negociar siempre”, pero no lo califican ya de asesino ni de haber enviado gente a la muerte. El folleto contrapone la figura de Rucci a la de Agustín Tosco, un “dirigente sindical de extracción marxista” que “luchaba por una patria socialista”; tanto es así que de las 43 páginas que tiene el documento, 25 son utilizadas para transcribir un recordado debate televisivo entre ambos, el 13 de febrero de 1973, en el programa “Las dos campanas”, de Canal 11, que conducía Gerardo Sofovich.

• El 26 de septiembre, el juez federal Ariel Lijo reabre la causa y toma sus primeras dos decisiones: pide a Sudamericana el original del libro y me cita como testigo para el jueves 2 de octubre.

• El 27 de septiembre, el ex comandante montonero Roberto Perdía señala a la radio LT3, de Rosario: “Pregúntenle a Bonasso o a Firmenich por qué dicen que Montoneros mató a Rucci”, y reitera que “en ningún momento, ningún organismo de conducción de Montoneros asumió el hecho como tal”. Unos meses después, Perdía explica al sitio de noticias 24CON que cuando Rucci fue asesinado, Montoneros se estaba fusionando con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que los jefes de “Montoneros éramos Firmenich, yo, Yaguer y Mendizábal”, que en este grupo “nunca se discutió nada” sobre el atentado y que aquel 25 de septiembre de 1973 “estaba volviendo de Rosario. Cuando me enteré, dije: ´Esta es una cagada que viene sobre nosotros´”. Son declaraciones relevantes porque Perdía parece atribuir la muerte de Rucci a las FAR, aunque luego nunca profundizó en esta línea.

• El 2 de octubre, un mes después de la salida de Operación Traviata, presto declaración ante el juez durante casi tres horas.

• El 6 de octubre, luego de algunas dudas en la cúpula del gobierno y de una fuerte resistencia inicial de Néstor Kirchner, titular del Partido Justicialista, la presidenta Cristina Kirchner concede una audiencia a la viuda de Rucci y a sus dos hijos, que había sido solicitada a través de Moyano diez días antes. “Nos brindó su total apoyo; dijo que es necesario que se sepa quiénes lo mataron”, informan los Rucci. No hay fotos oficiales del encuentro en la residencia de Olivos. Néstor Kirchner vuelve a Olivos cuando los visitantes ya se han retirado.

• El 15 de octubre, el titular de la Iglesia Católica, el cardenal Jorge Bergoglio, recibe a los Rucci. Sin nombrarlos, critica a los Kirchner al aludir a quienes “promueven un clima hostil entre los argentinos. Seguramente, sienten culpa porque durante la dictadura militar, mientras muchos de sus compañeros desaparecían, ellos estaban lejos de esta ciudad, haciendo dinero.”

Todo eso con una fuerte repercusión mediática y mientras los lectores agotaban una edición tras otra. Incluso, algunos días no hubo ejemplares en las librerías y ni siquiera en el depósito de la editorial, algo que no suele suceder y que tiene un nombre técnico: “quiebra de stock”. Fue una grata sorpresa.

¿Por qué ocurrió esto? ¿Cómo se explica el éxito de un libro sobre un asesinato ocurrido hacía 35 años cuya víctima había sido un sindicalista metalúrgico, un peronista ortodoxo, un duro y áspero dirigente enfrentado a quienes él llamaba “los bolches” y “los bichos colorados”, en un momento en el que el discurso kirchnerista

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