PolitiLeaks

Santiago O'Donnell

Fragmento

Prólogo


Este libro cuenta historias de muchos protagonistas de la política argentina de los próximos años, y muestra cómo interactuaban o interactúan con la embajada estadounidense. Algunos son muy conocidos, otros no tanto. Algunos son políticos profesionales, otros hacen política desde sus lugares de artistas, empresarios, líderes religiosos, economistas o funcionarios judiciales. El libro muestra también, claro, a “la embajada” con todos sus intereses, injerencias, conductas, relaciones e inteligencia. A medida que desfilan los distintos personajes por la embajada, los dos lados del mostrador van revelando sus pequeñas y grandes miserias, a qué juegan y adónde quieren llegar. Juramentos, traiciones, simulacros, desencuentros, presiones, secretos, servilismo, doble discurso. Parece una novela, o más bien un sketch tragicómico, que tiene como único escenario la embajada estadounidense y un elenco rotativo de diplomáticos extranjeros y políticos locales. Finalmente, el libro muestra cómo el fenómeno de las megafiltraciones está cambiando el mundo de las comunicaciones y el periodismo, a través de las historias de los principales protagonistas de este cambio, e incluye una extensa entrevista con Julian Assange, factótum de WikiLeaks, desde su asilo en la embajada ecuatoriana en Londres, que aquí se publica entera por primera vez.

Lo que hay en este libro es todo lo que no quise o no supe ver hace dos años y medio, cuando escribí ArgenLeaks después de volver de Londres con un pendrive cargado con más de 2.500 cables diplomáticos estadounidenses que Assange me había entregado en mano la tarde que lo conocí en un castillo de la campiña inglesa. Ni mejor ni peor que lo que escribí hace dos años y medio. Diferente. Eran otros tiempos. Acá, en el mundo y en la relación bilateral con los Estados Unidos.

Acá, Cristina Kirchner estaba a punto de arrasar en las presidenciales de 2011 y el kirchnerismo vivía uno de sus momentos de mayor popularidad. La crisis mundial y la pelea con las patronales del campo habían quedado atrás, el dólar seguía planchado y la inflación no terminaba de estallar. La inseguridad y la guerra con Clarín eran los temas dominantes, el recuerdo del multitudinario funeral de Néstor Kirchner estaba fresco en la memoria de los argentinos, la ofensiva del gobierno en materia de derechos humanos no mostraba grietas y se hablaba muy poco de la corrupción y del súbito enriquecimiento de la pareja presidencial.

En el mundo, faltaba que irrumpiera en escena el ex espía Edward Snowden, con sus revelaciones sobre el espionaje masivo que la agencia de inteligencia estadounidense NSA realiza sobre sus propios ciudadanos y sobre millones de personas y organismos en todo el mundo, desde jefes de Estado de países aliados hasta empresas energéticas que compiten con firmas estadounidenses en el mercado global. Y faltaba que el juicio al soldado Chelsea Manning, el filtrador de los WikiLeaks, revelara toda la hipocresía que rodea la delgada línea que separa al periodismo serio de la propaganda terrorista.

En estos dos años y medio también cambió, y mucho, la relación entre la Argentina y los Estados Unidos. A partir del acuerdo que nuestro país firmara con Irán, el principal enemigo de los Estados Unidos, en enero de 2013 para cooperar con la investigación del atentado a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), Washington tomó distancia del que había sido su principal aliado en Sudamérica en temas de contraterrorismo y seguridad internacional, los temas que más le interesan desde el atentado contra las Torres Gemelas. A partir de entonces el gobierno de Obama pasó a priorizar en Sudamérica sus vínculos con Brasil —hasta que las revelaciones de Snowden torpedearon esa relación— y con los países de la Alianza del Pacífico. O sea, en dos años y medio, la Argentina pasó de ser un aliado clave a nivel regional, a ser un país prácticamente alejado de la esfera de influencia de la potencia norteamericana.

A medida que cambiaba el contexto, los cables cambiaban ante mis ojos. No es lo mismo Bergoglio que Francisco. No es lo mismo decir que el principal narcotraficante del Cono Sur es un empresario paraguayo llamado Cartes que decir que el principal narcotraficante del Cono Sur es el actual presidente del Paraguay. No es lo mismo un comentario sobre Lázaro Báez en un cable que descalifica los controles de corrupción del gobierno cuando todavía no se conocía el testimonio de los arrepentidos que denunciaron las maniobras de lavado de Báez, que después de conocer esos testimonios en el programa de Lanata. Ni es lo mismo un Martín Redrado, el operador secreto de la embajada dentro del gobierno kirchnerista, cuando apenas era un funcionario renunciado, que ahora que es el principal referente económico de Sergio Massa, uno de los favoritos para ocupar la presidencia en 2015. Ni hablar de la decisión de Ricardo Lorenzetti de informatizar los archivos de la Corte Suprema con expertos enviados por la embajada. Esa decisión se lee de otra forma después de las revelaciones de Snowden. Ni se lee de la misma manera la opinión de la embajada sobre la necesidad de enjuiciar a los guerrilleros que fueron en parte responsables por la violencia de los años setenta, antes o después de que referentes como Héctor Leis o Graciela Fernández Meijide encendieran el debate con sus recientes libros sobre el tema.

Y claro, ustedes se dan cuenta, yo también cambié. Porque, quien más, quien menos, todos cambiamos con la experiencia y el paso del tiempo. Quiero pensar que aprendí a leer mejor, a buscar mejor, a encontrar las sutilezas que antes se me escapaban por el apuro, el desconocimiento o el sesgo con que procesaba la información de los cables. Y que siempre se puede mejorar en la búsqueda de la verdad, en la honestidad, en no dejarme llevar por las ganas de ser reconocido, de quedar bien, de salir en la tapa de mi diario o en la televisión, de codearme con gente que aprecio y admiro. Quiero pensar que esas personas no me van a castigar por mostrar lo que veo y lo que pienso. Y que nos vamos a reencontrar vos y yo, acá, en este libro, para recorrer lo que fue y para palpitar lo que se viene, ojalá que sin miedo.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos