Prólogo
El célebre manto de neblina que, según la canción escolar, cubre las Malvinas no sólo oculta su relieve, también parece haber disimulado su historia. Para unos, las islas constituyen el máximo “deber ser” nacionalista, mientras que para otros el 2 de abril de 1982 fue tan sólo el último desatino de la dictadura militar. Esa contradicción cargada de ideologías encerró el enfoque analítico y sirvió para pasar esa página de la historia sin querer considerar su contenido, como si Malvinas —la guerra— nunca hubiera ocurrido.
Sin embargo el conflicto del Atlántico sur existió. Su incidencia en nuestra sociedad fue tan fuerte y sus repercusiones tan hondas que aún hoy siguen allí, latentes, esperando que la sociedad resuelva abordar, con pasión y también con objetividad, esa parte de su historia. ¿Cuánto tiempo se debe esperar para ello? ¿Cuántos años deben transcurrir para que nos atrevamos a colocar el tema Malvinas sobre la mesa, y a desmenuzarlo como en una autopsia?
El correr de los años; la mayor conciencia crítica que, aparentemente, tenemos los argentinos luego de veinticinco años de crisis recurrentes, y la revisión legal en curso sobre nuestro pasado próximo serían, a priori, elementos favorables para encarar, con una mirada renovadora, aquella guerra austral. Al hurgar en el pasado para rescatar del olvido lo ocurrido allí abajo, en el extremo sur, Batallas de Malvinas pretende contribuir a esa reinterpretación histórica.
Despojar de visiones netamente ideológicas el proceso de análisis no implica negar que las ideologías estén presentes en el objeto de estudio. Ideología y política son parte de la ecuación, pese a que, en este caso particular, todo indica que más bien son parte del manto de neblina y no herramienta válida para ver más allá. Por eso, esta propuesta se despoja de prejuicios y se adentra en el hecho histórico —real e innegable— de la existencia de una guerra en la que murieron 641 argentinos, en su mayoría jóvenes de dieciocho y diecinueve años.
Cuando el 2 de abril de 1982 el país amaneció con la novedad del desembarco en las islas Malvinas, la sorpresa fue general, aunque pocos imaginaron las reales consecuencias que ese hecho produciría. Es cierto: lo más importante era que, luego de ciento cuarenta y nueve años, se intentara poner fin a la vieja disputa colonial con Gran Bretaña, y que la querida “hermanita menor” volviera a ser parte integral del territorio nacional. También es preciso destacar que la sorpresa que se registró en el plano internacional fue de magnitud similar a la de la población local. Una disputa de esa índole en el campo occidental parecía casi imposible, y mucho más inverosímil que un país de segundo orden se enfrentara a una de las primeras potencias mundiales. Sin embargo, así era: la Junta Militar que gobernaba la Argentina había decidido ocupar las Malvinas e instalar allí un gobierno militar bajo el pabellón nacional.
La euforia popular se reiteraba en cada rincón del país y en Buenos Aires se sucedieron las concentraciones masivas en Plaza de Mayo para avalar la decisión de los jerarcas militares. En algunos de los manifestantes se descubría un elemental chauvinismo, pero en muchos otros predominaba un real sentimiento patriótico frente a una situación que no habían experimentado las últimas diez generaciones de argentinos: la proximidad de una guerra.
Para los que no participaban directamente del conflicto, fueron setenta y cuatro días de inmensa tensión y expectativa… Así como días de desinformación, mentiras y profundas tristezas. Todo terminó (¿todo terminó?) en la recordada manifestación popular del 15 de junio frente a la Casa Rosada, cuando muchos de los que el 2 de abril habían vitoreado al presidente de turno, aquel día lo abuchearon. ¿Fueron los mismos los que concurrieron a ambas concentraciones? ¿Acaso los argentinos saltamos, con notoria facilidad, de la euforia a la bronca en cuestión de días? ¿O es que ambas marchas, en realidad, no fueron tan distintas? Si reivindicar la soberanía sobre las Malvinas es un acto de patriotismo, ¿luchar contra una dictadura para instaurar un régimen democrático no es, asimismo, una muestra de patriotismo? A veinticinco años de los hechos, las diferencias al respecto siguen vigentes.
Es momento de comenzar, cuanto menos, a buscar respuestas capaces de incluir la totalidad del problema, de sumar ingredientes que permitan establecer la verdadera importancia de aquellos días de guerra contra el imperio británico. Sólo así se podrá insertar una cuña en esa contradicción que prevaleció todos estos años.
Este libro se propone participar en esa búsqueda, abordando el estudio de uno de los componentes centrales: el aspecto militar de la guerra: Malvinas es lo que es porque hubo aviones, barcos y, sobre todo, soldados que pelearon una guerra a muerte por ese pedazo de tierra en el extremo sur del país. Sin las bombas, sin la muerte, sin el hambre y el frío, ningún análisis estaría completo, ninguna conclusión sería acertada.
La historia argentina, tan amante de los mitos que toda ella parece serlo, no podía recorrer el caso Malvinas de otra forma que no fuera plagándolo de fábulas, irrealidades y ficciones. El mito fue, en consecuencia, el hecho distintivo del acercamiento histórico hacia esa guerra. Los chicos de la guerra fueron sólo la primera nube de una densa bruma que cubrió de falsedades el valor y la constancia de esos hombres que se vieron impelidos por las circunstancias a tener que pelear una guerra. La cobardía de muchos oficiales y la incapacidad que la mayor parte de nuestras Fuerzas Armadas exhibió durante esos días terminaron por constituir una teoría general que dejó a muchos conformes, pero que hoy comienza a ser cuestionada.
Por eso es fundamental saber qué pasó en la guerra de las Malvinas. Cuáles eran las capacidades militares de cada contendiente y cómo se utilizaron. De qué forma, en qué condiciones y con qué ánimo nuestros soldados esperaron al enemigo, y cómo se comportó éste en la victoria. Cómo actuaron las Fuerzas Armadas institucionalmente, pero también cómo lo hicieron sus integrantes en forma individual, en especial a la hora del combate. Cuál fue el planteo estratégico militar y cómo fue su ejecución táctica. En definitiva, lo que se pretende aquí es desglosar la guerra desde una perspectiva netamente militar, que establezca el foco de atención en el hecho bélico. Si este objetivo se logra, es probable que obtengamos revelaciones insospechadas sobre los hombres de la guerra y, con ellas y junto a ellos, arribar a conclusiones que nos permitan desmantelar ese mito y permitir que una ráfaga de aire fresco se lleve ese manto de neblina que nos oculta la realidad.
Las Malvinas están allí. Querer verlas o no es un desafío que se nos plantea como sociedad y como país. No sólo por el hecho en sí de tener que resolver, tarde o temprano, una situación colonial en nuestra tierra, sino, principalmente, por aquellos que cayeron luchando. Este libro intenta despejar ese camino.
Pablo Camogli