Amándonos y desamándonos
ya no cabe decir los años
que andamos juntos
cuatro hijos
nuestro país y el mundo
gloriosos viajes
el aire compartido
arena que se pierde
lecturas pantallas escenarios
el unicornio azul en el espejo
el reverso que soñamos
con miedos y alegrías
con torpeza y lucidez.
Mientras doy cierto orden
a estos textos
irremediablemente lastimados
te pido que los aceptes
por lo que repito
una y otra vez
con versos
que hago míos
desde el torbellino
de tus ojos verdes y tus senos
que abren abismos en ese mundo
locamente nuestro
tan tuyo
Nora
a vos,
transido de distancia,
bajo este amor que crece y no se muere,
bajo este amor que sigue y nunca acaba.*
* ÁNGEL GONZÁLEZ, “Mientras tú existas...”, Áspero mundo, 1956
“He empezado a cuidar el recuerdo que voy a dejar
y hay otras cosas de mi pasado
que prefiero que se conserven,
antes que las artes de fullero.”
REFLEXIÓN DEL NEGRO PRAXEDES CHAGAS, EN TOMÁS DE MATTOS, A LA SOMBRA DEL PARAÍSO.
“La crítica es la forma moderna de la autobiografía. Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas.”
RICARDO PIGLIA, EN EL “EPÍLOGO” A FORMAS BREVES.
ADVERTENCIA GENERAL
Hace muchos años que escribo, o que intento hacerlo. En 1955 publiqué mi primer poema y mi primer comentario crítico en una revista estudiantil. Mi inveterada pereza, mis escasas aptitudes y un constante acoso laboral me han impedido producir —tal vez para bien del lector— un libro hecho y derecho. Pocos años atrás decidí rectificarme: reuní todos mis textos —artículos y entrevistas, reseñas y notas periodísticas, ponencias y comentarios académicos diversos—, los ordené por temas, fechas o afinidades. Deseché, dudé, busqué un hilo conductor; no lo hallé y el libro sucumbió. Un libro, quiero decir la Divina Comedia o Los siete locos. Escrito de cabo a rabo como tal.
Abandoné aquel digno propósito por ese motivo y por otros de menguado prestigio. Pero en el 2002 me sobrepuse a aquella frustración, y me dije: “Durante años esto hiciste. Veamos ahora si hay algo que puede, sin mucha prudencia, rescatarse”. Dos o tres amigos —temerarios— me alentaron. El resultado es el que sigue.
Los datos sobre los lugares en que aparecieron originariamente los textos y algunas circunstancias personales que los promovieron o demoraron, así como los nombres de aquellas personas que —a veces sin saberlo— me ayudaron a conformar este volumen figuran al final del libro. Me pareció un gesto de cortesía hacia el lector. Puede pasar por alto tales minucias con mayor facilidad que si ellas figurasen al comienzo. En esta misma advertencia, por ejemplo.
No espero su benevolencia —la del posible lector— sino su mirada crítica, un diálogo encendido y ninguna piedad. Uno pretende más de lo que merece.
J. L.