Criar sin miedo

Miguel Espeche

Fragmento

Contents
Índice
Portada
Índice
Introducción
Lo que es bueno para el padre, es bueno para el hijo
Esfuerzo, no sacrificio
Bueno, no fácil
Un tiempo para cada cosa
Consumir no es consumirnos
“Malos padres”
Padres a la defensiva
Más allá y más acá de los derechos del niño
Declaración de los derechos del niño
La confianza
Criar en confianza
Confiar en nosotros
El faro
Abrir juego
La vida empieza en un acto de confianza
Creer para ver
La dictadura del miedo
El miedo vende
Cuidar y fortalecer
El todo y las partes
Los hijos no son datos estadísticos
El territorio del miedo
La oscuridad se combate encendiendo la luz
La intuición
La intuición señala el camino
La autoridad sobre uno mismo
La espontaneidad
La autoridad
Palabras robadas al diccionario
La fuente de la autoridad
“Matar al padre”
Entre rechazos y aceptaciones
Apuntes sobre la rebeldía
Los hijos como “supervisores”
La “auditoría” válida
Autoridad no es autoritarismo
Abrazo, autoridad y límite
La última palabra y la única palabra
Abuelos y suegros
“Si me buscás, me vas a encontrar”
Enseñar que el “otro” es “alguien”
Las explicaciones
“Lo que me hicieron”
La soledad y el aislamiento de los padres
Para salir de la burbuja
La autoridad de los padres ofrece alas a los hijos
De padres y madres
Sobre ciegos y elefantes
Más allá de la tolerancia
El “error antropológico” del individualismo
El espacio entre nosotros
No todo es blanco o negro, pero tampoco gris
El primer hijo de una pareja
La “previa”
Madre y padre a la vez
Estilos de presencia
Competir por el amor de los hijos
Climas
Conclusiones
“Es lo que hay”
Somos el destino de nuestros hijos
Lo bien hecho
La letra y la música
Los ruidos
La comunidad sin padre
Paternidad y esperanza
Criar sin miedo
Biografía
Créditos
Grupo Santillana
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A mis padres

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Introducción

Nos criamos en un clima de padres culpables y de hijos absueltos a priori. Y es cierto: los padres son culpables. Culpables del miedo: el miedo de educar, de invadir la intimidad del libre crecimiento del hijo, el miedo de cercenar sus derechos, de influir. Culpables de no ser padres o de serlo únicamente a la defensiva. Nos sentimos liberados de miles de prejuicios, pero por otra parte estamos maniatados por el no-saber-qué-hacer. El miedo paraliza y no le hace bien a nadie. Tampoco a los hijos.

Jaime Barylko, El miedo a los hijos

Si algo llama la atención, al abordar el tema de la paternidad, es la permanente sensación de los padres de estar haciendo mal las cosas. Como diría Jaime Barylko, “los padres son culpables de sentirse culpables”, y muchas veces ahí está el origen del problema, ya que en ese estado de culpa, las cuestiones de la crianza se vuelven arduas y sufrientes, dejan de ser una bendición para convertirse en un perpetuo conflicto.

Somos una cultura de consumo, y como tal, la sensación de necesidad, de que algo “falta”, de que estamos insatisfechos, es imprescindible… para que alguien nos venda eso que no tenemos o, peor aún, nos venda la idea de que sólo seremos “adecuados” para nuestros múltiples roles sociales cuando no nos falte nada, cuando estemos completos o seamos casi dioses que todo lo pueden.

Muchos padres han delegado a su cuenta bancaria su capacidad de ser buenos en el ejercicio del rol. Otros pretenden manuales que bajen la línea adecuada para que no existan imperfecciones en el resultado de su gestión paterna; otros apuestan a sistemas y técnicas que, de aplicarse según manual, darían por resultado garantido un buen hijo…

Pero la buena paternidad no se compra, se genera. Lo hace a partir de la acción amorosa y no como fruto de acciones automáticas, “replicables” al estilo del proceso de la industria. Mi convicción es que, más que comprar sistemas, hay que entender y percibir por dónde circula el amor, cómo se vuelve viva y luminosa la experiencia de la paternidad, por dónde van las reales energías, renunciando a dominar “técnicamente” las circunstancias, un “dominio” que suele despojarlas de alma.

Un ejemplo es cuando las madres están amamantando y se rigen por sistemas excesivamente pautados, en vez de confiar en lo que perciben a través de la relación con su bebé y su propio cuerpo. En esos casos, las madres no entenderán por qué lloran angustiados sus hijos, dado que, en definitiva, ellas están actuando según manual. En cambio, la empatía, la capacidad de entrar en intimidad, la armonía con las propias emociones, marcarán un rumbo intuitivo y generalmente más eficaz que la mecánica sin savia que deshumaniza las situaciones.

Hay una sabiduría oculta en todos los padres, y un objetivo de este libro es ayudar a que tomen conciencia de ella. Esta sabiduría sólo es accesible cuando el miedo guarda el lugar que le corresponde y no avanza sobre la vida familiar de manera avasallante, como lo está haciendo en estos tiempos, inhibiendo que el amor (y, por ello, la inteligencia) pueda expresarse de la mejor manera. Según muestra la experiencia, al miedo no lo combaten las razones sino el acompañamiento, el sentirse con otros en confianza y no presos de la soledad y el aislamiento tan propios de nuestra cultura.

Este libro habla de los padres, más que de los hijos. Su finalidad es ofrecer un espacio para compartir

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