La Venus de cobre (Serie Marco Didio Falco 3)

Lindsey Davis

Fragmento

cobre-2

ROMA

Agosto y septiembre, año 71 d.C.

Cuanto más grande el rodaballo y la fuente, mayor será el escándalo, por no hablar del despilfarro de dinero...

 

HORACIO, Sátira II. 2

Aunque para mí se trata de «disfrutar de lo que se tiene», no puedo alimenORACIOtar a la servidumbre con rodaballo...

PERSIO FLACO, Sátira 6

No tengo tiempo para darme el lujo de pensar en rodaballos: la cotorra se está comiendo mi casa...

 

FALCO, Sátira I. 1

cobre-3

PERSONAJES

AMIGOS, ENEMIGOS Y FAMILIA

M. Didio Falco: investigador que intenta ganarse honradamente un denario con un trabajo claramente inferior

Helena Justina: su amada claramente superior

Madre de Falco: (huelgan las palabras)

Maya y Junia: dos de las hermanas de Falco (la atolondrada y la refinada)

Famia y Gayo Bebio: sus cuñados, sobre los que más vale no decir nada (ya que no hay nada bueno que decir)

D. Camilo Vero y Julia Justa: los padres patricios de Helena, quienes opinan que Falco tiene muchas cosas de las que responder

L. Petronio Longo: leal amigo de Falco y capitán de la guardia del Aventino

Esmaracto: casero que Falco intenta perder de vista

Lenia: propietaria de la Lavandería del Águila, que persigue al casero de Falco (mejor dicho, el dinero del casero de Falco)

Rodan y Asiaco: matones al servicio del casero de Falco, los gladiadores más desastrados de toda Roma

Tito César: hijo mayor y colega del emperador Vespasiano; protector de Falco si se lo permiten

Anacrites: jefe de los servicios de espionaje de palacio, nada amigo de nuestro héroe

El Pateador, el Enano y el Hombre del tonel: miembros del equipo de Anacrites

Rata carcelera: probablemente está todo dicho

SOSPECHOSOS Y TESTIGOS

Severina Zotica: novia profesional (una chica de su casa)

Severo Mosco: (enhebrador de cuentas) primer marido de Severina (difunto)

Eprio: (boticario) segundo marido de Severina (difunto)

Gritio Fronto: (importador de animales salvajes) tercer marido de Severina (difunto)

Cloe: cotorra feminista de Severina

Hortensio Novo: liberto que se dedica a los grandes negocios y prometido de Severina (¿sobrevivirá?)

Hortensio Félix y Hortensio Crepito: socios de Novo (como es lógico, son grandes amigos)

Sabina Polia y Hortensia Atilia: sus esposas, quienes consideran que Hortensio Novo debería ser un hombre preocupado (interés que algunos pueden considerar preocupante)

Jacinto: correveidile de los Hortensio

Viridovix: cocinero galo, presunto príncipe venido a menos

Antea: criada

Cosso: agente inmobiliario conocido de Jacinto

Minio: proveedor de pasteles sospechosamente deliciosos

Lucio: empleado del pretor, que desconfía de todo el mundo (un tipo sagaz)

Tije: adivina esquiva

Talía: bailarina que hace cosas raras con serpientes

Serpiente curiosa

Escauro: albañil monumental (con muchas faenas)

Apio Priscilo: magnate inmobiliario (otra rata de albañal)

Gayo Cerinto: alguien que la cotorra conoce y que está sospechosamente ausente de la escena

cobre-4

2_ok_fmt 

cobre-5

I

Las ratas siempre son más grandes de lo que uno supone.

Primero la oí: el siniestro paso arrastrado de una presencia impuesta, demasiado próxima para resultar cómoda en la reducida celda de la cárcel. Levanté la cabeza.

Mis ojos se habían adaptado a la penumbra. Divisé la rata en cuanto volvió a moverse: era un ejemplar macho, color ceniza, y sus manos rosadas se parecían perturbadoramente a las de un bebé. Tenía el tamaño de una liebre. Recordé varios restaurantes de Roma cuyos cocineros no le harían muchos ascos a la posibilidad de dejar caer esta gorda carroñera en sus marmitas. La ahogarían con ajo y nadie se enteraría. En el comedero para fogoneros del barrio bajo próximo al Circo Máximo todo hueso con un poco de carne añadiría un agradable sabor al caldo...

La tristeza me despertó el apetito, pero solo podía roer la rabia de estar entre rejas.

La rata permanecía indiferente en una esquina, en medio de la basura, de los desechos dejados meses atrás por otros presos, que yo había evitado porque me resultaron repugnantes. Pareció reparar en mí cuando levanté la cabeza, pero no estaba realmente concentrada. Pensé que si me quedaba quieto la rata llegaría a la conclusión de que yo era una pila de trapos viejos que merecía la pena investigar. Sin embargo, si agitaba las piernas a la defensiva, mi movimiento sobresaltaría a la rata.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos