El Tata. De Rosario al Camp Nou (EnDebate)

José O. Dalonso

Fragmento

En un mes con Newell’s Old Boys se consagró campeón de la Argentina, protagonizó una emotiva semifinal de la Copa Libertadores –el torneo continental de clubes de América– y el Barcelona lo designó su director técnico, acontecimiento que la patria futbolera palpitó de manera comparable a la elección de Jorge Bergoglio como Papa Francisco. De hecho, la prensa llegó a titular “Habemus Tata”.

Sin embargo, durante el primer semestre de 2013, Gerardo Daniel “Tata” Martino (rosarino, nacido el 20 de noviembre de 1962) vivió con la misma calma que transmite a sus planteles y con la que ha tomado los episodios más salientes de su carrera, desde aquel julio de 1980 en que debutó en Primera.

Como jugador obtuvo cuatro títulos con Newell’s Old Boys, el equipo que lo vio nacer, 1988, 1990, 1991 y 1992 y dos finales de Libertadores. Logros que se deben dimensionar en un contexto donde en más de ocho décadas de profesionalismo sólo un par de equipos se han apropiado de la mayoría de los campeonatos y donde los clubes del interior argentino deben vencer un sinnúmero de obstáculos para alcanzar la gloria máxima. En su condición de entrenador, además de los éxitos recientes con la rojinegra, el Tata llevó al punto más alto de la historia a la selección del Paraguay, país donde en menos de un lustro ganó además siete títulos con Libertad y tres con Cerro Porteño.

Se trata de una foja de servicios atractiva, pero más lo son los valores en que se sustenta. Los triunfos de Martino llegan como consecuencia lógica de una propuesta generosa, que comunica con claridad a sus dirigidos y que reconcilia al fútbol argentino con su mejor tradición, algo que no siempre aprecian los hinchas, tan propensos a privilegiar más lo que ocurre en las tribunas –quién convoca más público o denota mayor fervor– que lo que acontece sobre el césped.

Entonces, su mérito radica en devolver el centro de la escena al buen juego y reivindicar el protagonismo del futbolista, en base a la confianza y libertad que brinda como técnico.

Para alivio de las masas, no pontifica ante las cámaras de televisión sobre las bondades de su estilo, que se ha conformado a partir de lo aprendido como jugador, seguramente sin que se lo propusiesen sus “maestros” Juan Carlos Montes (técnico de Newell’s Old Boys durante los años 1981 a 1984), Jorge Raúl Solari (1984-1987), José Yudica (1987-1990) y Marcelo Bielsa (1990-1992), actores mencionados sin pretensión jerárquica sino por orden de aparición.

Pese a la “marca Newell’s”, con los años sus influencias han ido más allá de esos nombres –por cierto, ha sido un atento observador de todo lo que creó el Barcelona–, ya que es un estudioso del fútbol, cuestión que parece o quiere disimular.

Matías Manna es un joven analista de fútbol argentino, autor del libro El paradigma Guardiola fruto de una admiración por Pep desde los tiempos en que este era mediocampista del Barça. Ha escrito algunos artículos destacados sobre el Newell’s de Martino y acerca de las referentes del Tata estima que “su mayor influencia son sus dirigidos” y “que si su equipo jugó de ese modo, es porque “‘identificó’ a sus jugadores y ellos mismos ‘le dijeron’ que había que hacerlo de esa manera”. El DT pareció darle la razón al llegar a Cataluña, donde se definió como “una persona que se adapta al plantel”, que deposita su confianza en él.

Esa actitud es una suerte de devolución del buen trato –salvo algún episodio– que ha recibido desde que debutó a los 12 años, incluidas sus dieciséis temporadas como profesional, en las que sin contar algunos pasos fugaces por otros equipos sumó 509 partidos oficiales en Newell’s, siendo quien más veces vistió la rojinegra. En 2003 una encuesta del sitio oficial del club lo consagró el mejor jugador de la historia y seis años después se le puso el nombre de “Gerardo Tata Martino” a la tribuna visera, un sector emblemático del estadio –que se pasó a llamar “Marcelo A. Bielsa”– y a cuya sombra se recostaba para delinear la estrategia.

Luego de que el 19 de junio se consagrara campeón del Torneo Final 2013 y lo devolviera a la consideración internacional, cuando su arribo en diciembre de 2011 había tenido como premisa evitar la pérdida de la categoría, es imposible pensar a este entrenador sin asociarlo con la identidad de la institución en la que se formó y en la cual potenció su condición de ídolo.

¿Quién es “Tata”? no es una pregunta que dispare versiones antagónicas acerca de su personalidad. Hay armonía entre lo que genera en el fútbol y en la vida cotidiana. De hecho, sus amistades persisten a través de las décadas y parecen enriquecerse con el paso del tiempo. Su condición de “muchacho de barrio” simplifica el esfuerzo por trazar una semblanza de él, ya que en el intento no es necesario perseguir fuentes informativas en la noche o entrar en mundos paralelos al fútbol, donde moran representantes y otras especies. Tampoco se deben negociar off the records con ex dirigidos o colegas.

En la conferencia de prensa que brindó en Barcelona a poco de arribar, Martino sintetizó su estado de ánimo: “Lo que más nos desvela ahora es estar a la altura de las circunstancias y ser un verdadero aporte para la institución”. La frase remite a una de las primeras enseñanzas que asimiló en el profesionalismo, que es la necesidad de acostumbrarse a ciertos escenarios y no sentirse abrumado por ellos.

ALGUNOS TRAZOS INICIALES

“Ha captado lo mejor de cada técnico y armó su propio estilo”, dijo tiempo atrás Jorge Pautasso, su mano derecha, con quien compartió las divisiones inferiores –los juveniles–, primera y gran parte de la carrera como entrenador. El hombre, que se acomoda a su lado en el banquillo y no se separa jamás de una carpeta en la que almacena “todo”, explica que “lo relacionan con Bielsa, pero a la hora de jugar con calidad tiene la mentalidad de Montes y Yudica, y cuando hay que trabajar pelotas paradas lo ayuda mucho lo aprendido con Solari. Todos le han dado pautas y él ha hecho una síntesis. Con el tiempo, ha ganado en experiencia y en calidad”.

En la Argentina, la desmesura al rotular calificó como “revolución” lo hecho en Newell’s, lo que puede dar una sensación de vértigo. Sin embargo, lo suyo es más una construcción cimentada en la paciencia. “Nada nos pasa por casualidad, si pasa es porque lo buscamos”, dijo antes de ganar el Torneo Final y la frase –sin que él lo buscara– pasó a ser leitmotiv de los hinchas. También se la han apropiado los fabricantes de merchandising.

Para Matías Manna, ha sido “contracultural” y lo justifica con una larga lista de razones, entre las que sobresalen “que su arquero, Guzmán, hacía más pases que el ‘cinco’ rival en varios partidos, que el equipo intentaba ordenarse con el balón, salir jugando siempre desde abajo, que los defensores centrales se la pasaran en buenos términos a los medios, utilizar el anc

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