Otra vuelta a la economía

Martín Lousteau
Sebastián Campanario

Fragmento

Agradecimientos

MARTÍN LOUSTEAU

Los meses finales de elaboración de este libro me encontraron en los Estados Unidos, donde estuve un semestre como Yale World Fellow. Agradezco especialmente a esa universidad y a los responsables de dicho programa por el enriquecedor e inolvidable tiempo vivido en New Haven.

Las dos horas de tren que unen esa ciudad con Nueva York fueron en más de una oportunidad el ámbito donde tuvieron lugar las múltiples instancias de corrección. Les pido disculpas a mis habituales compañeros de viaje por mi mutismo, el despliegue de papeles y la complicidad reservada sólo a la computadora.

Disfruté enormemente de la compañía del grupo de “los turcos”. Como amigos y vecinos en Chapel Street, Oumama Kettani, Rachel Stein-Holmes, Amine Belaicha y Kamal Amakrane, tuvieron paciencia cada vez que me obsesionaba con la tarea que se extendía sin fin aparente y supieron siempre encontrar buenos motivos para distraerme.

Muchas personas —colegas o no— fueron fuente de inspiración o un banco de prueba de muchas de las ideas aquí volcadas, por lo cual les estoy en deuda. Tengo el privilegio de ser parte de la Fundación País Porvenir, un ámbito que no sólo promueve una sana y pluridisciplinaria discusión sino que también financia el análisis de cuestiones estructurales y de largo plazo. Allí, los intercambios con Chrystian Colombo y Daniel Larriqueta son permanente fuente de aprendizaje, aun cuando su profundidad no se vea reflejada en estas páginas. Algunas investigaciones emprendidas en esa institución sirvieron de materia prima para partes de este libro. Un ejemplo es la sección “El bebé 7000 millones”, que utilizó datos surgidos de un trabajo realizado por Bárbara Guerezta.

Como siempre, el equipo de LCG, compuesto por Jimena González Brau, Melisa Sala y Gastón Rossi, realizó una contribución invalorable no sólo en temas de contenido puntuales sino también llevando las riendas locales de la consultora en mi ausencia.

Otras personas colaboraron con esta publicación de una manera indirecta pero igualmente valiosa. Doy gracias a María, mi admirada hermana, por estar siempre presente y tener las palabras justas en cada ocasión. También a mis amigos Julián de Urquiza, Pablo Lera y Nicolás Franchini: su incondicional apoyo, tanto en Buenos Aires como a la distancia, es motivo de tranquilidad para emprender nuevos desafíos. Lo mismo vale para Santiago González, en cuya nobleza y seriedad profesional confío cada vez que puedo.

Hacer un libro consta, al menos, de dos partes. Poner las ideas por escrito es sólo una. La otra tiene lugar de una manera más anónima en el ámbito editorial. Por ello quiero agradecer a Glenda Vieites, que siempre se muestra predispuesta a los proyectos que le planteo, aun cuando sepa que me inventaré otras obligaciones simultáneas. También a todos los que en Random House Mondadori trabajaron contrarreloj en las últimas instancias. Un especial reconocimiento merece el “maestro” Costhanzo, que saca ilustraciones geniales como si fuera dueño de una galera inagotable.

Mi agradecimiento más importante queda para el final: A Carla, por mucho, muchísimo más que un pequeño libro. 

SEBASTIÁN CAMPANARIO

Cada persona tiene su “Droopy-hada madrina” (o padrino), supongo: alguien que aparece en distintas instancias de tu vida y te la da vuelta (para bien), sin pedir nada a cambio. Andrés “el Colo” Borenstein es el mío: fue quien me hizo entrar a El Economista, luego a Clarín y quien nos sugirió que escribiéramos juntos este libro con Martín. El mejor consejo: conocé al Colo y tratá de cruzarte con él por la calle lo máximo posible.

Daniel Juri, Gustavo Bazzán, Walter Curia y Silvia Naishtat fueron los editores que apoyaron y se entusiasmaron en su momento con la columna de “Economía insólita”. A ellos y a todos mis compañeros de Clarín (a quienes extraño un montón) y La Nación (en especial Carlos Roberts y Diego Cabot), gracias por la confianza y el espacio para abordar temas raros, que no siempre son fáciles de vender en una mesa de sumario.

Por motivos varios, y ya que estamos, mi agradecimiento para Ezequiel Burgo, Cabo, Mariano, Wis —nos asesoró como abogado para firmar el contrato con la editorial—, Taba, Facu, Guido, Nicos Vital y Bendersky; Fernando Straface, Loli, Ana, Liora y todo el staff de Cippec; Bruno Massare, Martina Rua y Demián Martínez Ulanovsky, de “La Burbuja”; Diego Valenzuela, Boni Radonjic, Vero Cheja, Analía Roffo, Sonia Jalfin y Fernanda Kersman. También a Javier Finkman, Santi Fioriti, Leo Míndez, Omar Bello, Pablo Abadie, Diego Heller, Damián Kepel, Pablo Lezama, Georgina y Claudio, Eduardo Levy Yeyati, Diana, Juan, Franco, Vale, Ana y Laurita, primos y sobrinos.  

La parte que me toca de este libro está dedicada con mucho cariño a Virginia, Matu, Nico; a mis viejos, María y Pedro, y a mis hermanos, Carmen, Patricia y Fernando.

Introducción

El azar, uno de los temas de moda en los nuevos estudios de economía, metió la cola en el origen de este libro. Un mediodía de mayo de 2012, en forma completamente casual, Andrés Borenstein, colega y amigo en común, nos preguntó: “¿Por qué no escriben algo juntos?”. La idea prendió al instante, nos entusiasmamos y empezamos a imaginar un libro de economía no convencional.

Entre los primeros peloteos de posibles temas y discusiones de café, notamos que había afinidad en nuestros enfoques sobre la economía. Los dos somos críticos del estado actual de la teoría, y en particular de la colonización que intenta ejercer sobre otras disciplinas. Y también desconfiamos del excesivo lustre y protagonismo de los desarrollos financieros en detrimento de otras áreas que son prácticamente ignoradas. Nos dimos cuenta de que compartíamos una curiosidad intensa por nuevas líneas de investigación que le aportan aire y frescura, pero que sirven de poco cuando se agotan en conclusiones freak, irrelevantes en la práctica. Por ese motivo nos concentramos en aportes que sirvan para interpretar parte de la realidad y para disparar nuevas soluciones a desafíos de la economía, de las políticas públicas o de la vida cotidiana.

El terreno en el que nos moveremos en las páginas que siguen es el de las fronteras, los cruces y las intersecciones. No se trata de una ruta recta y aburrida que atraviesa un desierto, sino de un camino plagado de desvíos y paradas atractivas. Por eso incluimos al final de cada sección una pequeña guía, en caso de que te tientes y quieras profundizar más allá de la propuesta de este libro.<

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