El sueño y la muerte

A.J. Kazinski

Fragmento

El_sueno_y_la_muerte-1.html

Créditos

Título original: Søvnen og døden

Traducción: Sofía Pascual Pape

1.ª edición: septiembre de 2015

© A.J. Kazinski og JP/Politikens Hus A/S, 2012

© Ediciones B, S. A., 2015

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

DL B 17689-2015

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-165-6

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Contenido

Portadilla

Créditos

PRIMERA PARTE. EL LIBRO DE LA SANGRE

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LUNES

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MARTES

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SEGUNDA PARTE. EL LIBRO DEL ALMA

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MIÉRCOLES

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TERCERA PARTE. EL LIBRO DE LA ETERNIDAD

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LUNES

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UN MES MÁS TARDE

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Agradecimientos de A. J. Kazinski

Notas

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PRIMERA PARTE. EL LIBRO DE LA SANGRE

PRIMERA PARTE

EL LIBRO DE LA SANGRE

Y tú, hijo de hombre, ¿no vas a juzgar?, ¿no juzgarás a la ciudad sanguinaria?

Sí, le mostrarás todas sus abominaciones.

Dirás: «Así ha dicho el Señor Jehová:

¡Ciudad que derramas sangre en medio de ti, para hacer que llegue tu hora,

y que fabricaste ídolos contra ti misma para contaminarte!»

Ezequiel, 22, 2-3

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Muerta. Eso era lo que estaba. Empujada al otro lado de la vida. Y no quería volver. Nunca más, para ella no había nada a lo que volver. Aunque pronto la alcanzaría, seguro, y la arrastraría contra su voluntad, a través del tiempo y el espacio. Pronto 220 voltios le atravesarían el pecho, volvería a sentir el infierno en el que se había convertido su cuerpo. Él haría todo lo que pudiera para reanimarla. ¿Tal vez debería intentar establecer contacto? Así alcanzaría la paz. Y de paso se la concedería a él.

Oyó un grito. ¿Detrás de ella? ¿Acaso había sido ella? Vio el hilo de plata que serpenteaba, juguetón e infinito, pero que seguía uniendo su alma con su envoltorio terrenal. Como un cordón umbilical. Algo que había que cortar. Tenía que luchar, eso estaba muy claro. Él no volvería a atraparla, a devolverla a la vida, a torturarla, a matarla una y otra vez. Tenía que adentrarse en la luz. Desaparecer. Tiraba ya de ella, había empezado a reanimarla. Miró el hilo de plata, se tensó como una goma elástica.

Dejadme entrar. Os lo ruego.

Y justo cuando empezó a sentir el calor de la luz recibió una respuesta.

Eres tú quien se aferra. No nosotros.

No. Se equivocaban. Fueran quienes fueran ellos. Estaba lista. No era ella, ella quería seguir adelante, no quería volver a su atormentado cuerpo.

Es él. No yo. Tenéis que ayudarme.

En ese mismo instante tiraron de ella, como un pez que ha mordido el anzuelo y al que se arrastra a través del agua, y el mundo desfiló ante su mirada interna. La bella red que envolvía la Tierra fue lo último que vio antes de que se hiciera la oscuridad.

Luego llegó el dolor. Un dolor infinito.

—¿Me oyes?

Reconoció la voz. ¿Era su padre? No, él nunca le hubiera hecho esto. Se despertó.

—¿Me oyes?

S

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