El corsario (La saga Montgomery 6)

Jude Deveraux

Fragmento

Creditos

Título original: The Raider

Traducción: Edith Zilli

1.ª edición: enero, 2016

© 2016 by Deveraux, Inc.

© Ediciones B, S. A., 2016

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-354-4

Maquetación ebook: Caurina.com

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Epílogo

La saga Montgomery

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Nota del autor

La ciudad ficticia de Warbrooke está situada en lo que es actualmente el estado de Maine. Sin embargo, durante la década de 1760, época en que ocurre lo narrado en El Corsario, esa zona formaba parte de lo que ahora se denomina Massachusetts Commonwealth. Más adelante fue separada de Massachusetts e ingresó a la Unión con el nombre de Maine, vigésimotercer estado, el 15 de marzo de 1820.

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1766

Alexander Montgomery se reclinó en la silla, estirando sus piernas largas y esbeltas sobre la alfombra que cubría el piso del camarote del capitán, a bordo de La gran duquesa, mientras Nicholas Ivanovitch regañaba a uno de los sirvientes. Alex nunca había visto a nadie tan arrogante como ese ruso.

—Si vuelves a guardar mal mis hebillas te haré cortar la cabeza —aseguró Nick, con su fuerte acento y su voz ronca.

Alex se preguntó si los duques rusos aún tenían permiso para decapitar a quien les disgustara.

—Ahora vete. Fuera de mi vista —agregó Nick, agitando una muñeca envuelta en encajes hacia el acobardado sirviente. Y agregó, dirigiéndose a Alex, en cuanto quedaron solos en el camarote—: Ya ves las cosas que debo soportar.

—Es demasiado, lo reconozco —concordó el joven.

Nicholas lo miró arqueando una ceja y volvió a concentrarse en las cartas marinas desplegadas en la mesa.

—Amarraremos a unos doscientos veinte kilómetros de tu Warbrooke, por el sur. ¿Crees que hallarás a alguien dispuesto a llevarte al norte?

—Ya me las arreglaré —dijo Alex, despreocupado, mientras se estiraba aún más; con las manos bajo la nuca. Su largo cuerpo ocupaba casi todo el camarote.

Mucho tiempo atrás había adiestrado sus apuestas facciones para que ocultaran sus pensamientos. Nicho-las conocía en parte sus ideas, pero Alex no permitía a nadie apreciar la profundidad de su preocupación.

Meses atrás, estando Alex en Italia, había recibido una carta de su hermana Mariana, donde le rogaba qué volviera al hogar. Decía en ella que se lo necesitaba desesperadamente, y contaba lo

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