Título original: Prince Lestat
Traducción: Santiago del Rey
1.ª edición: marzo 2015
© Ediciones B, S. A., 2013
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
DL B 4862-2015
ISBN DIGITAL: 978-84-9019-997-8
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Este libro está dedicado a Stan Rice, Michele Rice, Christopher Rice y a Karen O’Brien y Cynthia Rice Rogers
Victoria Wilson
Lynn Nesbit
Eric Shaw Quinn
Suzanne Marie Scott Quiroz y a People of the Page
y a mis musas Mary Fahl y Jon Bon Jovi
Recostada sobre mi almohada de piedra, he tenido sueños sobre el mundo mortal de ahí arriba. He oído sus voces y sus nuevas músicas como si fueran canciones de cuna escuchadas desde mi tumba. He vislumbrado sus fantásticos descubrimientos, he conocido su valentía en el sanctasanctórum intemporal de mis pensamientos. Y aunque ese mundo me excluye con sus formas deslumbrantes, anhelo la existencia de alguien con la fuerza necesaria para vagar por él intrépidamente, para atravesarlo de parte a parte por la Senda del Diablo.
ALLESANDRA,
que aparecía sin nombre en Lestat el vampiro
Viejas verdades y magias antiguas, revoluciones e inventos, todo conspira para distraernos de la pasión que, de un modo u otro, nos vence a todos.
Y cansados finalmente de esta complejidad, soñamos con aquel tiempo lejano de nuestra existencia, cuando nos sentábamos en el regazo de nuestra madre y cada beso era la consumación perfecta del deseo. ¿Qué podemos hacer sino tender las manos para el abrazo que ahora debe contener el cielo y el infierno: nuestro funesto destino, repetido una y otra vez?
LESTAT,
en Lestat el vampiro
En la carne empieza toda la sabiduría. Cuidado con lo que no tiene carne. Cuidado con los dioses, cuidado con la idea, cuidado con el demonio.
MAHARET A JESSE,
en La reina de los condenados
La Génesis de la Sangre
En el principio existían los espíritus. Eran seres invisibles que solo podían ver u oír los hechiceros y brujas más poderosos. A algunos se los consideraba malvados; a otros se los ensalzaba como a dioses. Eran capaces de hallar objetos perdidos, de espiar al enemigo e incluso, a veces, de modificar el clima.
Dos grandes hechiceras, las hermanas gemelas Mekare y Maharet, vivían en un precioso valle, junto al monte Carmelo, en comunidad con los espíritus. Uno de esos espíritus, el grande y poderoso Amel, era capaz con sus malas artes