El monarca de La Bisbal

Albert Solà

Fragmento

1. Nacimiento

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NACIMIENTO

Creo que mi padre es Juan Carlos I. Y no solo lo creo por mi parecido físico con él, algo obvio, sino porque esta es la conclusión a la que he llegado tras años de investigaciones y preguntas sobre mi identidad. El presente libro intenta explicar este recorrido. Y no pretende ser una crítica a Juan Carlos o a la monarquía española. Juan Carlos, como todos los padres, tiene sus claroscuros. Tampoco pretende ser una crítica al rey Felipe VI. Somos hermanos por parte de padre, pero nos han educado de forma distinta. Y aunque yo soy el hermano mayor, nunca he tenido ni tendré pretensiones de ocupar ningún puesto en la monarquía española. No fui educado para ello, y además renuncié a cualquier aspiración a la Corona, como se verá más adelante. Fui criado como payés por mis padres adoptivos y, con el tiempo, creo que me he ganado el título con el que los ampurdaneses me conocen: «el monarca de La Bisbal».

Es posible que mi madre biológica se llame Ana María Bach Ramon (aunque este nombre podría ser falso). Al parecer, pertenecería a una de las familias más acomodadas de Barcelona: banqueros, burgueses, algunos incluso con título nobiliario, aunque no los conozco en persona. Seguramente, y esto son suposiciones mías, mi madre conoció a Juan Carlos de Borbón en alguna fiesta o evento de la alta sociedad barcelonesa. Eran jóvenes: Juan Carlos apenas tenía diecisiete años, y mi madre debía de rondar la misma edad. Congeniaron, y mi madre se quedó embarazada. Para evitar un escándalo social y un problema de Estado en pleno franquismo, la familia escondió a mi madre embarazada hasta que dio a luz. El parto se hizo en secreto y la familia se ocupó de que el asunto no trascendiera. Juan Carlos, quien por entonces era un príncipe, habría anunciado a sus amigos que pronto se convertiría en padre, algo que le hacía especial ilusión. Esto lo descubrí en la década de 1990, cuando investigué a fondo mis orígenes.

Nací el 16 de agosto de 1956 en una mansión de Pedralbes, uno de los barrios más ricos de Barcelona. Fui registrado en la Casa Provincial de Maternidad de Travessera de les Corts el 31 de agosto y bautizado el 8 de septiembre en la parroquia de Santa Tecla, con el nombre de Alberto Fernando Augusto y los apellidos Bach Ramon. Curiosamente, el cura que me confirmó en Santa Tecla en 1962 se llamaba padre Bach, y fui inscrito en el Registro Civil el día de San Ramón, 31 de agosto. Así pues, mi apellido podría ser una invención del momento, ¿o tal vez una mera coincidencia? A pesar de que siempre me han dicho que los Bach Ramon son una familia influyente en Cataluña, nunca he sabido nada de ellos. No hay rastro de estos apellidos en la prensa de la época, ni en internet, ni siquiera en los registros de Barcelona.

En el certificado de nacimiento está escrito que nací en la avenida de la Victoria n.º 1, que hoy lleva el nombre de avenida de Pedralbes. Esta dirección corresponde al actual Palacio Real y a los llamados Pabellones Güell. Construida a finales del siglo XIX, la residencia de los Güell cubría un enorme terreno en la parte alta de Barcelona. La mansión principal fue cedida a Alfonso XIII a mediados de la década de 1920, y durante el franquismo se convirtió en la residencia oficial de Franco cuando visitaba Barcelona. Sin embargo, una parte de la finca, los llamados Pabellones Güell (donde había la casa del portero y las caballerizas), fue cedida en 1958, junto al terreno colindante, a la Universidad de Barcelona. Pese a todo, no está claro si en 1956, cuando yo nací, todo aquello pertenecía aún a los Güell, a la familia real o a Franco. Una de las puertas del recinto es una impresionante obra de hierro forjado diseñada por el arquitecto Antonio Gaudí. Tiene la forma de un dragón con la boca abierta.

El 31 de agosto, cuando yo contaba con dos semanas de vida, fui registrado en la Casa Provincial de Maternidad de Barcelona como «hijo expósito de padres desconocidos». Según este documento, «vestía fajita, camiseta, camisa y un faldón blanco, babero bordado, jersey azul, sabanita, manta blanca y chupete verde». Para algunos historiadores, el chupete verde ha sido, desde tiempos antiguos, un símbolo secreto de la realeza española. En realidad, el verde sería una palabra en clave, unas siglas que significarían «Viva El Rey De España».

En aquella época, Franco llevaba un tiempo tutelando la educación del príncipe Juan Carlos, que había entrado como cadete en la Academia Militar de Zaragoza. Y no sé si su padre, Juan de Borbón, el heredero de la Corona de España y exiliado en Estoril, tomó cartas en el asunto. Además, mi nacimiento coincidió con la muerte accidental de Alfonso, el hermano de Juan Carlos, cuando los dos jugaban con una pistola. Desconozco hasta qué punto este hecho influyó en que mi nacimiento permaneciera oculto. En cuanto a la familia de mi madre, mi certificado de nacimiento solo menciona a un abogado llamado José, que me registró con el nombre de Alberto Bach Ramon. Aún no sé si esa familia se llama realmente Bach Ramon, y quizá no lo sabré nunca.

Según he averiguado, a mi madre le dijeron que yo había nacido enfermo, lo cual era mentira, y que debían llevarme a un lugar donde recibiría cuidados intensivos. El 28 de noviembre de 1956 fui trasladado a Ibiza, al distrito de San Juan, concretamente a la barriada de can Toni Miquel. Allí estuve al cuidado de una familia, sin embargo, no tengo ningún recuerdo de los cinco años que permanecí con ellos. Lo que sé está basado en documentos y en personas que me han ido desvelando los retazos de mi infancia. En la década de 1990 fui a Ibiza y conocí al hijo de esta familia, con quien pasé unos días muy agradables. Me dijo que sus padres habían muerto y que la casa era la misma donde yo viví a finales de los años cincuenta. El hijo, un poco mayor que yo, recordaba haber jugado durante su infancia con un niño llamado Alberto.

En la hoja de lactancia consta que, durante mi estancia en Ibiza, mis cuidadores cobraban novecientas pesetas al trimestre de un organismo oficial. De modo que no me adoptaron, sino que me tenían a su cuidado a cambio de un estipendio. Según la documentación que he podido recopilar de aquella época, la Casa Provincial de Maternidad de Barcelona confió mi cuidado a esta familia, acogiéndose a la Ley de Protección a la Infancia. Las autoridades de la isla me hacían visitas periódicas y certificaban que estaba bien cuidado y que era un niño sano. Allí permanecí hasta 1961, cuando me devolvieron a Barcelona con cinco años.

A partir de ahí empiezo a tener algún recuerdo, no ya del viaje de vuelta, pero sí de al poco tiempo de volver a estar en Barcelona. Vivía en una casa de color rojizo de dos plantas rodeada por un jardín con tres sauces llorones. Podría ser cualquier mansión de los barrios de Pedralbes, la Bonanova o San Gervasio. Un matrimonio de entre cuarenta y cincuenta años me cuidaba a todas horas. No sé sus nombres, pero fueron las primeras personas con quienes recuerdo haber tenido contacto en mi vida, una rela

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