Emboscada en Fago

Jesús Duva

Fragmento

el juzgado número 1 de Huesca, viaja mucho por razón de su trabajo. Me constan enfrentamientos con el alcalde en la asamblea vecinal de Fago en varias ocasiones (debería repasar la agenda para concretar las fechas). Según me comentaba Miguel Grima, esta persona era el ideólogo de toda la trama de oposición contra la Alcaldía de Fago y el Ayuntamiento en su conjunto. Frecuentaba el bar de la señora Crespo y el señor Molinero, con los que mantenía una intensa relación.

* Ernesto Barcos Barba: reside en Lanaja. Este señor pretendió el empadronamiento en reiteradas ocasiones y por medio de la sentencia 286 en méritos de P.O. 105/2006 le fue denegada.

* Mónica Liliana Barcos Diosquez: reside en Ansó con su esposo. Ha mantenido varios enfrentamientos con el alcalde por razón de su empadronamiento. Por sentencia dictada en méritos de P.O. 104/2006 se ordenó su alta en el padrón dado que no se siguió en vía administrativa el procedimiento legalmente establecido. Sus manifestaciones en un programa televisivo evidencian una animadversión notable hacia Miguel Grima.

* Señor Leguineche: desconozco su nombre. Según comentarios de Miguel Grima, los enfrentamientos con este señor eran habituales, dado que disponía de las aguas públicas para regar sus jardines y huertos cuando le venía en gana, dejando en más de una ocasión el pueblo desabastecido de agua en época estival. Creo que fue objeto de algún expediente sancionador, pero no lo dirigí profesionalmente. Recuerdo que este señor incluso hurtaba material al Ayuntamiento para sus obras (fuera de ordenación).

* Señor Mariano Lanuza. Secretario municipal. Desde su incorporación, los enfrentamientos con el alcalde eran cotidianos. Incluso yo tuve problemas con él y precisamente por eso presenté mi dimisión como asesor municipal el 21 de noviembre de 2006, previa reunión mantenida en mi despacho con Miguel Grima y Enrique Barcos, a quienes expliqué las razones de mi dimisión, que esencialmente se fundaban en la falta de colaboración del señor secretario en el trámite de asuntos y dirección de expedientes que por la Alcaldía y el pleno me fueron encomendados, y la negativa de este señor a pagar mis facturas y la de mi compañero Mariano Bergua, con despacho profesional en Huesca…

Curiosamente, el apartado dedicado a Lanuza ocupaba el doble de líneas que los del resto de las personas señaladas por Gárate en su escrito, lo que, quizá de forma inconsciente, estaba dejando traslucir sus propios demonios personales y su resentimiento hacia el secretario municipal. No en vano Lanuza era quien ponía pegas a su labor de asesor del alcalde y, para más inri, quien se negaba a abonar algunas de sus minutas al estar convencido de que no debían cargarse a las arcas públicas de Fago, sino a la cuenta personal de Grima.

—Díganos, señor Gárate, ¿sabe usted si la gestión de Miguel generó algún gasto con el que la gente pudiera especular que se quedaba con el dinero del Ayuntamiento?

—No. No, en absoluto. Ni siquiera cobraba las dietas que le correspondían por asistir a las reuniones. Incluso pagaba facturas de teléfono muy altas porque hablaba con mucha gente por temas del Ayuntamiento.Además, siempre hacía los viajes en su coche y no pasaba el coste de la gasolina, sino que lo ponía él de su bolsillo.

—Otra pregunta más. ¿Conoce usted si Miguel tenía en la actualidad algún problema económico?

—Sí. Este invierno me lo comentó, pero me dijo que tenía un colchón para aguantar. Decía que las cosas no le iban como él quería porque no tenía mucha clientela en su casa rural. Como le vi un poco apurado, me ofrecí a dejarle dinero. Pero no sé nada más de eso porque todos los papeles de ese tipo se los llevaba un gestor de Jaca.

Gárate entregó también a los investigadores del crimen un escrito fechado el 12 de agosto de 2003 —más de tres años antes del asesinato— para demostrar que la tensión en el pueblo venía de lejos y que el regidor fagotano llevaba mucho tiempo con la mosca tras la oreja acerca de su propia seguridad. En ese papel exponía a la Subdelegación del Gobierno en Huesca que días antes había descubierto que Santiago Mainar había hecho una conexión ilegal para derivar hacia su propia granja el agua que circulaba por la red de abastecimiento del pueblo. Eso había originado una denuncia contra Mainar tanto en el juzgado de instrucción de Jaca como ante la Guardia Civil.Y dio la casualidad de que unos días después, una mano anónima, amparada en las sombras de la noche, había rajado con un cuchillo una rueda de una furgoneta que el alcalde tenía aparcada en la calle, apenas veinticuatro horas después de que alguien destrozara un grupo electrógeno de un contratista que hacía una conducción de agua.Atemorizado por ese ataque a sus bienes, Grima solicitó al juez que le pusiera escolta policial y a la Subdelegación del Gobierno que incrementara la vigilancia en el municipio. No obtuvo ni lo uno ni lo otro.

Al fin le tocó el turno de interrogatorio a Alejandro Coloma, el albañil de barba rala y cabello despeinado, cuyo nombre había saltado en más de una ocasión en el curso de las pesquisas. Había que averiguar qué sabía, ver su reacción ante las preguntas, comprobar que no se llevaba precisamente bien con el difunto Grima… Así que los guardias le citaron en el cuartel de Jaca.

—¿Sabe por qué le hemos llamado?
—Sí, claro. Por el asunto del asesinato de Miguel Grima. —¿Desde cuándo le conocía?
—Desde hace ocho años, cuando compré un pajar a Cipriano Barcos, que luego es mi casa. Entonces estaba de alcalde Jorge Barcos, que no me puso ninguna pega para que construyera. Luego, cuando Grima llegó a la alcaldía, empezó a ponerme trabas y a pedirme muchos requisitos y muchas licencias. Me tuvo mareado dos años.Y en una ocasión me paró las obras durante seis meses.

—A partir de entonces, su relación con Grima sería mala, ¿no? —No tuve relación con él.Además, tuve otro problema porque me denunció porque yo regaba mi huerto con agua del lavadero en una época en que hubo restricciones. No era por la sequía, sino por las tuberías. Me denunció, pero los jueces me absolvieron.

—¿Ha tenido más enfrentamientos con el alcalde a lo largo de los últimos años?

—Bueno, otra vez le denuncié porque iba yo hacia Fago cuando me encontré en Majones con un cartel de «carretera cortada»; tuve que dar la vuelta por Biniés y, al llegar a Fago, descubrí que la carretera no estaba cortada. Más tarde, Santiago Mainar, Miguel

Molinero y otros más denunciamos a Grima por prevaricación por otros conflictos.

Coloma respondía sin titubear a las preguntas. Como si tuviera las respuestas largamente meditadas. Como si llevara esperando muchas horas el momento de ser interrogado. Es más: quizá pensó entonces que no entendía muy bien por qué los tricornios habían tardado tanto tiempo en hacerlo.

—Grima era un tirano, y no pienso cambiar de opinión aunque haya muerto —proclamó como un trallazo, sin que nadie le hubiera preguntado.

—¿Qué motivó que usted y otras personas se reunieran y decidieran presentar conjuntamente una denuncia contra el alcalde?

—Fue un conjunto de gotas que colmaron el vaso.Yo entonces no tenía mucha relación con Santiago Mainar, ni con Jesús León ni con otras personas. Pero nos reunimos para tratar de encontrar una solución al problema que teníamos todos con el alcalde. El asunto estuvo tramitándose hasta hace un año y medio, que fue sobreseído.

—¿Ha habido otras disputas entre usted y el señor Grima? —Bueno, él me denunció porque aseguraba que le había robado unas piedras suyas.También he tenido un problema con el empadronamiento. Pero no sólo y

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