Una misión desastrosa (Escuela de Cazadragones 10)

K. H. McMullan

Fragmento

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Wiglaf subió corriendo la escalera de la torre y recorrió el pasillo a la velocidad del rayo.

?No quería llegar tarde a la Tabla Redonda de los Cronistas Caballerescos.

Llegó a la clase de Persecución Furtiva, frenó y entró en el aula. El profesor, sir Mort, llevaba la habitual armadura y tenía los pies apoyados sobre la mesa. De detrás de la visera emergía un sonoro ronquido. Wiglaf se metió de puntillas en el banco contiguo al de Angus.

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—Llegas tarde —lo riñó Erica, de pie frente a la mesa de sir Mort. La chica sostenía un pergamino.

—Disculpadme —dijo Wiglaf—. Cazón nos ha entretenido con una lección extraordinaria de Frotado y Pulido.

—Veamos, mis Cronistas Caballerescos —dijo Erica en su tono más profesional—. ¿Quién tiene alguna idea para el próximo número de El Diario de Camelot?

—Yo querría escribir la historia de Uñadelpié —dijo Torblad.

—No. Nuestro periódico es escolar —le hizo callar Erica—. ¿Quién tiene una historia relacionada con la escuela?

Gwendolyn levantó la mano.
—¡Quiero escribir un artículo para la sección «Aprende a conocerme»! ¡Naturalmente se hablará solo de mí! Podría explicar cómo se vive siendo una princesa superrica, superinteligente y súper a la moda.

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—De acuerdo —suspiró Erica—. Pero que no ocupe más de media página.

—¿Tan poco? —gimoteó Gwendolyn. —¿Más ideas? —la interrumpió bruscamente Erica.

Janice levantó la mano.
—¿Qué te parece el Congreso de los Alquimistas?

—Sigue —dijo Erica.
—Explicaría que el director Mordred ha alquilado nuestra escuela para alojar un congreso de alquimistas —dijo Janice—. Pero que ninguno de ellos ha logrado fabricar oro. Propongo el título: «¿La alquimia es un timo?».

—El artículo es tuyo, Janice —concedió Erica. Le tocó el turno a Wiglaf.
—Yo tenía pensado un artículo sobre los animales de la escuela.

—¿Quieres hacer un reportaje de tu cerdita? —preguntó Erica.

—No, hay un montón de ratas y arañas…

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—¡Qué rollo! —exclamó Erica—. ¡Yo quiero noticias de verdad! ¡Este es el periódico de la Escuela de CazaDragones, no el periodicucho del Pequeño Veterinario!

El alarido de Erica despertó a sir Mort.
—¿Dónde está el dragón incendiario? —gritó, agitándose en la silla y haciendo rechinar las espinilleras.

—Estaría soñando, señor —dijo

Erica.
—Por Dios.
—Usted es el profesor que supervisa el periódico de la escuela.

—Oh, muy bien —dijo sir Mort—. Continuad.

El profesor se acomodó en la silla, apoyó la cabeza en la mesa y retomó sus ronquidos.

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—¿Quién quiere escribir un artículo sobre nuestro director? —preguntó Erica a sus periodistas—. Podríais explicar cómo dirige la escuela. ¿Qué hace Mordred todo el día?

—No tocaría ese reportaje por nada del mundo —contestó Angus.

—Irá en primera página —dijo Erica en tono tentador.

Angus meneó la cabeza.
—¿Y tú, Wiggie? —preguntó melosa.
—Yo quiero escribir de animales —protestó Wiglaf—. ¿Por qué no escribes tú el artículo, Erica?

—¡Yo soy la directora! —estalló ella—. Yo no escribo artículos, los asigno a los demás. ¡Angus, Wiglaf! Por mi posición y mi poder, ¡os ordeno que escribáis sobre Mordred!

—¡No! —gritó Angus.
—Yo digo que sí —replicó Erica—. Seguid a Mordred a todas partes, no lo perdáis nunca de vista. Descubrid por qué un ex campeón de lu

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cha en el barro se ha convertido en director de la Escuela de CazaDragones. ¡Escribid una historia importante y emocionante!

A Wiglaf le gustaba escribir artículos. Y le chiflaba verlos publicados en El Diario de Camelot. A lo mejor, si hacía bien este artículo, en el siguiente número le dejaban escribir sobre animales.

Cinco minutos después, los dos amigos estaban dirigiéndose al despacho de Mordred armados con bloc, pluma y tinta.

—Mi tío no dejará jamás que yo le entreviste —se lamentó Angus.

—¿Por qué no?
—Preferiría que le limpiara las botas, estoy seguro —gruñó Angus—. No le caigo bien.

—Pero eres su sobrino —dijo Wiglaf sorprendido.

—Este es precisamente el problema. En realidad fue mi madre

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